Publicado el 18 enero 2016: 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. “El informe de Oxfam, llamado Una economía al servicio del 1%, pone de relieve que, desde 2010, la riqueza de la mitad más pobre de la población se ha reducido en un billón de dólares, lo que supone una caída del 38%. Esto ha ocurrido a pesar de que la población mundial ha crecido en cerca de 400 millones de personas durante el mismo período. Mientras, la riqueza de las 62 personas más ricas del planeta ha aumentado en más de 500.000 millones de dólares, hasta alcanzar la cifra de 1,76 billones de dólares. El informe también muestra cómo la desigualdad afecta de manera desproporcionada a las mujeres; de las 62 personas más ricas del mundo, 53 son hombres y tan solo 9 son mujeres.”
Nada por descubrir: el capitalismo “produce” cada vez menos ricos más ricos, y pobres cada vez más pobres. Cuando leemos este párrafo perdemos la perspectiva de lo que significan cifras tan groseras, inmediatamente miramos la vida cotidiana, los acontecimientos mundiales, vemos y sentimos nuestro país y podemos comenzar a asimilar el trago amargo de lo que provoca este sistema.
Las cifras son frías pero detrás de ellas están los pueblos, los números no muestran las causas, en todo caso son consecuencia de que algo no funciona para la gran mayoría de la población mundial.
¿Por qué traemos éstas cifras de un informe de enero del 2016?
Entendemos que expresa que ese algo que no funciona, ese algo que provoca tanta injusticia ante tanta riqueza es que las estructuras institucionales se corresponden al interés de quienes son poseedores de los medios de producción y cambio de esos ricos tan ricos. Son estructuras que ya no pueden contener la ebullición que viene de las entrañas de la sociedad, son estructuras caducas, decadentes que frenan el querer romper las cadenas para liberar a las sociedades de tanto dolor.
¿Cuáles son esas estructuras institucionales en nuestro país?
Entre ellas, el Parlamento, la Justicia, las fuerzas represivas, las instituciones financieras, educativas etc. El gobierno actual o el gobierno de turno, son los encargados de encabezar públicamente y políticamente el verdadero andamiaje de poder para contener el abajo.
¿Qué herramientas usa? El engaño, la mentira, la represión. Las usa alternadamente.
Sin embargo, como pasó en toda la historia de la humanidad, cuando las estructuras de poder de la clase dominante (en este caso la oligarquía financiera) quedan chicas para frenar la ebullición popular que puja por nacer, en ese ir y venir de las expresiones de clases opuestas, poseedores y desposeídos, clase obrera y clase burguesa, va incubando la sociedad futura. Las viejas estructuras comienzan a convivir con las nuevas, con las embrionarias… que la sociedad de una u otra forma va probando y consolidando en ese caminar.
Esta semana que estamos sobrellevando ha expresado con todo su esplendor el papel de las clases antagónicas.
Por un lado el gobierno, que agudiza las medidas contra la clase obrera y el pueblo. Como por ejemplo, sacar el subsidio a miles de discapacitados. Y por el otro lado, una rebeldía popular que hace -por ejemplo- que en el día de ayer hayan retrocedido en una resolución de carácter prehistórico.
Cuando las estructuras de Estado frenan el abajo, frenan el porvenir de la sociedad que a la vez lleva en sus “genes” la necesidad de ese porvenir. Es entonces cuando comienza a asimilarse que una victoria o una derrota por una conquista ya no se miden sólo por si la burguesía avanzó o retrocedió con sus medidas. Comienza a jugar un papel trascendental si esa lucha acumuló políticamente para una salida y un proyecto revolucionario que apunte a la toma del poder.
No siempre habrá victoria en una lucha económica. Es más, la burguesía asimila la derrota y tiene el poder político para robarnos la riqueza que producimos, pero lo determinante es si en ese caudal vigoroso de luchas dentro del sistema, preparamos las fuerzas orgánicas para la revolución.
Los revolucionarios estamos convencidos que en ese ir y venir hay que ir consolidando las fuerzas políticas que emergen de la propia lucha, pero que aún tienen un techo que no permite su desarrollo exponencial.
Vuelta al inicio, en nuestro país aparecieron (lo que nunca antes) dos muy ricos dentro del centenar en el mundo, la pobreza se ha incrementado con o sin cifras que -por lo general- son mentirosas, el futuro de una sociedad en su lucha por la dignidad no se mide con reglas ni centímetros.
Estamos planteando que los revolucionarios deberemos tener firme el timón para no dejarlos gobernar. Que trastabillen una y otra vez con su gobernabilidad, a la vez que en cada acontecimiento de enfrentamiento, se siguan preparando los embriones de la nueva sociedad que se están incubando por todos lados.