Just Swiss es una empresa multinacional de origen Suizo. “Mejora la calidad de vida de tu familia” dice su publicidad. Desde hace 75 años “estudia las plantas medicinales descubriendo que brindan placer y salud”. “Swiss Just ayuda a las personas a sentirse bien y prevenir problemas físicos y emocionales”. Estos son apenas de algunos de sus slogans publicitarios, felicidad y bienestar entran de lleno en su lenguaje marketinero y, como no podía ser de otra manera, se jacta a su vez de “brindar empleo de calidad a jóvenes de escasos recursos”. Su “política de empleo” corre a través de la fundación Forgue.
Este monopolio comercializa una variada cantidad de artículos de cosmética y perfumería que se producen en los países de nuestro continente. Países donde la sobreabundancia de fuerza de trabajo excedente y barata, que representa la panacea de la superexplotacion. La fundación Forgue “recibe a miles de jóvenes pobres y vulnerables en sus centros de formación ubicados en distintos países de Latinoamerica, busca desarrollar las cualidades, los hábitos y las actitudes que distinguen a una buena persona y un buen empleado”. Estas palabras muestran cuán indisimulable es su política de empleos de calidad, teniendo en cuenta que ellos duran escasos dos años, más aun cuando la composición mayoritaria de la fuerza de trabajo de sus más de 35 plantas, es femenina.
En la planta, ubicada en General Rodriguez, Provincia de Buenos Aires trabajan 200 operarias. Allí se ponen en práctica las políticas de empleo de Just Swiss. El régimen militarizado que impera, donde no es posible ni reírse, habla a las claras del significado de “buen empleo” a que se refieren sus comentarios sobre políticas de empleos. El alto grado de superexplotación se ve reforzado con la obligatoriedad de trabajar horas extras (“si no te echan”), conformando una jornada a la que se agregan 9 horas semanales y haciendo extenuante cada día de la vida de las trabajadoras de esta empresa. A ello se le suman los escamoteos de los aumentos salariales que son menores a los acordados y el no pago de las vacaciones. Tanto es así que, si exigen el pago de las mismas se descuentan al mes siguiente.
Cualquier excusa sirve para no pagarles premios de producción. Los dobles y hasta triples controles de horarios les vienen al dedillo a las patronales para justificar reducir sus salarios. Demás está decir que frente a embarazos, casamientos, enfermedad o accidentes las réplicas de la empresa son más que nefastas. La afiliación sindical, una manifestación de organización propia, una queja, están prohibidas, son un tabú. “Trabajen, nada de quejas”, claman los “delegados” al son de las cámaras que las vigilan y con tono amenazante. Estos «delegados» son puestos a dedo por la patronal, para ejecutar su papel de gendarmes y carentes de toda representatividad.
Estas condiciones laborales, ni por asomo, están en el lenguaje de la fundación Forgue. Que, con refinadas mentiras, busca reclutar para la producción de enormes ganancias a mujeres que, en su necesidad, se ven impelidas a aceptar a cambio de un régimen de trabajo totalmente desprovisto de toda humanidad. Este tipo de convenio impuesto de hecho a las obreras es el ideal de Macri y sus políticas de cambio de convenios laborales y leyes de accidentes de trabajo. Lejos de los slogans empresariales de Just Swiss, el odio de clase está a flor de piel en las obreras que deliberan cómo enfrentar esta situación. La lucha de clases arremete en el seno mismo de la empresa y la necesidad de unirse frente al enemigo. El ir por sus conquistas ya camina por la fábrica.
Si el refinamiento de los vehículos de alta gama con todas sus prestaciones actuales implica un régimen de trabajo superexplotador y extenuante en la industria automotriz, el refinamiento de los productos cosméticos de la más alta calidad tiene también como contrapartida las condiciones oprobiosas del régimen de trabajo. En ambos casos la calidad del producto se opone a la calidad de vida de los trabajadores. Están en las antípodas uno del otro, desde este sentido la clase obrera no tiene género. La explotación es la razón de ser del sistema capitalista y si para abaratar costos contrata mujeres para pagarles menos e imponerles un régimen de trabajo más exclavizante y vergonzante no deja de ser una reafirmación que el capitalismo en su sed de ganancias, y como ningún otro régimen social en la historia, ha puesto a la mujer en la mas descanarnada doble opresión para sostener el sometimiento conjunto de la clase obrera. Por ello la liberación de las cadenas del capital y la explotación social y laboral por medio de una revolucion debe ser obra de la clase obrera en su conjunto, el protagonismo de la mujer en ello es tan fundamental como la revolución misma.