El partido de la clase obrera es una herramienta de esa clase para sacarse de encima el yugo capitalista y construir una sociedad sin explotadores ni explotados. Debemos tener en cuenta que la masa de obreros y proletarios no se organizarán orgánicamente en el partido; son sectores de esa clase y de otras clases de la sociedad los que se organizan en el partido revolucionario y asumen los intereses históricos de la clase obrera y su ideología, el marxismo leninismo.
Sin embargo, las tareas políticas y orgánicas del partido incluyen a la masa del proletariado y demás sectores populares explotados. En el seno de la sociedad el partido debe tener políticas y formas organizativas que abarquen a todos los sectores enfrentados con la burguesía monopolista, desde su misión principal que es la organización de la lucha de clases.
Esto implica que la disputa de la dirección política de las masas populares está en el centro de los objetivos del partido. La burguesía, desde el poder, cuenta con todos los resortes estatales e institucionales para dirigir a la sociedad en pos de mantener su dominación y reproducir su sistema; como contrapartida, el partido del proletariado lucha por atraer con sus políticas e iniciativas a la mayoría del pueblo explotado y oprimido.
Por definición, ese objetivo debe cumplirse levantando una política independiente de las políticas de la clase antagónica y no solamente en su formulación sino, y principalmente, desde las tácticas de acción que contemplen los intereses inmediatos y estratégicos de la clase obrera y el pueblo.
Las políticas de la burguesía deben analizarse y caracterizarse en cada momento, no para opinar y acomodarse a las mismas, sino para denunciarlas, desenmascararlas, para ahondar sus divisiones; en definitiva, para combatirlas irreconciliablemente.
Las dos grandes corrientes que actúan en el seno del pueblo con altisonantes discursos, pero portando la ideología y la política de la burguesía, el populismo y el reformismo, tienen como características principales dos grandes rasgos: impulsando denodada y tenazmente la búsqueda de algún sector burgués con el cual transitar un camino de “liberación”; y proponiendo supuestos cambios “revolucionarios” desde barricadas que luego desembocan en políticas intrínsecamente electoralistas, que proponen a las masas cambiar a los gobernantes desde la misma concepción burguesa de delegar el poder a los mismos.
Entonces, los primeros proponen acompañar a los gobiernos burgueses “progresistas” por ser la supuesta mejor opción y, desde allí, avanzar en un proceso de cambios que deja la revolución para mejores épocas; también pueden proponer buscar “imperialismos buenos” como alternativa a los imperialismos malos. Los segundos, en apariencia, se enfrentan a las políticas de la burguesía dominante, proponiéndose como la alternativa electoral que termina reproduciendo las prácticas y concepciones de la clase en el poder, retrasando el proceso de rompimiento de las masas obreras y populares con las mismas. Mientras desde abajo aparece un proceso rico y vigoroso de ejercicio de democracia y participación directas de las masas populares, estas tendencias siguen levantando el voto a las mismas como salida engañosa que culmina llevando la lucha de masas al redil de la política burguesa.
El partido revolucionario, aún en absoluta minoría, no ejerce el oportunismo político. Sus acciones y sus tácticas se enfrentan abiertas e intransigentes contra la oligarquía financiera en el poder. Aun cuando los objetivos de la lucha revolucionaria se encuentren lejanos en su realización, el partido de la clase obrera nunca puede proponerse apoyar a la burguesía ni ceder o adecuarse a las necesidades de la pequeña burguesía. Esto sería el renunciamiento a ejercer el papel dirigente de la revolución y, como consecuencia, pasarse al bando de la burguesía.