La crisis del imperialismo a nivel mundial se ha profundizado con el resultado del referendo en Gran Bretaña en el que la mayoría votó por la salida de la Comunidad Europea. Contrariamente a lo que algunos opinan, no es que la «derecha» nacionalista se ha fortalecido. Pensar algo semejante es adjudicar a sectores de los monopolios transnacionales una intención de negocios limitada a fronteras adentro con empresas netamente británicas y exentas de cualquier otra participación «extranjera». ¡Nada más absurdo y alejado de la conformación del capital financiero mundial, donde el entramado del capital industrial, bancario, comercial, no tiene vuelta atrás! Toda esta pretensión interpretativa no es más que la vieja cantinela de querer dar una explicación de los fenómenos sociales, económicos y políticos, asignando a los grupos humanos los motes de «derecha, centro e izquierda» por fuera de los intereses de clase que son los que definen las intenciones políticas de los mismos.
Se trata de posiciones ideológicas que desestiman la existencia de clases sociales, de la lucha entre ellas como motor de la historia y, además, desconocen a propósito los cambios operados, en las últimas décadas, en la estructura capitalista y, por lo tanto, del imperialismo a nivel mundial. La centralización de capitales mundiales es tal que los mismos no reconocen nacionalidad (nunca lo hicieron), y ahora han borrado todo tipo de fronteras haciendo del mundo un solo mercado.
Asistimos a la era de los capitales mundiales adueñados por la oligarquía financiera. Ya no se trata del capital que tal o cual grupo tiene cautivo y reproduce en forma ampliada. Se trata de que, a partir del volumen de ese capital cautivo se hace pesar el mismo para adueñarse del capital mundial que no tiene dueño exclusivo, particularmente del que se apoderan los Estados para «repartir» entre la oligarquía financiera de acuerdo al tamaño de sus acciones (es decir, del capital propio). Ése es, precisamente, el objeto de disputa y guerras entre monopolios. Pensar que la rueda puede ir en sentido contrario, es nada más que un sueño trasnochado de la mente pequeñoburguesa que añora el capitalismo nacional.
Es por eso que ni siquiera aquellos que fogoneaban el Brexit pueden considerarse vencedores. ¡Son todos perdedores! Pero el problema no es que perdieron porque no podrán realizar los negocios. Lejos de eso, pues los capitales son transnacionales. De alguna u otra manera, mientras exista capitalismo, la circulación de los capitales monopolistas seguirá realizándose, ahora con mayores tropiezos frente a la legalidad burguesa la cual no tienen empacho en violar. Seguramente éste será motivo adicional para una mayor centralización a costa de los capitales menores que están sujetos a mercados más reducidos.
El problema que se les agudiza a los monopolistas es de índole fundamentalmente política. Sobre todo porque hubo sectores que, acorralados por el avance de las luchas de clases en los distintos países europeos, sobre todo a partir del protagonismo de la clase obrera, como en las últimas semanas ocurre con la francesa, la masiva inmigración de los pueblos africanos y asiáticos que los capitales imperialistas generaron y los problemas de carácter irresolubles que se multiplican día a día, y que contribuyen a generalizar el caos mundial, llevaron a alentar la idea de que con la separación de la UE, los mismos iban a resolverse. Ya se insinúa un efecto dominó separatista en los viejos reinos europeos remanentes y otros países.
Este enredo no sólo significará mayor incredulidad a la promesa de la panacea de que la unidad de los Estados capitalistas traería una mejor vida a los pueblos, la cual fue golpeada de muerte por miles de hechos anteriores que se expresaron en los países post soviéticos que ingresaron a la Comunidad Europea, más tarde en Portugal, España, Grecia, Italia, etc. si no también para los nacionalismos separatistas liderados por la burguesía que se alientan como opción para seguir sosteniendo el capitalismo (posición más absurda que la de la «unidad» imposible entre monopolios). El único Estado que puede llegar a plantearse un separatismo (pero de la órbita capitalista) con un sentido nacional independiente es el liderado por el proletariado revolucionario al frente de la movilización de las grandes masas populares.
En política, lo que puede ofrecer a los pueblos la oligarquía financiera, ya sea bajo un discurso u otro, no es más que ajustes de salarios, mayores cargas impositivas, aumentos de mercaderías y servicios, abultadas deudas estatales crecientes para que el pueblo pague de por vida, encarecimiento de servicios, disminución de prestaciones sociales, etc.
Todo ello proviene de las necesidades materiales que le impone el propio funcionamiento del capitalismo en su fase monopolista para sostener sus niveles de ganancia y de la profunda crisis política que los crecientes movimientos de masas les generan arrinconándolos y obligándolos a hacer jugadas absurdas, erráticas y, en muchos casos, no queridas luego de haberse decidido.
Los Estados fuertes de la UE comienzan a reaccionar como novia despechada y hacen planteos verbales de corte urgente de relaciones con los británicos. La separación de Gran Bretaña de la UE, todavía no se ha realizado. El parlamento es la institución que la debe decretar. Pero independientemente de que se concrete o no, el fracaso político ya está marcado y dejará su huella, aunque intenten pegar una voltereta en el aire al mejor estilo gatuno.
En nuestro país, repercutirá también el fiasco burgués debido a la maduración que está experimentando el movimiento de masas en su ascendente nivel político jalonado por la sostenida movilización y lucha en donde está insertándose diariamente la propuesta revolucionaria. Pues, con ello, y la aplicación de las medidas que se están tomando, va a ser difícil querer convencer al pueblo, como ya pretenden algunos, con la idea de que «ahora», con los sucesos de Gran Bretaña y de la mano del actual gobierno, se presentarán mejores condiciones para la llegada de inversiones proporcionando un despegue económico que supuestamente traería bienestar a la población.