Las audiencias por el tarifazo del gas que se llevaron a cabo en este pasado fin de semana transitaron por el espacio político tal como lo hacen cada una de las discusiones que la burguesía monopolista y sus gobiernos de turno le proponen al pueblo. Es decir, sin pena ni gloria para las mayorías populares.
Según lo expuesto por los medios masivos y las altisonantes voces de las instituciones, muchas de las cuales dicen defender los intereses del pueblo, organizaciones de consumidores, etc., la presencia en los auditorios cerrados en donde se llevaron a cabo, fue selectiva dejándose afuera, con prohibición de ingreso, a organizaciones y gente que se había anotado para concurrir. La falsa audiencia pública, llevada a cabo sin público y a puertas cerradas, duró una jornada de tres días. El discurso inicial de apertura fue dado por el impresentable y conspicuo miembro de uno de los más grandes monopolios gasífero, petrolero y financiero, ministro Aranguren quien defendió a rajatabla el aumento del 203% que impulsa el gobierno desde que se vio obligado a retroceder desde el pretendido 1000% a causa de la gran repulsa popular.
Lo demás fueron reclamos, denuncias y alardeo de estadísticas y cifras que intentaban cuestionar dicho aumento. Desde el viernes al domingo la presencia de los representantes de las instituciones fue mermando progresiva y vergonzosamente confirmando así que, para muchas de las instituciones anotadas y autorizadas para participar del circo montado, los fines de semana no son días aptos para tal menester, dejando para otras oportunidades que se dieran en días hábiles la posibilidad de expresar la opinión tan «valiosa» que pudieran aportar.
Porque, como bien estaba aclarado de antemano, las audiencias no son vinculantes. Es decir que, a pesar de haberse llevado a cabo una catarata de expresiones de repudio a los aumentos anunciados, el gobierno no estará obligado por ley a moverse un ápice de su voluntad de aumentar el gas al porcentaje que decidió hacerlo. ¡Hermosa democracia que garantiza el interés de las mayorías populares!
Así funciona la «democracia» de los monopolios. Se trata del despotismo más artero. Una burla para la gente. Lo mismo ocurre con las elecciones a las que nos llaman a participar como si fuera el sumun de la expresión popular. Así actúan los gobiernos en todos sus niveles (nacional, provincial y municipal). Los ejemplos son cientos y a diario. La opinión y los intereses de las mayorías que todo lo producimos no les interesa para nada a quienes toman decisiones de Estado que afectan nuestras vidas y futuro. Sólo quieren sostener en apariencia una participación del pueblo para decidir lo que ellos quieran o lo que les permita la confrontación con la fuerza del movimiento social de la clase obrera y el pueblo.
Por eso, lo único que puede variar el sentido de la decisión de los señores del poder es la movilización y la lucha del pueblo. La fuerza que los hace retroceder, dudar y tomar otras decisiones no nace nunca del legal funcionamiento institucional.
Por eso el vergonzante papel del reformismo y el populismo en las instancias institucionales del sistema, lo único que hace es engordar la imagen de funcionamiento democrático que necesita la burguesía monopolista para dar una apariencia de legitimidad a sus decisiones políticas, judiciales y económicas que resuelven entre cuatro paredes a espaldas de las grandes mayorías populares.
El sistema capitalista está agotado y la «democracia» circense que a diario queda en evidencia, es la expresión en lo político que ya no da para más.
La verdadera democracia proletaria y popular está, como lo venimos diciendo, en las calles, en la lucha, en las decisiones que el pueblo toma en las asambleas en cada fábrica, lugar de trabajo, escuela o barrio. En las organizaciones que el pueblo sabe darse para discutir, aprobar y ejecutar su voluntad hacia los objetivos que emprende para lograr la conquista de sus intereses.
Ése es el camino para despuntar lo nuevo que crece, lo revolucionario que se coronará con la toma del poder. En ese camino debemos robustecer la democracia directa única forma en que el pueblo puede llevar adelante su voluntad.