En realidad, hablar de los juegos olímpicos a secas sería un poco estrecho. Es más, podríamos arriesgar la idea de denominarlos “los negocios olímpicos”, para poder entender un poco más de lo que se trata.
Las jugadoras argentinas de vóley de playa, muy buenas por cierto, tuvieron que usar lentes jugando por la noche para contentar a sus sponsor.
El negocio lo permite todo y en este caso olímpico el mamarracho no tiene límite. ¿En dónde quedó la antigua idea de que los participantes no eran profesionales? La palabra amateur desapareció de escena. Muy curioso todo, el espectáculo está en marcha y miles de millones de dólares engrosan bolsillos de empresas monopolistas que abarcan todo. Comunicaciones, prendas de vestir, pasajes aéreos, turismo, bancos, en fin, juegos olímpicos que se llevan muy bien con un capitalismo-imperialista globalizado.
En el mientras tanto, decenas de países participantes no tienen políticas de Estado para el deporte. Cuando hablamos de políticas de Estado estamos hablando para millones de personas, lo planteamos desde la concepción “mente sana – cuerpo sano” en donde el esparcimiento y el deporte sean una conquista de la humanidad.
En nuestro país y en los sucesivos gobiernos ese faltante fue y es un denominador común, sólo una élite puede acceder al deporte “pagando” cuotas y otras yerbas. Pero la gran masa de gente se la rebusca para poder instalar en sus familias la necesidad del ejercicio, del juego, del necesario esparcimiento como una conducta social.
Es cierto que nos ponemos contentos cuando un equipo argentino triunfa en una disciplina, incluso muchos de ellos, aunque profesionales, llevan la “camiseta puesta”, pero de lo que se trata de analizar es por qué en nuestro país no hay políticas de deportes capaces ya no de sacar a los niños de la calle sino, y sobre todo, involucrarlos en el concepto antes mencionado de “mente sana – cuerpo sano”.
El concepto de deporte para todo el pueblo no es negocio para los monopolios, allí está la génesis del problema y es lo que divide las aguas entre el sistema dominante capitalista y el sistema socialista por el cual estamos luchando en donde el Hombre pasa al primer plano de importancia.
Hoy en día, y a pesar de todas las políticas que generan los gobiernos contra el deporte popular, condicionados por donde se lo quiera observar, millones de ciudadanos se involucran para sostener lo que al Estado de los monopolios no le interesa, es así que la práctica deportiva rompe lazos con el Estado, con las instituciones que limitan la práctica deportiva, sobre todo niñas y niños de los cuatro puntos cardinales del país empujados y apañados por familiares, amigos y bajo el ala de múltiples organizaciones populares que sostienen la verdadera llama “olímpica” del deporte.
Imaginemos entonces con políticas del Estado revolucionario poner en marcha planes inmediatos, mediatos y de largo plazo imponiendo el sello de nuestra revolución que es el Hombre, como crecería exponencialmente una sociedad en el sentido más completo de la palabra.
Cuantas potencialidades deportivas se pierden hoy cuando la gran mayoría no puede acceder a su derecho innato de esparcimiento y desarrollo físico y cómo lo pueden ser también otras actividades fundamentalmente de orden cultural.
Cuántas potencialidades se frustran cuando el trabajo asalariado se impone con turnos rotativos, condiciones de trabajo inhumanas, transportes colectivos que consumen horas de vida, en fin, condicionamientos del sistema capitalista que frenan el desarrollo de la sociedad.
Mienten cuando nos dicen que la selección olímpica de futbol quedó eliminada por una AFA desquiciada, en todo caso es una verdad a medias, la peor mentira, los deportes en Argentina “no ganan ni pierden”. Al no haber políticas de Estado que fomenten todas las disciplinas deportivas siempre se pierde. Se producen estos quiebres estructurales, no se permite lanzar a millones a desarrollar sus aspiraciones. Así como están las cosas iremos de mal en peor aunque los monopolios se sigan llenando los bolsillos con olimpíadas cada vez más ilegítimas para los pueblos y tan beneficiosas para unos pocos.