El gobierno -y con él, toda la clase burguesa- centran sus problemas en la baja salarial. Para ello se necesita un espalda ancha, suficientemente fuerte en lo político, que les permita gobernabilidad de por medio “domesticar” a la clase obrera y a todo el pueblo sin sobresaltos mayores.
Hablan y hacen mucho de nada. O sea, nada.
Allí radica el problema central y es eso lo que se está debatiendo en la Casa de Gobierno, en el parlamento y en cada gerencia de los monopolios que tienen su pie en las instituciones del Estado.
Cada uno tiene su “fórmula” para llegar a buen puerto, la clase burguesa sabe lo que quiere (bajar el salario) pero le cuesta y sabe que no puede gobernar como quisiera gobernar. Los intereses inter burgueses en juego exacerban sus contradicciones, pero los que los conmueve es el “abajo”. El descontento ha crecido verticalmente, la plata no alcanza, los tarifazos no se dan simplemente en las facturas de servicios que popularmente se llaman impuestos, el costo de los alimentos se vuelve contra la familia y pegan a diario en el corazón mismo de la sociedad. Hay despidos, hay incertidumbre permanente y la olla de presión continúa con prisa y sin pausa.
El gabinete del gobierno con su presidente Macri a la cabeza comienza a asimilar que la lucha de clases “existe”. No se han puesto a leer los clásicos de marxismo en el retiro que realizaron, pero las calles pobladas de movilizaciones y reclamos les anuncian que esto será un “toma y daca”, y que la gobernabilidad de la burguesía como clase atraviesa una larga etapa de crisis que empeora cada día. Los negocios se hacen, pero el largo plazo en donde se solidifican las bases de la explotación deja mucho que desear a un arco importante de la oligarquía financiera.
Argentina no es China, India, Vietnam o Indonesia, que vienen desplazando a dos potencias industriales del mercado norteamericano, con productos que para producirse se pagan salarios chatísimos y en condiciones de trabajo esclavistas.
En Argentina la clase obrera no se ha disciplinado. La transmisión “genética” de la lucha de clases deviene de un pasado no olvidado. La burguesía vive sobresaltada y lo “señoritos” que nos gobiernan lo vienen entendiendo.
De este lado de la barricada tenemos que asimilar que cada calle tomada, cada conquista lograda, cada embestida contra la burguesía, produce una sorda acumulación de fuerzas que corroe la gobernabilidad de la clase dominante. También nos advierte de la imperiosa necesidad de persistir en la aparición masiva del proyecto revolucionario. En la nota de ayer respecto a Diciembre de 2001 se corrobora la constante lucha de nuestro pueblo en las peores condiciones establecidas en cada momento histórico.
No es suficiente –entonces- que no estemos disciplinados a la clase dominante bajo un sistema capitalista injusto por donde se lo quiera mirar. Se trata de que todo este torrente de lucha obrera y popular se encamine a la revolución, que ponga los medios de producción en manos de todo el pueblo.
Sobre la base de las actuales condiciones de lucha y enfrentamiento, sobre las bases de organización que nuestro pueblo se ha dado, hay que seguir elevando el grado de independencia política y organizativa, por fuera de las instituciones del Estado.
Generalizar un permanente estado deliberativo y masificar la Asamblea con democracia directa en cada lugar, nos permitirá desplegar diferentes formas de organización política entre las masas. Debemos legitimarlas en los hechos cotidianos, legalizarlas entre el pueblo, elevarle el contenido de poder popular y darle cuerpo a esas fuerzas ya lanzadas.