El reciente viaje del presidente Macri a la reunión del G20 ha sido promocionado por los medios burgueses como «una panacea de relaciones» que «reinsertarán a la Argentina en el mundo» para «que lleguen las inversiones»… Ya hemos publicado en nuestra página un análisis político respecto a la situación del imperialismo a nivel global y a cómo pesa la lucha de clases, todo esto vinculado a tan promocionado encuentro.
Queremos detenernos en este artículo en uno de los temas que trascendieron respecto a las tan mentadas «inversiones». Empresas de origen japonés, francesas, inglesas, chinas, coreanas y australianas (entre otras) proyectan instalarse en el norte argentino: los «seduce» la eliminación de las retenciones a la minería y sobre todo, las reservas de litio. Se fortalecieron proyectos mineros en Salta, Jujuy y Catamarca enfilados específicamente hacia este producto (muy apreciado por la industria mundial). Inclusive, en la pasada visita de Francoise Hollande vinieron en la comitiva empresarios del grupo minero de origen francés Eramet, que planea invertir 260 millones de dólares en un yacimiento de litio. En el contexto regional, aparece un elemento no menor: la explotación del litio a privados no está autorizada en Bolivia (por el rechazo que hubo de las poblaciones del Salar de Uyuni); y Chile no entrega más concesiones por el momento. Así, Argentina queda como «la princesa» apetecible en el denominado «triángulo del litio» en el mundo: contamos con la cuarta reserva mundial de este mineral, perseguido por grandes compañías como Panasonic, Toshiba, Samsung o Motorola, sumado a las automotrices, entre otras.
El litio, llamado a ser uno de los sucesores del petróleo, se utiliza desde pilas y baterías hasta cerámicas y medicina; está presente en la vida cotidiana, tal como el combustible negro a través de los plásticos. Y aunque todavía no alcanzó el techo de sus posibilidades, se anticipa el boom que vivirá de la mano de autos híbridos y eléctricos, que usan baterías de litio.
Las salinas de la Argentina, Bolivia y Chile concentran el 85% de las reservas mundiales de este mineral y conforman un triángulo que la revista Forbes ha denominado años atrás como «Arabia Saudita del litio”. Al menos 12 empresas transnacionales trabajan hoy sobre los salares del norte argentino para determinar la factibilidad de extracción de litio. Gran negocio: en 2008 sólo uno de sus derivados (el carbonato) movió USD 590 millones.
El país ocupa el tercer lugar en importancia en cuanto a reservas mundiales (que se estiman en once millones de toneladas métricas). El primero es Bolivia, que concentra el 50% en el Salar de Uyuni, y el segundo, Chile, que tiene el 25% con el Salar de Atacama.
Hace algunos años, a través de uno de sus “proveedores”, Toyota Motor Corp. se aseguró el suministro a largo plazo de litio de Argentina, en lo que constituye uno de los primeros acuerdos globales de recursos naturales en la era del auto eléctrico.
Pese a que el litio se encuentra en formaciones rocosas en varios continentes, es en pocos lugares que se halla justo debajo de la superficie de las salinas, donde el clima y la geografía hacen que la extracción sea más barata.
La minería del litio se basa en la extracción de recursos naturales. A diferencia de su prima hermana, la minería metalífera a gran escala, no comparte la voladura de montañas ni el uso masivo de explosivos y cianuro. Pero las une el aspecto más cuestionado: el uso monumental de agua en una región de extrema sequía.
En Jujuy y Salta, las comunidades están en lucha desde hace varios años. Inclusive con presentaciones a la Corte Suprema. Poblaciones que de alguna manera le han puesto un freno a la ambición capitalista: del agua dependen todas esas comunidades.
“La explotación de la minería y la afectación del uso del agua –con el absoluto desconocimiento (ocultamiento) de los permisos otorgados, las cantidades asignadas, y mucho menos el tipo de utilización y saneamiento de la misma por parte de las empresas – en una zona árida por excelencia, repercute en una forma especialmente dañosa para las comunidades indígenas, radicadas desde tiempos inmemoriales en las zonas afectadas por tales emprendimientos”.
Las Salinas Grandes constituyen un ecosistema único que se encuentra dentro de territorios ancestrales de vida, cultura e historia de los pueblos Kolla y Atacama, que provee de recursos naturales de uso común que son necesarios para su subsistencia, como el agua y la sal, que les permiten la vida, el trabajo y la producción.
Esos pueblos tienen claro que la única garantía de que se escuchen estos reclamos es la movilización y la lucha por nuestra dignidad. Ya en 2010, esas comunidades denunciaban que había empresas que estaban explorando las salinas. Comenzaron a organizarse y rápidamente se sumaron todas las comunidades con posesión ancestral en las salinas y zonas de influencia, conformando un espacio unitario para defender sus derechos contra el avance de estas mineras, exigiendo se les entreguen los títulos comunitarios de las tierras que les pertenecen.
Como en muchas otras partes de Latinoamérica, las salinas y la forma de vida de estos pueblos está amenazada por la ambición y el intento de saqueo de los monopolios y los Estados a su servicio.
Por eso, mujeres, hombres, niños y jóvenes se movilizan y dicen:“A muchos de nuestros hermanos los corrió y mató la soja. A nosotros nos quieren hacer lo mismo, pero con la minería, con este metal para las baterías. Nosotros no comemos baterías, nosotros vivimos del salar. Por eso estamos acá y defenderemos como sea nuestra tierra».