En estos días toda la prensa burguesa en la voz de sus analistas sale al unísono a promover salidas y soluciones a la crisis estructural en nuestro país. A modo de catálogos o de recetarios, hay soluciones por doquier y de todo tipo: inmediatas, de corto alcance, de mediano plazo, económicas, políticas, culturales y sociales, todas destilan un aire aparentemente optimista y de sana preocupación, todas expresan que al final de esta precipitada y aguda situación, siguiendo por los caminos indicados, estas soluciones harán de nuestro país un lugar óptimo para el desarrollo pleno y sustentable. Más allá de los matices que expresan, todas coinciden en que la solución es la reducción de costos, la productividad y el cambio de la legislación laboral. Léase en este orden achatamiento salarial, aumento de la explotación y avasallamiento de los derechos políticos y económicos de los trabajadores, es decir, mayor sometimiento a las condiciones de los monopolios. En ello el racconto de las cifras de la pobreza, la desocupación y el empleo en negro son el fundamento de los mismos, pero el objetivo es la ganancia.
Pero dejemos que hablen nuestros especialistas. La editorial del diario La Nación del 5 de octubre nos dice que “No es cierto que una sociedad que se desarrolla económicamente sólo lo haga en beneficio de las clases más adineradas sin que se beneficien los segmentos de menores ingresos.” La clase “más adinerada” es la burguesía monopolista y los segmentos de menores ingresos son los sectores ligados a la producción monopolista como las llamadas pymes u otros núcleos intermedios de la burguesía. Si con esto se refiere a los trabajadores o a los “pobres” salta a la vista que en el capitalismo el salario o el ingreso que perciben, está en proporción inversa con la ganancia de los monopolios, si el salario aumenta, la ganancia se reduce y viceversa, por ende esa conclusión de que ganando los monopolios ganan los trabajadores y el pueblo, es tan falaz como superficial. «Tanto la inversión como la creación de empleo pueden tener un claro desincentivo en reglas laborales que, con el propósito de proteger los derechos de los trabajadores, afecten severamente la productividad e incrementen el costo laboral y el riesgo» Si apenas en dos renglones de un articulo bastante extenso y sesudo se dice esto, imagínense lo que dice en su totalidad.
Otro encumbrado de esos que acumulan horas flexibilizando sus horas de trabajo para decirnos en una serie de puntos cómo deben ser las cosas para sacar el mayor jugo posible de la explotación del trabajo ajeno y todo marche viento en popa, es el Señor Julián de Diego. Él nos dice a modo de plan que “El modelo rígido de categorización se debe transformar en roles basados en la polivalencia funcional y en la multiprofesionalidad, dotada de la capacitación requerida para asegurar la idoneidad.” ??????.. La flexibilidad laboral, además de lo que ya saben todos los trabajadores, tiene entre otras cosas, elásticas y retorcidas posibilidades lingüísticas para ser expresada. Prosigue: “La jornada de horas fijas y predefinidas, debe ser reemplazada por jornadas flexibles (flex time), por jornada partida o adaptada a las necesidades operativas (part time), o la jornada intensiva (full time) o con la jornada promedio o por un adecuado intercambio entre disponibilidad y descanso; etc… Los descansos extensivos (vacaciones feriados, fines de semana) deben adecuarse a cada sistema, (flex time, part time o full time).
Las condiciones inconstantes y anárquicas en las que se desenvuelve la producción capitalista actual, en la búsqueda de las ganancias, intentan adecuar la producción a la crisis estructural y sus vaivenes, por consecuencia los monopolios buscan subordinar totalmente la vida de los trabajadores a las necesidades de las ganancias, a sus tiempos y requerimientos exclusivos. Todos estos sistemas de trabajo Flex time, part time, full time, que implican formas de contratación transitoria y pasajeras, discontinuidad laboral, pérdida de derechos políticos, reducidos descansos, etc… son profundamente inhumanas, son la respuesta que los monopolios tienen para profundizar el régimen de explotación reduciendo el salario y aumentando la productividad. Son la adecuación a sus condiciones de crisis y descomposición de un régimen de explotación en decadencia que no tiene solución.
Los ajustes de ingresos en base a la inflación a la presión sindical y a la huelga salvaje deben dar lugar y espacio al salario que deberá basarse en los resultados, en el rendimiento, en el logro de los objetivos, y por ende en la productividad y en la búsqueda de costos competitivos. La negociación colectiva contaminada por la pérdida de la cultura del trabajo y con la inflación, debe dar espacio a cláusulas que aseguren la meritocracia, el rendimiento de la producción, y los objetivos en base a la colaboración dentro de la comunidad productiva”. En el mismo sentido concluye el artículo del diario La Nación mencionado arriba “Tanto la inversión como la creación de empleo pueden tener un claro desincentivo en reglas laborales que, con el propósito de proteger los derechos de los trabajadores, afecten severamente la productividad e incrementen el costo laboral y el riesgo”
Todo un decálogo que expresa, a dónde apuntan las ampulosas palabras de cambios estructurales que demandan los llamados inversores. No sólo expresadas en el mini Davos de hace un mes, sino profusamente en el llamado coloquio de IDEA, donde los monopolios dirimen los pasos a seguir para imponer sus políticas de explotación hacia la clase obrera. No es casual el por qué hablan de pobreza y empleo en negro y, a renglón seguido, vuelcan estos planes. Que son, sin lugar a dudas, una extorsión a las conquistas de las condiciones laborales alcanzadas y también un medio para utilizar la numerosa fuerza de trabajo disponible y desocupada que abunda en nuestro país, como pesa que tire hacia abajo el salario y aumente las condiciones de explotación. El problema que tienen es que este recetario no es novedoso como se intenta hacernos creer. Las causas son la política de los monopolios. Que en otros momentos de la historia adquieran otro matiz político “un modelo” diferente no basta para esconder los promotores reales de la misma. Se pretende atacar un problema con las mismas recetas que le han dado origen y no se logra más que un mejunje indigerible para ellos. Inclusive las mismas que han promovido un formidable ascenso de la lucha de clases como respuesta a esta situación. Sobre la base de estas condiciones que los han obligado a retroceder frente a las luchas de la clase obrera, buscan salir del marasmo de la crisis. Su debilidad salta a la vista y justamente porque no hay que subestimar todos estos intentos, la necesidad de desarrollar la acción política y la lucha revolucionaria de la clase obrera pasa a primer plano no sólo en relación a situaciones coyunturales sino en relación a una estrategia de poder.