Las contradicciones de la burguesía monopolista se agudizan, fundamentalmente, porque la efervescencia que expresan las luchas populares no les dan respiro, en un diciembre mucho más caliente de lo deseado por todos ellos. El conflicto en el CONICET, la toma de la Comisaría 38, movilizaciones y reclamos por las inundaciones, por nuevos hechos de inseguridad, etc., así como la voluntad inquebrantable de una clase obrera que no se deja doblegar, firme en cada centro de trabajo, nos muestran el verdadero epicentro político de nuestro país. Lo demás, toda cáscara vacía, “fulbito pa´ la tribuna”.
Los sectores más lúcidos de la burguesía no pierden oportunidad de tratar de alinear y ordenar sus filas políticas, pugnando por una especie de “partido único de la oligarquía financiera” en donde “oficialismo y la oposición” garanticen la gobernabilidad y el ajuste, pugnando para que las chicanas y lobbies que los mueven, queden en un segundo plano. Y no lo logran porque la profundidad de la crisis política los atraviesa de cabo a rabo.
En esencia -más allá de discursos “progres” de ocasión- todos acuerdan con aplicar más ajuste al pueblo trabajador. El problema que tienen es cómo hacerlo, en un escenario político en donde a los ojos del pueblo, la expropiación, la explotación y el saqueo que imponen los monopolios queda totalmente al descubierto.
La soberbia, la impunidad y la subestimación al pueblo, son sus “motores” a la hora de una nueva vuelta de tuerca para intentar aplicar aumentos de tarifas, quita de subsidios a los servicios, reducción de salarios vía inflación y aumento generalizado de precios.
Pero el gobierno de los monopolios y sus secuaces bien saben (porque lo sienten en su propio cuero) que ese “camino” muy lejos estará de ser un paseo por un lecho de rosas. Ya está visto que el resultado en las urnas poco y nada les significa hoy, desintegrado en menos de un año. Y saben también que empiezan a encontrarse frente a una clase obrera que comienza a saber pegarles en el plano de las conquistas económicas y en el plano político.
Las lacras sindicales también ya lo sienten y lo saben. Su irrepresentatividad los hace caer en picada y están advirtiendo (como buenos felpudos del poder monopólico, como basura e inmundicia que son), que por abajo el horno no está para bollos.
La burguesía choca de frente con algo que necesita como el agua: el consenso político para disciplinar a la clase obrera. Frente a una mayor intensificación de las protestas populares en todos los planos, el frente interno de la burguesía monopolista no resuelve su crisis política y, paralelamente, la clase obrera y el pueblo comenzamos a encontrar los caminos de unidad política en el terreno de la lucha.
El objetivo de ellos ya está dicho: quieren ajustar con más productividad. Nosotros les decimos: no a la explotación, pase a planta de los contratados y aumento de salarios ya. Ellos quieren un alza de precios, nosotros les decimos: basta de aumento del costo de vida, por una vida digna para el pueblo, y les imponemos nuestra lucha salarial sin techo.
Ellos quieren ajustarnos con servicios más caros, nosotros ampliamos la movilización y la protesta a todos lados y sectores.
Ya no estamos en la época donde el engaño burgués ganaba en el terreno de las expectativas. El escenario hoy es otro: bronca, hastío, descrédito, desprecio y desconfianza total a los poderosos. Eso es lo que predomina en la clase obrera y el pueblo; en donde nadie quiere retroceder ni un solo paso en nuestras reivindicaciones, económicas, políticas y sociales.
La continuidad y contundencia de las luchas obreras y populares son el piso para comenzar a dar pasos fundamentales para la Revolución. La constitución y el fortalecimiento de las organizaciones políticas independientes de la clase obrera, son la base fundamental para profundizar la lucha y la movilización en todos los terrenos. Particularmente, contra el ajuste, por el salario y por nuestros derechos políticos, vías de acumulación que darán vigor al proceso revolucionario en marcha.