La burguesía monopolista tiene harta dificultad en unificar políticas de negocios y de gobierno en general, debido a la intensa competencia existente entre los capitales. Es por eso que la única manera de avanzar es mediante la imposición y sometimiento del resto de los monopolios a los designios momentáneos y fugaces del que, en el momento de la decisión, aparece como el más fuerte.
La movilidad de los que se imponen sigue el ritmo de la movilidad de la centralización de capitales.
Pero a la hora de tomar decisiones sobre la llamada «disminución de costos», todos acuerdan en lo mismo. Son dos, principalmente, los aspectos que se vinculan a esta medida: La disminución de los recursos fiscales a todo lo que no sea negocios y el achatamiento de la masa salarial.
Cuando se habla de la famosa reducción del déficit fiscal, en realidad lo que quieren decir es la disminución de dineros destinados para la masa de trabajadores y pueblo: educación pública, viviendas, salud pública, ayudas sociales, etc.
Dos son las vías que utilizan mayormente: recurri r a las reservas del tesoro nacional tal como lo hizo el gobierno de Kirchner o el endeudamiento tal como lo hace este gobierno. En ambos casos, sobre los que pesa la devolución de esos fondos son los hombros de los trabajadores y el pueblo, quienes tienen que sacrificar sus ingresos para pagar las deudas con los organismos financieros o para reponer los dineros de las arcas del banco central.
El otro aspecto, el de la masa salarial, tiene otros condimentos tales como el alargamiento de la jornada laboral (cuatro turnos, 6 x 1, horas extras, eliminación de derechos laborales, etc.), y la intensificación de la productividad (aceleración de los ritmos de trabajo, eliminación de puestos de trabajo con la misma o mayor producción, y otros mecanismos). Todo apunta a bajar la parte del producto que se distribuye al trabajador , o sea el salario.
También, cuando, en virtud de la lucha de clases, les es imposible bajar los salarios, se aumentan generalizadamente todos las mercancías produciéndose inflación. En suma, es otra forma de bajar los salarios.
Uno y otro método son utilizados por los gobiernos de turno respondiendo al sacrosanto principio de no disminuir las ganancias monopolistas.
Las ganancias de los monopolios y de la burguesía en general nunca se han considerado costos a reducir. Y esta trampa es lo que se ha instalado con tinta indeleble en la conciencia social, a tal punto que parece natural.
El salario y la ganancia salen del mismo trabajo del obrero. Es el obrero el que paga su propio salario y el que genera la ganancia de los burgueses. Y los aportes al fisco, salen de toda la población laboriosa porque cuando los monopolios pagan algún impuesto, por más mínimo que fuera, sale también del trabajo de obreros y empleados.
Bajar el costo país, que es el empeño en el que está concentrada la burguesía y su gobierno actual es, sin más vueltas, depreciar las condiciones de vida de los trabajadores.
Por medio de las dos vías más comunes quieren, los gobiernos de turno, bajar nuestros ingresos pretendiendo obtener el mismo resultado.
Pero, gobierno de un signo o gobierno de otro signo político, se tienen que enfrentar a una misma lucha que es la que a esta altura del año, se está generalizando en todo el país, por demandas de apertura de paritarias, bonos de fin de año y mejoras en las condiciones laborales.
El golpe por golpe contra los designios de la burguesía que intenta sostener sus ganancias y los trabajadores y el pueblo que pujan por sostener su nivel de vida y mejorarlo es la característica de la hora actual que se mantiene viva en la contienda de esos intereses antagónicos.
No habrá paz social si la lucha no se decide a favor del pueblo. Y aunque la misma se logre, tendrá una duración efímera y tan volátil como lo es la supremacía de un monopolio, o conjunto de ellos, por sobre el resto de sus pares.