Los medios de comunicación masivos, cuyas líneas editoriales, en su totalidad, siguen los designios de los monopolios (dependiendo, lógicamente, a qué facción de la lucha intermonopólica respondan) se encargaron impunemente de agitar la necesidad de un aumento tarifario justificando (al estilo del nefasto ex Ministro Cavallo) los porcentajes impuestos por el gobierno. Hoy salen, a los cuatro vientos, a agitar la audiencia pública con el afán de darle a ésta un ropaje que no tiene ni le cabe. Es decir, un último y desesperado intento de avanzar con el ajuste en las tarifas.
En el fondo, lo que tratan de esconder (como el avestruz), o al menos tratan de minimizar o ningunear, es la contundente derrota política que les infligió el pueblo argentino, obligando a todos los estamentos del Estado de los monopolios a dar un paso atrás con las medidas; golpe que abre nuevas y múltiples contradicciones en la situación política, sobre todo en la profundización de la debilidad del actual gobierno, y en una insolvente gobernabilidad que va creciendo.
El plan económico del gobierno en sus términos técnicos lo hacen aparecer como complejo y producto de una crisis económica donde, supuestamente, alegan dieron pasos para abrirse al mundo y así atraer “inversiones” que, en el fondo, son más de especulación financiera que productivas.
Pero ni tan complejo: el objetivo es quedarse con la chancha, los chanchitos y la máquina de hacer chorizos. Por un lado apuestan a la timba financiera, y por el otro, para terminar de ser súper eficientes, apuntan a planchar los salarios a través de la inflación. Es decir, el mundo ideal, el paraíso de los monopolios.
Si bien es cierto que tienen la dominación y el poder sobre nuestro pueblo, donde cada vez es más sufrida la vida, no es menos cierto que la tenaz lucha que crece cada día les embarró la cancha y les hizo fracasar sus intenciones de los tarifazos, por un lado, y dejó al gobierno y al poder mal parado políticamente. El tarifazo, el estado deliberativo y el descontento ya se plebiscitaron con los cacerolazos; esa fue la audiencia pública. Lo demás son manotazos de ahogados que intentan dar empecinados por su avaricia.
En esta batalla que ganó el pueblo argentino hay algo que se reafirma y que debemos valorizar en lo más alto: la masividad del descontento y la protesta es un elemento que le hace un daño tremendo a la política burguesa, no lo puede bancar. Esto puede tener varias explicaciones, pero nos vamos a quedar con una que es esencial en la actual etapa de la lucha de clases: la dominación política se basa en el voto a través del engaño donde necesitan cierto consenso de una gran mayoría del pueblo para después aplicar las medidas afines a sus intereses. De otra manera, para que cierren estas políticas, el camino es la represión (casos sobrados como las dictaduras y terrorismos de Estado, tenemos). Pero no hay cabida para esto, no tienen la mínima fortaleza política para ello. Tan solo por una infantil declaración de Estado de Sitio en el gobierno de de la Rúa, esto estalló como una caldera.
En nuestro país históricamente la dominación de la burguesía era una jueguito de alternancia de gobiernos democráticos burgueses con dictaduras. Las conquistas políticas de nuestro pueblo sepultaron los regímenes de facto, y ahora, con el descreimiento a la institucionalidad burguesa, sumada a la movilización con masividad, les condicionan sus medidas.