Este 1° de Mayo, probablemente para el futuro, “pasará inadvertido y quizás sea poco recordado” con una apariencia hasta intrascendente, sin plazas colmadas y multitudinarios actos, a pesar de la intencionalidad ofensiva de la burguesía monopolista de golpear de lleno a la clase obrera y trabajadores en general.
Para los grandes medios y la superestructura, este 1° de mayo pasará como intrascendente porque las organizaciones a las que ellos miran y que dicen representar a los trabajadores, armarán cada quien su fiestita, bien estrecha, intentando, vanamente, enfriar el auge movilizador de los trabajadores y el pueblo como se expresara en las multitudinarias movilizaciones de marzo, las cuales los asustó tanto que se vieron empujados a jugar un nuevo papel desmovilizador y fragmentador porque está a la vista de todos que el desborde de las más amplias masas no lo pueden ni contener ni frenar.
Pero para los revolucionarios, este 1° de Mayo no pasa desapercibido. Muy idealistas habría que ser para quedarse con el fenómeno de que las jornadas de marzo finalizaron y que eso fue todo, como un fugaz amor de verano. Muy por el contrario, hoy, la clase obrera y los trabajadores atraviesan una excepcional etapa de transición donde ya decididamente se sale al encuentro y búsqueda de la construcción de organizaciones que quiebren con el tapón histórico de las burocracias sindicales expresadas en todo su espectro, tengan el signo que tengan. Una burocracia constituida en aparatos sub gerenciales de los intereses de la burguesía monopólica, pero que en la esencia de sus prácticas se ha extendido y va más allá de los aparatos mafiosos. Es hasta, incluso, un estilo de militancia que, llegando a utilizar los más variados mensajes y discursos clasistas, le dan la espalda al protagonismo de las masas, donde estas no existen y no cuentan; no tienen voz aunque después les reclamen a gritos sus votos.
Nos encontramos en un momento transitorio donde la clase obrera comprende ya, decididamente, que para que el árbol sea robusto y fuerte, que tolere todos los vientos y tormentas, debe tener un enraizamiento en la organización y protagonismo que llegue a los más profundo de las más amplias masas trabajadoras, donde la masividad se exprese esencialmente en organización para decidir y ejecutar.
Hoy es esto lo que la lucha de clases dispone, y en tales objetivos se encuentran embretados miles y miles de trabajadores imponiendo condiciones y llevando adelante el ejercicio de la democracia directa.
Este es hoy un rasgo distintivo de todo un cumulo de experiencia donde la característica esencial es el afianzamiento de las asambleas en todos los niveles, tanto en las asambleas por sector como las generales. Estas se han constituido como el organismo principal de la organización en la que se materializa la decisión y la acción del conjunto de los trabajadores.
El carácter democrático y de base de la nueva organización es resultado de un proceso histórico que se impone por su propio peso, que va desde los cada vez mayores niveles de socialización de la producción como base material donde tal práctica social genera esa conciencia social, hasta la búsqueda y lucha por las conquistas políticas donde el hartazgo hacia los aparatos burocráticos y caudillescos ha sido rebalsado. De allí que debemos caracterizar la etapa como un curso irreversible que surge a gritos como demanda genuina de las bases trabajadoras.
Hoy necesitamos impulsar y construir un movimiento sindical revolucionario cuya esencia sea recuperar, en primer lugar un sindicalismo para la lucha basado fundamentalmente en tres pilares a tratar y desarrollar:
- El aspecto metodológico: donde el ejercicio de la discusión para la toma de resoluciones para la acción sea a través de las asambleas, como dijimos anteriormente, en todos los niveles, haciendo eje en que la autoridad máxima del sindicalismo revolucionario es la participación de la mayoría de los trabajadores tanto del sector como del establecimiento de que se trate, donde toda la organización sindical, sea delegados y/o comisiones internas, estén subordinados a la autoridad de la asamblea.
- La masividad y unidad: las asambleas deben funcionar con la casi totalidad de los trabajadores, incluso contemplando en situaciones decisivas la participación de las familias directas de los trabajadores; de otra manera no tiene contenido la asamblea, es ficticia y formal. Por otro lado es imperioso quebrar las divisiones que pone la burguesía en relación a los trabajadores efectivos, contratados, de otros gremios dentro de un mismo trabajo, etc. También es fundamental salir al encuentro de la unidad con otras empresas y establecimientos en la zona sin distinción del sector o rama industrial que sea.
- Avanzar en la constitución de un proyecto político donde los trabajadores antepongan en un plano nacional los planteos políticos que lleven a las soluciones y salidas de los males que nos aquejan. Es decir, los planteamientos esencialmente emancipadores de todo el pueblo argentino
Este 1° de Mayo, en la hora de la rebelión de las bases saludamos a todos los trabajadores con entusiasmo y optimismo porque nuestra clase obrera ha comenzado a transitar una nueva etapa que en el futuro será valorada como excepcional por su complejidad y por su nacimiento, convencidos que, como nos imaginamos la sociedad futura así deberemos hoy materializar la organización para la lucha. Tomando la frase de José de San Martín: “O seremos lo que debamos ser, o no seremos nada”.