La “realidad” que intentan instalar los medios de la burguesía apabulla por lo fantasiosa. Desaparecidas ya las insostenibles promesas de un “segundo semestre” promisorio, de que “lo peor ya pasó”, de que “el ajuste era inevitable” y otras yerbas, solo basta caminar dos pasos para que la más cruda verdad caiga sobre nuestras cabezas.
En la cara de ministros, secretarios, funcionarios y políticos burgueses puede verse lo efímero que resultan sus “triunfos”, que decaen aceleradamente ante los ojos de todos, y que ya no ocultan sus nefastas políticas y sus planes, demoledores para las necesidades de los sectores populares. Y cuando se toma distancia de todo este circo, aparece la esencia: cómo vivimos, cuál es la situación real de la clase trabajadora, cuáles son nuestras reales inquietudes y nuestras preocupaciones.
Cada integrante de nuestras familias sufre el oprobio que la dominación burguesa impone en la sociedad capitalista: explotación, injusticia, violencia, sometimiento. En este sistema, tener es más importante que ser.
La supuesta igualdad de oportunidades y posibilidades que pregona la “democracia” de los monopolios, se cae por su propio peso y se hace incomprobable a cada paso.
La publicidad burguesa nos presenta “modelos” inalcanzables para todos nosotros; la sociedad de consumo ofrece “deseos” e impone necesidades artificiales… mientras la crueldad y la opresión capitalistas se plasman en las condiciones de trabajo y de vida de las masas laboriosas, de nuestra clase obrera.
Desde que nos levantamos, los trabajadores cargamos con la inseguridad en el lomo, con las pésimas condiciones de transporte, con jornadas agotadoras y ritmos de producción inhumanos, aumentando los riesgos de cualquier accidente. Cuando esta barbarie parece terminar, hay que volver a casa, cansados, para tratar de estar aunque sea un rato con nuestra familia, nuestros hijos, los amigos, la novia o los padres. Desaparecen las posibilidades de estudio o de otra actividad social, deportiva o cultural; el mundo se hace cada vez más chico, el encierro se agudiza.
El futuro no asoma, se hace impredecible, cuesta planear, proyectar, soñar…Y cuando te hacen sentir el último eslabón de la cadena, ves que fruto de tu esfuerzo, los bienes se multiplican y las ganancias de las empresas se acrecientan. Pero el salario alcanza cada día para menos ¿Cómo puede ser? El trabajador, nuestras familias, además de sufrir la opresión, la discriminación, el maltrato y el desprecio, padecemos la crueldad explotadora cuando nos roban el trabajo no remunerado, la plusvalía.
Sentimos y vemos cómo la sociedad capitalista está montada sobre nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, y que esto no le pasa a un hombre o una mujer (individuo aislado), sino que le pasa a la clase obrera en su conjunto y el pueblo en general.
De la explotación del hombre por el hombre no podemos esperar ni progreso, ni crecimiento. Ese progreso que anhelamos, sólo será posible con una revolución que rompa las cadenas del sometimiento; y el crecimiento sólo será posible con la edificación de la sociedad socialista que barra las lacras, las miserias y los padecimientos del pueblo trabajador. La clase obrera es la columna vertebral de la Revolución socialista y para eso debe prepararse y hacer actuar a todas sus fuerzas.