Los bancos y operadores de Wall Street, los mismos que en sus futuros balances mostrarán millonarias ganancias por los servicios de intermediación en la colocación de deuda, los que aprueban préstamos a 100 años, bajaron el martillo esta semana y mantuvieron la calificación de “país de frontera” para el mercado de acciones argentino. Traducido al lenguaje corriente, la Argentina no es un país confiable para la llegada de inversiones de largo plazo.
El propio gobierno argentino le advierte a los mercados internacionales que si no saca un buen resultado electoral en las próximas elecciones de octubre, le será muy difícil afrontar las “medidas de fondo” que aun no ha podido llevar a cabo, más duras aun de las que ya se tomaron en el año y medio de gobierno transcurrido.
Ese proceso electoral tiene su primer escalón en las PASO de agosto. Elecciones internas de los partidos del sistema, que demandarán un gasto de casi 3.000 millones de pesos. Internas que no existen dado que la casi totalidad de las fuerzas políticas presentarán a un solo candidato que no compite contra nadie.
El oficialismo pide un voto de confianza para sus políticas, las que manifiesta abiertamente a los representantes de la gran burguesía mundial pero no así al electorado; profundizar el ajuste estructural no pareciera ser la propuesta electoral más indicada para sostener en una campaña. Las fuerzas de la oposición, como corresponde, se manifiesta abiertamente contra las políticas oficialistas sin decir el más mínimo cómo ni qué harían en su lugar. Delicias de la democracia burguesa.
Lo que aquí describimos es una contundente manifestación de la profunda crisis política que atraviesa al conjunto de la burguesía monopolista en la Argentina.
Los medios del sistema, cada uno defendiendo el interés de la facción de clase a la que representan, la expresan abiertamente pero siempre apuntando a lo que pasa por arriba. Sin embargo, en sus conciliábulos más íntimos, su preocupación radica en lo que pasa por abajo.
Las precauciones de la oligarquía financiera internacional y el ocultamiento de las medidas que intentan profundizar para lograr un triunfo electoral manifiestan que hay un movimiento de masas activo y latente al que no se lo puede domesticar ni convencer de que hay que pasar más y peores situaciones para después “disfrutar” los beneficios de las políticas de la burguesía monopolista. Condimento esencial para que la crisis política sea tan profunda y aguda. Las luces de alarma que se encienden para el gobierno de los monopolios no pasan por el proyecto económico sino por su capacidad política para implementar tales políticas.
La crisis política condiciona, limita, coarta el margen de maniobra de la burguesía monopolista. Sin embargo, la clase dominante cuenta con el poder del Estado a su servicio y no está en su naturaleza de clase no hacer uso de dicho poder e intentar de una y mil formas, una y otra vez en el tiempo, aplicar sus políticas antiobreras y antipopulares.
Su plan principal pasa, en lo general, por ajustar todo lo que tenga que ajustar para obtener tajadas cada vez mayores de la plusvalía expresada en la riqueza social. En lo particular, su propósito es amortiguar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia a través de la mayor productividad del trabajo y el achatamiento de la masa salarial. Aumento de la de explotación a la clase obrera y asalariados en general y de la expoliación al conjunto de los sectores populares.
Este proyecto, en el plano político, encuentra a la burguesía monopolista arremetiendo contra la unidad de la clase obrera y trabajadores en general y de éstos con el conjunto del pueblo. Sus intenciones pasan, como ha sido a través de la historia de la lucha de clases, por la división y el aislamiento político de la lucha. Ellos nos quieren disciplinar políticamente y, de ser posible, asestar una derrota política al movimiento de masas en su conjunto. Esa es la única garantía para su gobernabilidad.
Esto es lo principal que debemos tener en cuenta las fuerzas revolucionarias y los sectores avanzados de las masas que se expresan en el enfrentamiento cotidiano. El grado de enfrentamiento se elevará y profundizará exponencialmente en el plano reivindicativo. Desde allí, debemos elevarlo al plano político de la contienda para presentar batalla no sólo por nuestras reivindicaciones económica sino, y fundamentalmente, por ejercitar el derecho que nos asiste a organizarnos políticamente para que, desde el interés de la clase obrera y demás sectores populares, levantemos una propuesta que enfrente y derrote la política de clase de la burguesía monopolista.
Este enfrentamiento político no puede darse en el terreno que a ellos les conviene, que es el terreno electoral. Debe darse en el terreno que elegimos los de abajo; desde la organización independiente, la masividad, el ejercicio de nuestra democracia, la democracia directa. Y para ello es indispensable que la clase obrera comience a vincular su lucha cotidiana por sus reivindicaciones y derechos con la lucha contra la política de TODA la burguesía.
La lucha por aumentos salariales, contra los despidos y suspensiones, por el rechazo a las medidas de mayor explotación, por la recuperación de nuestras herramientas de lucha en manos de las gerencias sindicales deben estar relacionadas con una lucha que damos en cada lugar en contra de una misma política nacional que busca disciplinarnos políticamente. Esa es la base de la unidad política para la clase obrera y de ésta con los demás sectores populares.
Hay que superar la lucha sectorial para ascender a la lucha general contra los planes de los monopolios y su gobierno. Esta es la necesidad imperiosa que expresa el movimiento de luchas existente y es condición indispensable para que el mismo eleve el grado de enfrentamiento y dispute palmo a palmo contra las políticas de la clase dominante.
Nuestro terreno es la independencia política de clase y esa independencia sólo puede ejercitarse y llevarse a cabo con las metodologías nombradas y con una conducta política en la que se plantee, sin ningún tipo de subestimación, los problemas políticos que nos acucian en el seno del movimiento de masas.
Esto hará que la fuerza de la lucha y la organización se potencie y así romper el dique de contención que intenta la burguesía monopolista para garantizar el sostenimiento de su dominación sobre nuestras vidas y nuestro futuro.