La política de la burguesía siempre será la de tratar de romper la unidad de la clase obrera. Durante los 90, operó sistemáticamente desde lo ideológico, tratando de debilitarla, aprovechando un contexto de cierres de fábricas y despidos. La ley de flexibilización laboral, los sindicatos socios y el Estado a su servicio, facilitaron su tarea. Aún así, su fracaso fue contundente: la clase obrera no «desapareció» como sujeto político, no pudieron quebrar su dignidad, sus valores y su conciencia de clase se mantuvieron intactos. Hoy, vivimos otra situación, «mucha agua ha pasado bajo el puente»…
El estado de ánimo y la confrontación son muy diferentes, el odio de clase se ha agudizado, el descreimiento a todo lo institucional se masificó en todo el pueblo, los sindicatos traidores quedaron al desnudo y los trabajadores estamos haciendo por abajo un nuevo ejercicio de lucha, verdadero bautismo de fuego para las jóvenes camadas.
Sobre estos ejes cabalga la crisis política de la burguesía y el proletariado comienza a identificarse como clase.
No sorprende entonces que hoy la burguesía redoble el esfuerzo en contra de la unidad, tanto dentro como fuera de las fábricas, entre obreros de planta y tercerizados, turnos rotativos, aislamiento de los sectores y toda suerte de rumores y guerras psicológicas, en donde los repudiados gremios siguen jugando un papel.
Frenar las luchas, «arreglar» migajas por arriba, meter miedo o presión, vaciar de masividad y protagonismo, son instrumentos del poder propiciados por estas lacras para llevar adelante el aislamiento de los conflictos, para que queden encerrados, de ser posible, hasta dentro del mismísimo sector de la empresa donde se encuentre.
Montan operativos en los medios tratando que nadie se entere, tergiversan… todo vale en el intento de romper esa unidad que se autoconvoca, porque saben que si la rebelión de las bases gana, los que pierden son ellos.
Pero los medios de comunicación ya no cuentan con el manso televidente que les cree. A lo que se suma una catarata de mensajes que circulan en las redes sociales entre compañeros y amigos, verdaderos «corresponsales» de lo que pasa. El aislamiento que pretenden imponerle a cada lucha comienza a romperse con decisión, voluntad y acciones concretas de dar ese paso.
Una vez que se salta la barrera que significa salir de la fábrica o el lugar de trabajo hacia otros trabajadores, hacia el conjunto del pueblo, se liberan fuerzas que son propias de la clase, y que imprimen a cada lucha un sello inconfundible.
Aunque todavía haya compañeros a los que les cueste ver los caminos de esta unidad, por la desconfianza que por años la burguesía nos fue metiendo, o porque aún creen en que «algo se logrará a través la superestructura», debemos poner en la calle la masividad y el protagonismo que nos da peso propio como clase.
Los monopolios saben -gobierne quien gobierne- lo que significa que los trabajadores comencemos a encontrarnos bajo una política independiente de su clase, que sectores de la población acompañen con su propia lucha un reclamo obrero; saben lo que significa cuando esos hombres y mujeres hartos de tanto maltrato, dejan de ver como ajenas las luchas de sus pares y -de una u otra manera- se involucran en los reclamos.
Cuando se presta atención a la lucha de otros compañeros y empezamos a reconocerla como propia, comienza a iluminarse el camino de una nueva unidad, por abajo, con el sello de una clase decidida a enfrentarlos y decidida a dirigir los destinos de todo un pueblo: una clase actuando como clase.
En este marco, cualquier hecho -por más pequeño que nos lo presenten- se transforma en un hecho político. Esa es una batalla ideológica y política que tenemos que ganarle a la burguesía, y un eslabón principal es romper el aislamiento.
Rodearnos de todos los compañeros, sin diferencias de ninguna índole, sin falsas divisiones. Involucrar a todos desde cada lugar de trabajo. Tenemos un enemigo en común: los monopolios, sus gobiernos y sus sindicatos. Con la decisión de derrotarlos y el convencimiento de que cada triunfo, es un triunfo de todos.