Durante la visita de la presidenta de Suiza ocurrida días pasados, el presidente Macri manifestó que existe una cantidad importante de proyectos de inversión que empresas actuantes en ese país harían en el nuestro. En apariencia, esto sería así si tomamos en cuenta las varias decenas de Jefes Ejecutivos, de igual cantidad de monopolios, que integraron la delegación llegada desde el país helvético.
Desde los tiempos de la campaña electoral, y más intensamente desde que asumió, el gobierno viene insistiendo en que vendrán capitales de todo el mundo a invertir en el país.
La idea propagandística que repiten es que con la inversión de capitales se resolverán los problemas de las mayoritarias masas populares y también de la amplia gama de pequeñas y medianas empresas.
Surgen, al cabo de casi un año y medio de gestión del gobierno, algunas preguntas que, por su propio peso, generan sus respectivas respuestas en forma, casi, mecánica y obvia.
¿Cuál es la razón por la cual no se produce esa lluvia masiva de capitales que el gobierno promete como panacea para el pueblo?
¿Por qué, habiéndose festejado con bombos y platillos el blanqueo de capitales mil millonarios existentes en el exterior de propiedad de la burguesía que opera en Argentina, los mismos no se invierten en el país? Todo esto sin contar que -independientemente de esto- gran cantidad de capitales se fugan.
Por último, ¿es cierto, como dicen el gobierno y sus acólitos, que la llegada de capitales significará bienestar para la población trabajadora, para los sectores medios de profesionales, cuentapropistas y pequeñas empresas de sustento familiar?
Las respuestas que el gobierno y sus voceros a sueldo más los que hacen apología del capitalismo están a la orden del día: «la lluvia de capitales no viene debido a que no se resuelve el déficit fiscal; la inflación; la presión impositiva para las empresas; las altas tasas de interés; la falta de infraestructura que eleva los costos; el costo laboral…»
Salvo el costo laboral, el resto de los argumentos no son las razones por las cuales no llega la mentada lluvia de capitales. Estados Unidos tiene un déficit fiscal gigante varias veces superior al de nuestro país y, sin embargo, su nivel de inversión no es muy diferente a los niveles que se registran en el resto de los países centrales incluida la propia Suiza, por poner un ejemplo.
La inflación es el alza generalizada de precios dado lo cual los capitales más centralizados y monopolizados obtienen ventajas superiores al resto, por ende, éste no sería el motivo para la falta de inversión. Las altas tasas de interés que paga el Estado no sólo no ahuyentan capitales sino que los atrae, en virtud de lo cual los bancos y financieras pueden hacer pingües negocios adquiriendo bonos del Estado por los que cobrarán más dinero que el que tienen que pagar por intereses a ahorristas y, por esa razón pueden prestar a inversores a un interés más bajo, en una palabra, hay sobreoferta de capital dinerario.
La falta de infraestructura combinada con la oferta de capital dinerario sería una carnada excelente para atraer capitales que harían suculentos negocios construyendo caminos, ferrocarriles, explotando electricidad, etc., a costa del erario público. Y así podríamos seguir enumerando supuestas soluciones a los problemas de la falta de inversión de capitales provenientes del exterior, según los argumentos de la propia burguesía.
Son todas mentiras con intenciones de confundir y hacer creer que los trabajadores y el pueblo son los generadores de sus propios sufrimientos. Todos argumentos que esgrimen para aplicar sus políticas de ajuste. Además, los capitales actuantes en nuestro país que están haciendo grandes ganancias, son los primeros interesados en lograr resolver el verdadero y mismo motivo por el cual no «llueven» capitales: el costo elevado de la mano de obra (elevado para los capitales y bajo para los trabajadores), lo cual constituye un problema que supera lo económico constituyendo una traba política dado que, para bajar aún más la masa salarial hay que disciplinar a la clase obrera, a los trabajadores en general y al pueblo laborioso que no se detiene en su empeño por sostener su estándar de vida logrado con denodadas luchas.
Por eso el gobierno está más preocupado por poner orden en las calles y presentar ante la sociedad y el mundo una imagen de fortaleza político represiva, que en resolver cualquier otra cosa. Y decimos imagen, porque el problema de la represión para el disciplinamiento, en medio de una situación de alza de masas, prevé una respuesta firme y masiva de las mismas que es lo que ocasiona terror a la burguesía y su gobierno profundizando, a la vez, las contradicciones internas de la clase dominante.
Las palabras de elogio de la presidenta Suiza para con Macri, referidas a la «correcta senda que ha encarado su gobierno» tienen que ver con esa cuestión del disciplinamiento. En realidad, le está diciendo que si logra el mismo, estarán dispuestos a invertir para participar de mayores ganancias y contribuir así al sostenimiento de la tasa de ganancia media de los monopolios.
El problema de la inversión de masas de capitales en países como el nuestro que teóricamente presentan condiciones ideales de mano de obra calificada, cierta infraestructura y desarrollo tecnológico adecuado para obtener buenos dividendos, es el llamado costo alto de la mano de obra que no puede bajarse a los niveles deseados por la burguesía sin previo disciplinamiento de la clase obreras y trabajadores en general.
Y esto último es lo que da respuesta a la pregunta si la prometida lluvia de capitales será beneficiosa para el pueblo. Es obvio que, por el contrario, sólo se invertirán capitales en forma masiva si se logra una baja importante de la actual baja masa salarial a la que se intentará también hacer descender a futuro.
La burguesía no podrá resolver la ecuación de la deseada lluvia de inversión con grandes negocios en puerta que tanta expectativa les genera en sus sueños si no resuelve el problema político del disciplinamiento de los trabajadores y el pueblo. Por su parte los trabajadores y sectores populares deberán intensificar y elevar las luchas a planos cada vez más políticos en la perspectiva revolucionaria de un cambio total, en pos de sostener, y en lo posible mejorar en ese camino, su estándar de vida y prepararse a la vez, ampliando su unidad, fuerzas masivas y organización, para afrontar las próximas batallas que se avecinan.