El circo electoral ha comenzado. La superestructura enfrascada en sus diletancias, en sus falacias y mentiras, en sus promesas incumplidas, en sus compromisos con los negocios financieros y a las órdenes de los monopolios -dueños absolutos del Estado- y por lo tanto de los contubernios que este detenta. Ninguno de ellos no saca los pies del plato.
Oficialismo, oposición, izquierda y derecha; protagonistas sabedores de toda este inconsistente juego electoral, abogan por el cambio para que nada cambie y no buscan otra cosa que garantizar la gobernabilidad de los monopolios y sus planes de productividad y explotación de la clase obrera y el pueblo.
Abogan también, y hay que decirlo, por ser empleados a sueldo del capital monopolista en el Congreso, abogan por la continuidad de este estado de cosas. Si en el marco del circo electoral son plenamente conscientes del oportunismo del que son capaces, en el marco de una lucha de clases en ascenso pierden la noción de la realidad y hacen agua.
Frente a la creciente lucha y movilización de nuestro pueblo y al desarrollo de metodologías asamblearias y de democracia directa para enfrentar las graves condiciones sociales, estructurales, políticas y económicas que hoy sufre, el circo electoral en danza, suma otro acto de demolición de la democracia burguesa y de la representatividad, que se arroja el derecho de imponer los planes de los monopolios.
Frente a nuestros ojos se ve a las claras que ninguno de los problemas que aquejan a nuestro pueblo están en vías de ser resueltos, pese a los anuncios del gobierno macristas o las promesas que las demás variantes del sistema dicen van a resolver.
Aquí en este escenario la conciencia oportunista de la gobernabilidad que ostentan, pierde toda noción de claridad y los discursos que expresan resultan infames, es decir, evidencian el peso de la crisis política, evidencian la enorme distancia entre sus negocios y las necesidades de los trabajadores y el pueblo.
Es aquí donde la lucha de clases talla con toda su crudeza los contornos de su crisis irreversible. La debilidad política que exhiben no se salda con el circo electoral que está muy lejos de unificar un mecanismo de funcionamiento institucional creíble para nuestro pueblo.
Describir la suma de variantes que se presentan es irracional, cuando la realidad muestra que el circo electoral evidencia una crisis política sin precedentes, que desnuda las contradicciones de la representatividad burguesa y desde el cuestionamiento práctico y efectivo de las masas la pone en la mira.
Tiene razón el lúcido de Duran Barba cuando expresa que la disputa electoral en danza es política. Pero si la política, en el seno de la superestructura está en crisis y no representa las necesidades y aspiraciones de nuestro pueblo, lo que está en disputa es la gobernabilidad. Allí apunta este personaje del poder dominante. Más allá de los discursos y las variantes que exprese la anarquía del mercado electoral, la gobernabilidad es el centro de la escena y esta situación los desespera pues intentar cerrar filas es cuesta arriba para ellos.
La gobernabilidad es la política de clase de la burguesía monopolista y las expresiones electorales en danza llamadas opositoras, solo apuntan a limar sus asperezas y hacer más agradable el oprobio y sujeción de la clase obrera y nuestro pueblo a las cadenas del capital, pero no cuestionan en absoluto los planes de productividad, explotación y flexibilidad laboral de la clase obrera y la inmensa masa de asalariados de nuestro país. La lucha de clases los empuja a un callejón sin salida.
El enfrentamiento a sus planes es profundizar las metodologías asamblearias y desde el ejercicio de la democracia directa, desde la movilización masiva, desde la organización de base, desde la unidad política e independiente de los trabajadores, no dejarlos gobernar.
El escenario de la acción del revolucionario es la lucha de clases. Las metodologías planteadas, hoy adquieren un carácter más revolucionario a medida que atentan contra su gobernabilidad y la caduca representatividad burguesa. Por ende, la acción revolucionaria debe adquirir desde las bases poder real. Constituirse como expresión material de un proyecto revolucionario hacer real lo que la burguesía ya no está en condiciones de hacer.