Ni cambio de “paradigma”, ni “nuevo” capitalismo, el triunfo de Donald Trump es más crisis política para la oligarquía financiera. Lo que sí sabemos es que a la clase dominante, si algo le faltaba para agudizar todas sus contradicciones, era esto. Un nuevo gerente de un sector de los monopolios para realizar uno de los más grandes “gatopardismos” de la historia: “cambiar algo para que nada cambie”.
La rueda de la historia no va hacia atrás.
Los procesos de concentración y centralización del capital hasta aquí presentes seguirán hacia adelante independientemente de la voluntad de la nueva administración norteamericana.
El tema central es el político.
Trump gana las elecciones con un discurso nacionalista. Fundamentalmente intentó dar respuesta a una clase obrera industrial norteamericana, otrora la primera generadora de riquezas del planeta, y a amplios sectores populares del mismo país. Los capitales que pusieron en marcha “el sueño americano” fueron en búsqueda de bajos salarios y lo lograron. La globalización permitió que se adecuaran todos los negocios sobre la base de mayor productividad y bajo salarios. Ese costo lo pagaron los pueblos del mundo incluyendo pero se sintieron tocados también los pueblos del “primer mundo”. Sus chimeneas se cerraron en sus propios países.
Este discurso nacionalista es en los marcos de la globalización y está literalmente subordinado a ella. De ninguna manera existe posibilidad histórica alguna de subordinar la globalización al nacionalismo.
Para gobernar, la burguesía necesita del engaño, para sostener el sistema capitalista lo mismo y cuando la crisis política aprieta, cuando los pueblos del mundo se tornan intolerantes aparecen los discursos de “izquierda” y los discursos de “derecha” muchas veces cargados de frases altisonantes pero que, de ninguna manera, rozan el más mínimo “sabor de cambio”.
Se trata de “mejorar”, maquillar el sistema capitalista para fortalecer a los verdaderos dueños de los medios de producción y cambio, los monopolios.
EEUU seguirá matando población civil en Siria, Turquía, y otras partes del planeta. EEUU seguirá siendo parte y arte en la explotación y opresión de los pueblos del mundo que trabajan a cambio de un salario indignante. EEUU continuará extorsionando política-económicamente y, de ninguna manera, dejará de atacar a la naturaleza como lo ha venido haciendo durante de décadas.
EEUU será un Estado cada vez más sujeto a los monopolios que no tienen patria. Este nuevo gerente-administrador estará sujeto a miles de acuerdos transnacionales, tratados de todo tipo que en su escencia apuntan a la cada vez mayor chatura de los salarios en el plano global, Trunp es más de todo ello, intentará profundizarlo porque se necesita adecuar el negocio a las nuevas superestructuras que exigen cambios y que los mismos van a contrapelo del sistema.
Con Trump se caen las caretas, el imperialismo no puede disfrazarse. “Aunque la mona se vista de seda, mona queda”. Esto le cabe a Trump y también a Clinton.
El capitalismo, en su etapa imperialista, será cada vez más feroz. Sus disputas ponen en vilo a los pueblos del mundo con guerras que prácticamente son de orden mundial. Esa crisis se agudizará y una vez planteado el “nuevo” presente, el futuro promete un grado de complejidad muy alto.
Pero de lo que sí estamos seguros es que los pueblos seguirán batallando en el planeta por ensanchar las libertades políticas, que ningún pueblo del mundo extiende ya cheques en blanco a la política de la clase dominante y, mucho menos, a sus políticos y su justicia. El pueblo norteamericano no se detendrá, no será “vergonzante” como lo caracterizan los medios masivos de comunicación, ha pateado el tablero y ha expresado que no quiere más de lo mismo. ¡Ahora irá por el propio Trump! Eso es solo cuestión de tiempo.