La burguesía monopolista, a través del gobierno de turno a cargo del señorito Macri, viene prometiendo una mejora para todos los trabajadores y pueblo en general basada en las inversiones que están dispuestas a instalarse en nuestro país.
El propio presidente, todos los voceros del gobierno, los más encumbrados empresarios, economistas y eruditos en la materia que pueblan los medios masivos de comunicación abundan sobre el mismo argumento, y agregan que ésa es la expectativa que hay que reforzar para que el país salga adelante y podamos disfrutar todos de un mundo mejor.
Pero advierten que para que ello ocurra es necesario bajar los costos de producción ya que de otra manera los capitales no vendrán a invertir. Es por eso que al argumento de la próxima inversión de capitales se le adhiere como condición sine que non el necesario ajuste en la productividad que los trabajadores deben practicar como ofrenda necesaria, sacrificando su propio interés en aras de ese objetivo supremo que redundará en una mejora nacional fundamentada en la apertura de nuevas “fuentes de trabajo” (como ellos llaman a las industrias).
La fórmula que la burguesía y su gobierno proponen se reduce a lo siguiente: bajemos los salarios, aumentemos la productividad y “ajustemos” las condiciones de trabajo en general para que vengan los capitales y abran nuevas fábricas con trabajo para mayor cantidad de gente.
Traducido al idioma criollo más entendible y llano: con una menor masa salarial paguemos a más trabajadores y por cada uno obtengamos mayor ganancia.
Si los salarios y las condiciones de trabajo actuales son el obstáculo para que los capitales (los que están y los que vendrían) inviertan, ¿cómo es que llegaremos a tener mejores condiciones de vida? El paraíso que nos prometen la burguesía monopolista y su gobierno es, ni más ni menos: mayor cantidad de trabajo para el pueblo con peores condiciones de vida, para mayores ganancias de la burguesía. Eso es para el presente y las perspectivas para el futuro. No hay más misterios.
Ése es el único proyecto que se pergeña desde el Estado, pues todas sus instituciones legislativas, ejecutivas, jurídicas, educacionales, etc., están para sostener el capitalismo basado en esa premisa. Las diferencias existentes entre los distintos sectores burgueses, son de metodologías políticas para sostenerlo y beneficiarse particularmente a costa de sus competidores monopolistas.
Esas diferencias, que en muchos casos son a muerte (es decir por la desaparición de los competidores), son las que tenemos que profundizar con nuestras luchas mientras generamos la fuerza nacional que sea capaz de derrotar el proyecto burgués de pobreza repartida para el pueblo y abultamiento de riquezas para ese sector burgués minoritario de la sociedad.
Las instituciones burguesas que sostienen el Estado no admiten la lucha de clases que describimos. Por el contrario la niegan y permanentemente tratan de pulir sus más agudas aristas engañando, entorpeciendo y debilitando las picadas que el transitar del pueblo con sus luchas abren en la espesura.
Por esa razón, toda expresión política ya sea de derecha, izquierda o centro que pretenda llevar toda la energía del pueblo a plantear las aspiraciones de una vida mejor a través del normal funcionamiento de esas vetustas instituciones son carne podrida que debemos desechar. Las aspiraciones de la clase obrera y demás sectores populares se resuelven fuerza contra fuerza arrancando con lucha diaria a esas instituciones y a la burguesía, que no está dispuesta a dar absolutamente nada, cada una de las conquistas que nos permiten tener una vida mejor.
La unidad de trabajadores y pueblo en general en un proyecto y en una única organización de tipo nacional que exprese cabalmente las miles de formas que el pueblo se da para conquistar y lograr sus objetivos locales y sectoriales es la tarea que tenemos por delante para hacer posible un país con una vida digna para las grandes mayorías.