En esta nota nos vamos a referir a un tema que resulta disonante respecto de lo que estamos acostumbrados a escuchar tantas veces y con tanta naturalidad como “tomar agua”.
Cuando se discuten los llamados “costos laborales” se habla de los salarios y los “aportes patronales”. Últimamente, se están discutiendo los porcentajes de estos últimos que actualmente significan, en términos redondos, un 32% del salario que cada trabajador refleja en su recibo de sueldo. Aclaramos esto último ya que, como sabemos, entre lo que dice el recibo y el salario de bolsillo hay una brecha.
¿Pero, qué son los “aportes patronales”?
Pongamos un ejemplo sobre un trabajador que tiene un salario de $ 12.000 según el recibo de sueldo. En caso de que esté en blanco, su patrón deberá abonar al Estado la cantidad de $ 3.840, que es equivalente al 32% de los $ 12.000.
Pero resulta que el salario es el precio de venta de la fuerza de trabajo que el patrón compra antes de que el trabajador realice la tarea, aunque se pague a fin de mes, luego de la utilización de la mano de obra o fuerza de trabajo por parte del patrón.
Si consideramos a la venta de la fuerza de trabajo una mercancía más, queda claro que es la única que se paga luego de ser usada, lo cual es un absurdo. Supongamos que compro un kg. de carne, primero lo como y, luego de hacer la digestión, lo pago.
Sin embargo, tal como ocurre con cualquier mercancía, como parte de su inversión, un patrón debe prever el pago de la mano de obra o fuerza de trabajo, entonces calculará el monto del capital en bienes (máquinas, herramientas, insumos, materias primas, alquiler de edificios, energía, etc.) y en mano de obra.
En dicho cálculo preverá no sólo el salario, según recibo de sueldo de $ 12.000 para nuestro ejemplo si no, además, el llamado “costo laboral” que deberá transferir al Estado: $ 3.840.
En suma, el valor de la mano de obra o fuerza de trabajo será de $ 15.840. Claro que el trabajador sólo recibirá por recibo los $ 12.000 a los que aún se le harán los descuentos correspondientes con lo cual llevará a su bolsillo no más de $ 10.080. Un cálculo rápido nos muestra que el trabajador percibe en realidad el 64% de lo destinado al pago de la mano de obra.
En síntesis, los $ 3.840 no son “aportes patronales” sino parte del salario del trabajador que retiene el patrón y se lo da al Estado meses más tarde con lo cual le ganó intereses por haber tenido ese capital en el banco, e incluso en muchos casos no los aporta, como ocurre en cientos de ejemplos que se descubren tardíamente cuando la empresa quebró y dejó a todo el mundo en la calle.
Por otra parte, si el salario de recibo de sueldo fuera de más de $ 25.000, además de la retención que hace el patrón, al trabajador se le descuenta el impuesto a la ganancia (o mejor dicho, impuesto al salario).
Como vemos, además de todo lo que podemos hablar de la indignidad de los salarios y cómo la burguesía tiende permanentemente a reducirlo, somos víctimas de un saqueo encubierto el que sufrimos todos los meses con la naturalidad similar a la que tenemos cuando tomamos un vaso con agua.