Corazón y pases cortos es un dicho muy popular en el idioma futbolero argentino. Miopía política y ganancias rápidas pareciera ser el idioma que el gobierno de los monopolios habla, creyendo que es entendido y aceptado por el pueblo.
El formidable golpe político sufrido por la burguesía en su conjunto con el tema del “2×1”, desarmó en una semana la táctica del gobierno macrista de poner por delante la política ante la falta de mejoras en la economía. La miopía política, agrandada por la marcha del 1 de abril, embarcó al gobierno en un atolladero del que, como ayer decíamos, debieron “recular en chancletas”. La mentira de la independencia de los poderes se vio desbaratada ante la imponente movilización social que provocó el fallo de la Corte y que no sólo afectó al Poder Judicial sino, como decíamos más arriba, a toda la burguesía en su conjunto.
Sin embargo, la miopía política no se limita a este tema. En lo que es el plano estrictamente económico la burguesía monopolista está jugada a una política de aumento de la productividad laboral como parte de sus intenciones por reducir la masa salarial. En ese marco, todo recorte a los gastos que la oligarquía financiera considere “improductivo” o “excesivo” (léase, gastos que significan que lo más concentrado de la clase dominante quiere recortar para apropiarse de ese capital para que el Estado los derive a proyectos de su interés exclusivo) es parte del mismo plan.
En el día de ayer se conocieron declaraciones del ministro de Energía, Juan José Aranguren, el que -sin pelos en la lengua- anunció que el precio del GNC (gas natural comprimido) que es utilizado como combustible por casi dos millones de vehículos, en su gran mayoría para realizar actividades laborales, debe ser igual al precio de las naftas.
El argumento es el mismo: el Estado no puede subsidiar el precio del gas para los vehículos, aunque ello implique cientos de miles de puestos de trabajo, porque esa plata hay que “ahorrarla” y usarla para otra cosa. “Los autos se fabrican para andar a nafta”; así cerró la cuestión el ministro de los tarifazos…
Este ejemplo es una muestra cabal que pinta de cuerpo entero la miopía política asociada a las necesidades de ganancias de la burguesía. Una medida de estas características serviría para que esos subsidios sean utilizados por el Estado de los monopolios, al tiempo que hundiría en la bancarrota a taxistas, remiseros, fleteros, transportistas, vendedores, viajantes de comercio y a miles de talleres de fabricación e instalación de los equipos de GNC. Una medida económica de tamaña envergadura, en medio de la recesión galopante que atraviesa a toda la economía y la inflación que no para de aumentar mes a mes (al punto que ya debieron anunciar que será imposible alcanzar la meta del 17% para este año), sólo puede ser atribuida a una miopía política descomunal.
El “cambio” que propone el macrismo es atacar el nivel de vida de amplias masas de la población para, supuestamente, esperar luego que las cosas mejoren de a poco. El problema para la burguesía es que la población ya comienza a expresar “esto ya los vivimos”, “hasta dónde quieren llegar”, “son todos lo mismo” y frases por el estilo que sintetizan la experiencia que lleva en sus espaldas el pueblo argentino.
En esta realidad, el escenario que debemos prever es el de un recrudecimiento de la lucha de clases. Una profundización del enfrentamiento de las masas populares contra las políticas que atacan su nivel de vida.
Ellos por arriba, a pesar de su crisis política estructural, siempre querrán mostrar que tienen todo bajo control. Para nosotros, los revolucionarios, lo fundamental es lo que está sucediendo por abajo para mantener la independencia política que nos permita enfrentar las políticas burguesas desde un interés de clase antagónico al de la burguesía. En un marco en el que se va a profundizar el enfrentamiento clasista debemos intensificar las políticas revolucionarias en el seno de la clase obrera y el pueblo, sin dejarnos desviar de nuestros objetivos de construcción de una alternativa revolucionaria de masas.