Una nota aparecida en el portal Infobae hace referencia a un informe sobre las condiciones socioeconómicas en el país. En mismo señala un resultado que hiela la sangre: casi la mitad de los niños y adolescentes de la Argentina viven en la pobreza.
El relevamiento del Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales (CIPPES) señala que 46 de cada 100 pibes -de entre 0 y 17 años- son pobres.
Ya nos hemos referido en varias oportunidades a los criterios estructurales con los que las estadísticas determinan “la línea de pobreza” y todas las manipulaciones que de allí devienen. Pero lo concreto es que este crudo dato (que pertenece al último trimestre del 2016) es una tremenda muestra del país que no queremos.
Este alarmante proceso que padece la Argentina, de la mano de sucesivos gobiernos burgueses ajenos a los verdaderos problemas de la población, ha sido denominado por los técnicos como la «infantilización de la pobreza». Ese porcentaje -que hasta puede parecer frío en una estadística- son casi seis millones de niños y adolescentes que viven en condiciones indignas.
La situación refleja que éste fenómeno no es patrimonio de uno u otro partido político del sistema sino un problema estructural, de fondo, que está lejos de resolverse porque NUNCA se toman en serio las medidas necesarias. Mientras tanto, el presidente Macri se jacta en China diciendo a los empresarios que “hay que invertir en la Argentina, que producimos alimentos para 300 millones de personas”… lo mismo que decían los Kirchner.
Como las condiciones de vida de estos chicos no mejoran sustancialmente, esos niños y adolescentes que hoy viven en la pobreza, sin ninguna duda tendrán menos posibilidades en el futuro para desarrollar una vida como adultos, especializarse o estudiar, insertarse en el mercado laboral formal, formar su familia, etc. Esta es la verdadera “igualdad de oportunidades” que tanto se pregona en el sistema capitalista: millones condenados antes de nacer, provenientes de generaciones y generaciones de marginados; a los que hoy –las mieles de “la productividad”- le suma millones de trabajadores y asalariados que ganan tan poco que quedan debajo de “la línea de la pobreza”
Además, según el informe, la indigencia alcanza a 1,31 millones de chicos, donde la suma de los ingresos de sus familias no alcanza a cubrir las necesidades nutricionales básicas de todos sus integrantes.
En San Juan fue dónde se evidenció el mayor número: 60,64%. En Córdoba, los datos señalaron que más de la mitad de los pibes son pobres, 55,63% (casi 565.000 chicos). La referencia que se hace respecto a esto (y que no es un dato menor) señala que en Córdoba se registró un mayor número de trabajo precarizado y que ello puede ser determinante: 8 de cada 10 trabajadores en el Gran Córdoba lo hace mediante el sistema “informal”.
Como sabemos, cuando se habla de estadísticas en un sistema como el nuestro, siempre se corre el riesgo de hacer una lectura parcial, sesgada o inconclusa. Pero lo que sí está claro, es que en la sociedad capitalista, la ignominia de la pobreza y el hambre es un flagelo que golpea a millones, despertando una profunda indignación y bronca en todos aquellos que ponemos al ser humano por delante del interés del negocio y la ganancia.
Algo que la clase burguesa nunca hará. Va en contra de su propia esencia y de su inhumanidad.