El gobierno de Macri, al igual que los gobiernos que lo precedieron, está al servicio de los dueños de los monopolios quienes, como sector más concentrado de la burguesía se han apoderado del Estado. La economía, la política y las usinas ideológicas funcionan de acuerdo el interés de ese sector de clase. Todos los altos funcionarios del Estado son de la burguesía y defienden los intereses de ese sector más concentrado.
La forma en que los monopolios realizan sus ganancias es imponiendo a los llamados mercados condiciones despóticas, haciendo que los capitales más pequeños se subordinen a sus dictados. De esta forma, los pequeños propietarios tienen dos opciones de hierro: o se «asocian» a la oligarquía financiera, en la medida en que ésta se lo permita, o subsisten hasta retirarse del mercado por la imposibilidad de competir en una relación cada vez más desigual.
Con la misma metodología, los monopolistas se comportan frente a los trabajadores pero en una relación aún más desigual. Desde el primer paso dado en la producción de cualquier rama ya está predestinado qué es lo corresponderá al trabajador y al gran capital en la distribución de lo producido: Al trabajador el salario, y al capital la ganancia. Eso es así porque los medios de producción (fábricas, tierra, máquinas, fuentes y generadores de energía, etc.) son de propiedad de esa burguesía, y ese título de propiedad les otorga por ley, la propiedad de todo lo que se produce en ellos, aunque el trabajo lo hagan el obrero y los trabajadores.
Por su parte, salario y ganancia es una relación de producción inversa. Si crece uno se achica el otro y viceversa. Ahora, para ganar posiciones en el mercado, los monopolios que luchan intensamente entre sí para ocupar mayores lugares, requieren cada vez más acumulación de capital y, para ello, deben optimizar sus ganancias. Y, como dijimos, eso se logra a costa del salario.
Cuando los gobiernos ajustan al salario, y aumentan impuestos, al tiempo que crecen los precios, se está achicando el ingreso de los trabajadores que es el salario. Y, con la excusa de sostener la fuente de trabajo se les da además subsidios o préstamos a baja tasa de interés a las grandes empresas monopolistas y sus socios capitalistas menores. Es evidente que es necesario romper esa relación social para poder destapar las energías enormes existentes en el pueblo capaces de revertir toda la gran riqueza que podemos producir y disfrutar así como gozar espiritualmente desarrollando lo mejor del ser humano.
Toda esta movida tendiente a sostener el capitalismo con su enorme secuela de miseria, crisis crónica y degradación social, existe con apoyo de leyes, avales judiciales y decisiones gubernamentales. Todos los poderes del Estado confluyen en un mismo fin al servicio de la burguesía monopolista.
La concentración monopolista es la consecuencia de este proceso que también se refleja en una tendencia a la centralización en las decisiones políticas, judiciales y legislativas que, dicho sea de paso no es un jardín de rosas para los propios monopolios que intensifican su competencia y contradicciones. Y esto es totalmente contrario a la democracia que dicen sustentar.
El proletariado y las grandes mayorías populares, no participamos en nada de esta falsa democracia. Desde el Estado nos imponen todo. Sólo ejercemos democracia en las movilizaciones y las luchas en donde la autoconvocatoria y las asambleas se instituyen como expresiones directas de la voluntad del pueblo para poner fin a tanta orgía capitalista.
Así como la concentración y la centralización monopolista en economía es un proceso irreversible por lo dicho más arriba, la esencia de las instituciones del Estado y la República tenderán cada vez a más autoritarismo y a ser más antidemocráticas para el proletariado y el pueblo, salvo que se les ponga coto.
Las movilizaciones y las luchas les ponen un freno a las ganancias de los monopolios arrancándoles mayores salarios y mejores condiciones de vida, de la misma manera, esas luchas conquistan espacios democráticos para las grandes mayorías populares. Pero sólo una revolución del proletariado y el pueblo contra el poder de la burguesía monopolista y su Estado, puede resolver definitivamente esta situación.
Toda propuesta política que pretenda presentarse como reguladora del sistema capitalista es totalmente falsa y mentirosa. Toda propuesta política que denuncie al imperialismo (que son los monopolios en el poder) y que no combata al capitalismo hasta su destrucción, es igualmente falaz. Toda propuesta política que plantee el socialismo y que no proponga la conquista del poder y la expropiación de los medios de producción para que pasen a mano del proletariado y el pueblo para que los hagan trabajar socialmente en su beneficio, es también contrabando ideológico que, al igual que las otras, pretende interponerse a las ansias liberadoras que anidan en lo profundo de este pueblo.