El Abogado y profesor de la UCA, Julián De Diego quien, además, es asesor ideológico o amanuense de los monopolios en su doble función ya sea que sugiera o comunique, viene escribiendo una serie de artículos en el diario El Cronista Comercial, referidos a los actuales problemas laborales o, más precisamente, a los inconvenientes que tienen el gobierno y las empresas frente a la lucha de clases sin cuartel que lleva nuestro pueblo.
El eje del problema que plantea este personaje, aunque no lo exprese de la forma en que lo plantearemos nosotros, ya que como buen burgués debe cubrir los flancos de su clase, es la incapacidad del sistema para disciplinar a la clase obrera y trabajadores en general con el fin de hacer viable la profundización de la explotación y la continuidad del capitalismo en el país.
Atribuye el problema a la dispersión y división dada en el peronismo como partido principal de la burguesía, a tal punto que se anima a decir que el PRO y Cambiemos no existirían si el peronismo o justicialismo estuviera unido. Echa la culpa de tal división a la expresidenta y afirma que las causas de la división en la CGT y gremios en general son consecuencia de lo anterior.
Se lamenta que tal división haya terminado con una unidad de la CGT que duró sesenta años y que permitió frenar a los grupos de “extrema izquierda” (léase a la genuina representatividad de los trabajadores en lucha por sus intereses que es el fondo de su preocupación y no la “izquierda” oportunista y burocrática que todos conocemos y repudiamos).
En su afán de ser más ilustrativo para los burgueses que lo leen, detalla cuatro sectores en los que, a su criterio, está dividida la expresión sindical y propone, ante semejante diagnóstico una serie de medidas que transcribimos: “la integración de los sectores en pugna, previo análisis de los grupos que la integran, para que converjan en acuerdos que cuenten con cierta sustentabilidad. Para reforzarlos habrá que contar con garantes que representen a cada grupo, y la neutralización de los grupos que mantienen la rebeldía a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia.”
Nosotros coincidimos en la descripción del problema con las salvedades anteriormente señaladas, pero damos una explicación diferente a la dificultad de la burguesía para avanzar en sus planes de mayor productividad y reducción de costo salarial: la firme voluntad de la clase obrera y pueblo a no resignar sus ingresos y reivindicaciones logradas con luchas y enfrentando a los gobiernos de turno y sus políticas promonopolistas.
En una palabra, lo que niega el escriba burgués, es la situación generada por la lucha de clases a la que intenta no asignar ningún papel. Porque esa lucha de clases fue la que hizo trizas el engaño político de la burguesía y sus partidos, sobre todo el justicialismo, que fue el más importante, y en general a todas sus expresiones políticas que ya no tienen credibilidad ante los ojos del pueblo. Todo el mundo sabe que las luchas por los puestos del Estado no son para llevar planes nacionales en pos de lograr un bienestar para las amplias mayorías de la población laboriosa sino que constituyen la rapiña para acceder a lugares de privilegio desde donde beneficiarse con los favores de los poderosos a quienes sirven para mayor acumulación y centralización de capitales a costa de la vida y el futuro del pueblo.
La CGT y, en general, las representaciones sindicales que tanto le preocupan a este personaje y, obviamente a la burguesía en su conjunto, también sufren el desprestigio y repudio de los trabajadores a consecuencia de la profundización de la lucha de los trabajadores por lograr mejores condiciones de vida a la que sistemáticamente traicionan estos empresarios sindicales por seguir sirviendo a sus patrones.
En pocas palabras, la crisis política y de representatividad de la burguesía en su conjunto, es decir en todas las instituciones del sistema, no se debe a circunstancias propias de apetitos personales o de grupos (que existen entre ellos y no negamos), si no a la lucha de clases dada por la rebelión de las bases que cobra cuerpo y se agiganta a lo largo y ancho del país, comenzando a generar sus propias y genuinas representaciones desde las bases en lucha y creciente movilización.
Por eso, la propuesta de “solución” del inefable y mediocre profesor ideólogo, o más precisamente, amanuense de lo más concentrado de la clase dominante, no es más que una expresión de deseos irrealizable en la situación que plantea la lucha de clases en nuestro país. La añoranza en política es tan idealista como impracticable. La historia no tiene vuelta atrás.
Como obreros y trabajadores en general, deberemos seguir profundizando y ampliando el camino de la lucha y organización independiente de todo sindicalismo empresarial, con más democracia directa, con más movilización, con más asambleas como autoridad máxima, con unidad en las fábricas y entre trabajadores de distintas empresas y estar atentos a las jugadas de confusión que se intenten a través de la planteada unidad con esa “izquierda” funcional al sistema, enfrentando con decisión no sólo a ese sindicalismo empresarial sino también al populismo, reformismo u oportunismo que plantea cambiar de personas para seguir haciendo lo mismo con un discurso diferente.
La sentencia final del artículo al que aludimos: “El principio del fin lo tenemos cuando la empresa para decisiones netamente empresarias, deba consultar al gremio, a los delegados o al partido que los representa, antes de adoptar una decisión. Verdaderamente insólito pero cierto y es el proceso que se avecina.”, es a lo que deberá enfrentarse la burguesía monopolista, sus gobiernos de turno, el sindicalismo empresarial, y el engendro de “unidad” que anida en sus mentes y pueden intentar concretar. Por todo lo dicho, nos permitimos disentir con el mediocre articulista que define como insólito el proceso que se avecina.