Bajo la presión no sólo del paro del transporte, sino también del caldeado estado de ánimo que campea en todas las industrias y lugares de trabajo en los que los trabajadores son alcanzados por el impuesto al salario, se llevó ayer a cabo la reunión entre el gobierno y los capangas de la CGT para definir el tema del mínimo no imponible.
Finalmente se llegó al acuerdo de establecerlo en $ 37.000 brutos mensuales para un trabajador casado y con dos hijos, y en $ 27.941 en el caso de un trabajador sin cargas de familia. Entre los jubilados, quedarán exceptuados quienes cobren un haber equivalente a cinco jubilaciones mínimas (alrededor de $ 30.000).
Con esta medida a aplicar a partir del 1 de enero de 2017, el oficialismo reconoce su retroceso e informa que unos 400.000 trabajadores más 140.000 jubilados dejarán de pagar dicho impuesto.
El resultado de esta medida, cambia totalmente el rumbo que, hasta hace unas dos semanas, el gobierno, representante de los intereses de la oligarquía financiera, pretendía aplicar para dar una vuelta más al torniquete de la superexplotación a los obreros de la industria monopolista y en general a todos los trabajadores quienes se verían perjudicados, por reflejo, ante la reducción de la masa salarial que se paga en todo el país.
Los medios masivos de difusión explican que los actores políticos que gestaron la medida son el ministro de trabajo, Jorge Triaca, el de Interior, Rogelio Frigerio, el coordinador de la Jefatura de Gabinete, Mario Quintana y el triunvirato de la CGT pro empresaria Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña, bajo la supervisión personal (destacan) del presidente Mauricio Macri.
Sin embargo el actor político fundamental fue la masa de los propios trabajadores que ejerció presión desde cada uno de los lugares de trabajo, con movilizaciones, asambleas y con el paro de ayer que ejecutaron los transportistas; medida ésta que pretendió apadrinar la UTA y otros capitostes de gremios del transporte pero que, en realidad, fue mucho más extendida que el paro acotado que los burócratas pretendían realizar. Y esto es así, porque la burguesía desde las instituciones del Estado, ni desde la jefatura de la CGT puede disciplinar ni apaciguar los ánimos encendidos de los trabajadores que tiñe a toda la población.
Una y otra vez, la ideología burguesa sostenida por la propia partidocracia del sistema en sus versiones de derecha e izquierda pretenden mostrar que los actores políticos son los personajes, instituciones y dirigentes a quienes llaman autoridades, líderes o «representantes», cuando en realidad los actores políticos esenciales son las dos clases sociales en pugna antagónicas entre sí: la burguesía y el proletariado.
La primera sí tiene representación política efectiva (aunque esté dividida en múltiples partidos, tendencias y quioscos institucionales, tantos como la cantidad de sectores burgueses existentes peleando y matándose entre ellos por una mayor participación en la torta de los negocios).
La segunda, el proletariado, carece de expresión política propia, genuina, nacional, que la represente en toda su magnitud en forma transparente blandiendo sus intereses por la liberación de la esclavitud asalariada.
Así y todo, este actor político, la masa de proletarios, tienes expresiones políticas y organizativas germinales que es menester unir en un solo haz para avanzar hacia la salida política que la lleve a la liberación de la explotación.
La fuerza que el proletariado tiene a pesar de esa carencia, se viene demostrando desde hace tiempo con cientos y miles de batallas ganadas como por ejemplo este paso importante en relación al impuesto al salario que desbarajusta los planes centrales de la burguesía para disciplinar a los trabajadores y ejercer sobre ellos mayor explotación reduciendo la masa salarial.
Pero esto no es suficiente y entonces es sumamente necesario dar pasos concretos en ir generando, desde la movilización, una unidad orgánica que nuclee a esas fuerzas y expresiones políticas de base que pululan en todo el territorio nacional en forma dispersa, que permita por ejemplo, avanzar en la conquista de mejores salarios y condiciones de vida, ya que los falsos representantes nunca lo harán por nosotros. Crear e impulsar el nacimiento de otras muchas organizaciones en las que participen activamente las masas dispuestas a la lucha y miles de veces engañadas por la mentira de quienes dicen representarla y pretenden remplazarlas en la toma de decisiones, ligarlas entre sí bajo un solo objetivo revolucionario, con la metodología de la democracia directa y la institución de las asambleas, junto a todos los sectores populares que también luchan contra la opresión de la clase dominante y minoritaria que rige los destinos del Estado a su servicio.