A los revolucionarios se nos “acusa” de ser “idealistas”, de ser “buenos muchachos”, de tener “buenas intenciones”; nos dicen “lo que ustedes pregonan”, nunca se cumplirá. Hay ciertas afirmaciones que duelen, que molestan… pero los revolucionarios que cuánto cuesta hacer política revolucionaria a cada momento. Pero… ¿qué es la política revolucionaria? ¿Acaso los revolucionarios dejamos de hacer el planteo sobre la lucha por el poder y el socialismo? Seguro que no. La política es el día a día y está sujeta a la lucha por el poder y la revolución socialista. Una cosa convive con la otra, no son dos cosas separadas.
Es un concepto que va uno con el otro. La política del día a día tiene que estar, porque no es lo mismo hacer política, por ejemplo, bajo una idea electoralista en defensa del sistema que hacer política cuando de lo que se trata es de combatir el sistema.
A modo de ejemplo: el gobierno necesita gobernabilidad para garantizar los negocios en favor de la oligarquía financiera y achatar la masa salarial. Las instituciones tienen que funcionar para garantizar el sistema. Los revolucionarios no debemos dejarlos que gobiernen, debemos impulsar la movilización permanente del pueblo contra sus instituciones, denunciar… y a la vez, ir creando las fuerzas políticas propias que garanticen solidificar lo que masivamente se está haciendo, estableciendo un estado permanente de democracia directa.
El terreno de los revolucionarios es ir bien para abajo, donde no hay “luces de colores electoralistas”, donde está la verdadera fuerza de los cambios. Esto significa que la política revolucionaria en cada fábrica, barrio, escuela u hospital, la hacemos no dejándolos gobernar en el terreno concreto. Para ello, no es suficiente que si en un barrio falta agua el revolucionario se quede “denunciando al sistema y decir que hay que cambiarlo por otro”, se hace necesario dar respuesta al problema concreto con política concreta. Es en ese contexto de la lucha y la organización por la conquista en donde se denuncia a la política del gobierno y es allí en donde se avanza un paso en la conciencia revolucionaria, explicando desde el enfrentamiento lo que tenemos por delante.
Lo mismo en una fábrica: cuando despiden compañeros, cuando exigen productividad, los revolucionarios en asambleas desde abajo, en las reuniones de descanso tienen que explicar que ésta es la política del gobierno de los monopolios y desde muy abajo organizar el reclamo político extendiendo el conflicto en su preparación o en su ejecución. Es desde esa política -que lo abarca todo- en donde entroncamos lo concreto con lo nacional, en donde la independencia política de la clase no se negocia por un voto.
Siguiendo con el ejemplo del barrio: el gobierno y la oposición impusieron la “grieta”, vienen las elecciones y sus políticas apuntan a dividir al pueblo para ver qué sector de la burguesía monopolista va a liderar el despojo a nuestro pueblo. Entonces las falsas divisiones (que buscan esconder la lucha de clases) las debemos combatir bien abajo, en la unidad política que deviene de la defensa de los intereses comunes del pueblo. Esto quiere decir que en el barrio que no tiene agua, los puntos comunes de unidad del pueblo son la conquista de la reivindicación y no el “basural” de propuestas electoralistas que sectarizan y dividen para conquistar un miserable voto.
Hacer política implica también que la solución la tiene que dar el poder. No es una tarea política dar “consejos” al poder de cómo resolver el problema del agua. Los revolucionarios debemos dar “vuelta la tortilla” y denunciarlos, y acusarlos a ellos que sus intenciones son los negocios; y que sería “idealista” pensar que ellos se van a preocupar por nosotros, pueblo. El agua sin lucha y unidad no llegará. Ellos trasgreden su propia legalidad, están fuera de su propia ley, por lo tanto la política revolucionaria tiene también que poner el pie en el acelerador en el terreno de la “legalidad”. Es en ese andar de la lucha, a la par de la lucha política, que van cobrando peso las políticas de unidad que tienen un carácter de interés de clase proletario y popular.
La unidad política está viniendo “desde el pie”, como decía el cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa. Una unidad política de intereses de clase no sujeta a la disputa electoral, pero sí sujeta a que este gobierno no pueda gobernar.
Estamos planteando que la política de unidad que tenemos los revolucionarios es muy amplia porque no está sujeta al voto. Esto hay que explicarlo todos los días y a todo momento, porque en el mismo reclamo que estamos haciendo, bien concreto, aparece la necesidad de la política de unidad que nace desde “el pie” y debe recorrer otros barrios, fábricas, escuelas, etc.
Llevamos décadas de decadencia, de falta de futuro, de incertidumbre, eso es lo que nos han dado los políticos burgueses que gobiernan para los monopolios. Esto es el capitalismo, del “bueno” y del “malo”.
Los verdaderos brotes de lo nuevo vienen por otro lado. Vienen cuando la rebeldía se hace sentir con con desde abajo, ¡desde muy abajo!, donde la burguesía subestima, agrede, donde nos trata como nos considera de verdad: mercancías que usan y tiran.
¡Basta! significa no dejarlos en paz, a la par que acumulamos fuerzas para golpear cada vez más fuerte. Del lado de la revolución tenemos la paciencia del mundo, no nos conmueven bravuconadas de ningún color, siempre y cuando, la política revolucionaria de todos los días esté a cada momento en manos de todo el pueblo.