Por estos días, el gobierno de Macri ha transparentado en cifras el tendal dejado en cuanto al tema despidos y suspensiones en la gran industria y en el resto del sector productivo, fundamentalmente en el privado. Así también, de cómo replica esta política en el sector público, multiplicando la desazón en la sociedad.
Estos son datos de la realidad, que observados por fuera de la lucha de clases (es más, “desde la inexistencia de la misma”) las conclusiones políticas y por ende las tareas del momento pueden ir por caminos equivocados.
La burguesía monopolista en el gobierno tiene como objetivo la ganancia y ello en base a la explotación de la clase obrera y la opresión a todo el pueblo. Sería una ingenuidad pensar que teniendo ellos el poder dejarían pasar un solo minuto sin hacer rodar su maquinaria. El problema no radica en si hacen o no “negocios”, el verdadero problema es ¿como los hacen?… ¿En qué condiciones políticas tienen que realizarlos?
Y es allí en donde tienen los problemas.
La lucha de clases se expresa abiertamente. Las huelgas, los paros, las tomas de establecimientos, los cortes de ruta, las protestas contra los tarifazos, las mil y una movilizaciones por reivindicaciones políticas y económicas, condicionan todos los negocios de los monopolios. En un momento de la historia en donde ellos deberían ejecutar políticas de dominación abiertas y contundentes, y encuentran piedras a cada paso. Por el otro lado, la catarata de protestas no son lo suficientemente contundentes para herir de muerte a cada proyecto burgués que se presenta por delante de todo el pueblo.
No son pocas las voces que subestiman al pueblo. Sintetizan esa postura diciendo que la clase obrera y el pueblo ¡están para atrás! Que nada puede hacerse y que en todo caso hay que esperar… dejar pasar la tormenta… para recién tomar iniciativas… Ni que hablar de políticas ofensivas.
Entendemos que todo el movimiento de masas que está movilizado tiene en claro lo que no quiere y que por otro lado nos une el derecho político a la dignidad, un denominador común que va más allá de un momento electoral. Esa es la base de sustento de las tareas urgentes y en ella destacamos la necesidad imperiosa de seguir fortaleciendo la salida de una alternativa política revolucionaria que destapará fuerzas que hoy se presentan como potenciales.
A pesar que el electoralismo reinante diga lo contrario, milite para ello o intente llevar desconfianza en la propia fuerza, el problema hoy es que la movilización y la lucha no son suficientes para elevar la calidad del enfrentamiento contra la burguesía monopolista si en ella no se introducen las ideas revolucionarias y, fundamentalmente, las organizaciones y metodologías capaces de ir a fondo en la lucha contra ese poder instituido.
Este radical problema de nuestra revolución no debe esperar un “mejor momento” para llevarlo a cabo. Esa es la tarea urgente, actual, la que está pariendo y como tal necesita de una energía especial.
En todos los planos hay que continuar dándole formas a las organizaciones revolucionarias que están naciendo por todo el país. Son organizaciones de todo tipo pero fundamentalmente organizaciones obreras y de trabajadores en general, que confían en sus propias fuerzas, que están luchando aún muy solas, aisladas y que se hace necesario y urgente unirlas, establecer las relaciones para empujar juntos y en ello, el proyecto y la alternativa política revolucionaria.
En cada enfrentamiento que se está dando, las avanzadas de los trabajadores tienen que saber inmediatamente el significado de la lucha por el poder. No se puede subestimar una tarea, en donde la clase dominante -por años- nos sacó varios cuerpos de distancia. El problema de nuestra revolución no está en la disposición al enfrentamiento, es más, el mismo seguirá creciendo. El problema radica en cómo más y más trabajadores de nuestro pueblo toman relación directa con los planes revolucionarios en marcha, con la necesidad imperiosa de fortalecer todos los días una salida independiente de la clase obrera y el pueblo a la maltrecha salida propuesta de la burguesía, que está encerrada en una disputa Macri-Kirchner, expresión de la más cruda guerra de intereses monopólicos en donde el pueblo es convidado de piedra.
No hay necesidad del mal menor, hay necesidad de salir del círculo vicioso que propone la clase dominante y para ello, a lo que nuestro pueblo viene haciendo hay que materializar todos los días las organizaciones, en todos los planos, dejando a un lado la espontaneidad con las que se van creando o que van naciendo y en lo inmediato y concreto darle formas, las mismas que permitan unir fuerzas propias con lindantes.
No es un momento fácil de nuestra historia. Lo complejo de la cuestión internacional, de la cuestión nacional, la incertidumbre a lo que lleva el sistema capitalista, a la anarquía reinante, a una situación de guerras permanentes.
Pero también se abren grandes posibilidades de clavar estacas revolucionarias, de asimilar que lo que fue tragedia como burguesía y su avasalladora presencia en décadas del pasado, esa clase se presenta hoy como comediante, incapaz de instalar proyectos de gran alcance, de miradas hacia el horizonte, porque la lucha de clases en el mundo no da respiro y los hace nadar en crisis políticas y económicas estructurales.