Jugando más el papel de gurú de las “buenas ondas” que el de un presidente, Macri anunció en el día de ayer que “estamos viendo que las buenas noticias comienzan a llegar”. Según las propias encuestas de los medios burgueses, la opinión mayoritaria de la población no es la misma. Ya saliendo de las encuestas, los diálogos en los trabajos, en los comercios, en las familias, en la calle, son todos de un mismo tenor: la situación está mal y no hay expectativas de mejoras.
Una burguesía monopolista en crisis a nivel mundial, tiene su correlato enla Argentina; dicha crisis se expresa en un gobierno que, como el anterior, crea su propio “relato” de la realidad intentando pintar de rosa lo que el pueblo en general (incluso muchos sectores que votaron al actual gobierno) ve con colores que expresan preocupación y angustia por la gravedad de la situación socio-económica. A este escenario de crisis de la burguesía se le debe agregar el desbande y el desconcierto reinante en las filas del peronismo, expresión política que durante los últimos 25 años fue la garantía de gobernabilidad de la clase dominante.
Sin embargo, la crisis mundial que atraviesa la burguesía presenta en todos lados la misma receta para intentar superarla: la rebaja de la masa salarial y la profundización de las políticas de expoliación al conjunto de la población, que traen como consecuencia directa el empobrecimiento generalizado de las masas populares.
Esta es la única fórmula que la oligarquía financiera hoy tiene a mano y es, al mismo tiempo, la causa fundamental por la que se profundiza su crisis. A diferencia de lo que ocurría en las décadas de los 80 y 90, al inicio de la aplicación de estas políticas, el consenso de masas se le ha escurrido como el agua entre los dedos a la burguesía monopolista, lo que se traduce en una elevación del enfrentamiento entre las clases en todos los rincones del planeta. Aun allí donde los analistas ven el ascenso de las propuestas de la “ultraderecha”, lo que se está expresando es el hartazgo de los pueblos del mundo hacia las políticas que atacan deliberada y ferozmente su nivel de vida.
Volviendo a nuestro país, mientras el gobierno macrista intenta deleitarnos con sus máximas de autoayuda paralelamente planea solidificar las bases de esas políticas enla Argentina.
Se ha conocido en el día de ayer la organización de un “mini foro de Davos”, a realizarse en setiembre de este año en Buenos Aires. En el mismo, el gobierno planea reunir 800 hombres de negocios de los cinco continentes, con el objetivo de atraer inversiones por U$S 100.000 millones. Ya han confirmado su participación los CEOs mundiales de Dow; IBM; Boeing; General Electric; Siemens; Coca-Cola; Toyota; SAAB y Volkswagen. La noticia se completa anunciando que para atraer dichas inversiones el gobierno garantizará las reformas “macroeconómicas e institucionales”.
La cantinela de la burguesía es que las inversiones traerán la creación de puestos de trabajo; lo que no dicen es que las condiciones (precisamente las “macroeconómicas”) que las trasnacionales exigirán, como ocurre en el resto del planeta, para esas inversiones es que la mano de obra para el trabajo que “crearán” debe salir lo más barata posible. Que el gobierno, además, debe garantizar que esas inversiones se realicen contando con millonarios subsidios que el Estado monopolista debe proveer, por supuesto a costa de recortar “gasto improductivo”; léase fondos para salud, educación, vivienda, servicios, etc. para el conjunto de la población. Y que además (y aquí entran las reformas “institucionales”) la justicia, el parlamento y todos los resortes de esa índole del Estado se pongan a tono con la defensa irrestricta de las mismas. Quizás ahora se explique un poco más el fallo dela CorteSupremade hace algunas semanas reglamentando el derecho de huelga.
La condición indispensable para las inversiones, entonces, es que el gobierno y el Estado aseguren la necesaria paz social para que las mismas resulten en millonarios beneficios para las empresas monopolistas. Esto significa que el costo salarial sea lo más bajo posible, garantizando la superexplotación de la clase obrera y trabajadores en general, y que las leyes estén al servicio de ese objetivo.
Está mas que probado que el capitalismo, en esta etapa de su desarrollo y de su decadencia, no tiene en cuenta las necesidades de los pueblos; muy por el contrario, dichas necesidades resultan un obstáculo insalvable para garantizar la reproducción del capital y así se completa el círculo perfecto que explica la crisis estructural que atraviesa el sistema de dominación imperialista.
Estos son los planes que la oligarquía financiera se trae entre manos en nuestro país. A diferencia de los 90, encuentra a un pueblo movilizado en la defensa de sus conquistas y que ya ha experimentado el haber creído una vez que de la mano de las inversiones vendrían los beneficios.
La otra gran diferencia es que encontrará a un proletariado industrial con niveles de organización y de combatividad cualitativamente diferentes al de aquella etapa. Un proletariado que ha enfrentado y enfrenta las políticas de disciplinamiento y de superexplotación y que debe tener entre sus manos, además de la voluntad de enfrentas esas políticas, la posibilidad material de levantar una propuesta de salida revolucionaria que contemple los intereses de las grandes mayoría populares.
Nuestro partido entiende que allí se juega una de las batallas principales de la lucha de clases que se avecina y dispone toda su fuerza y su inteligencia para aportar a hacer realidad dicha propuesta.