El tema de la “unidad” es recurrente en amplios ámbitos de la política nacional. No se cae de la boca de ningún dirigente político. En tiempos de campaña electoral como el actual resuena en todos los medios de difusión masiva y aparece como el caballito de batalla, la punta de lanza, de cualquier posición política que quiera difundirse.
“Unidad latinoamericana contra el imperialismo”; “unidad nacional y popular contra el liberalismo”; “unidad de la izquierda contra la derecha”, y otras propuestas por el estilo.
Todas estas consignas invitan a las diferentes expresiones políticas a unirse contra un supuesto enemigo contra el que hay que combatir. Unidad de las expresiones políticas contra otras expresiones políticas que se darán en el marco de las instituciones “democráticas” habilitadas para ejercer la “política”. En definitiva, partidos políticos que dirimirán sus posiciones en los ámbitos institucionales creados para tal fin: los parlamentos -nacional y provinciales-, los concejos deliberantes, los medios de comunicación masiva, etc.
En dichos ámbitos encontramos camisetas de distintos colores tales, como peronistas, radicales, socialistas, comunistas, liberales, conservadores, etc.
Ahora, veamos qué es lo que pasa en el verdadero terreno en donde se disputan los intereses contrapuestos, en donde las clases sociales en las que está dividida nuestra sociedad luchan cotidianamente por el curso que toman las decisiones de gobierno que influyen en todos los ámbitos de la vida cotidiana de los 42 millones de habitantes. En este escenario, no se expresan de la misma manera las posiciones políticas que mencionábamos más arriba. Es más, en este terreno, esas expresiones no son más que ropajes malolientes y raídos de las viejas prácticas que conducen a caminos sin salida para los intereses populares.
En el terreno de las disputas por la vida vemos que obreros de una fábrica que están luchando contra el ajuste, la baja de los convenios laborales, la intensificación de la productividad, etc., no están afectados según la camiseta que tengan. A todos les afecta por igual las medidas tomadas desde la empresa y avaladas por todo el aparato estatal. Nadie les pregunta cuál es su preferencia partidaria.
Lo mismo pasa con los docentes de los centros educativos, o los habitantes de un barrio que hacen un corte por el aumento de los servicios de agua, electricidad, transporte y otras necesidades irresueltas.
Quiere decir claramente, que el concepto de unidad tiene otra significación y otro modo de entretejerse. Por eso los revolucionarios descreemos y rechazamos las invitaciones de “unidad” a partir de las expresiones políticas que se expresan en las instituciones del Estado y que confluyen en propuestas electorales para disputar cargos, espacios políticos dentro del sistema y otros fines. Esa falsa “unidad” en realidad divide, sectariza, opone a semejantes con un mismo interés, lo cual es aprovechado por quienes viven de nuestro trabajo.
La verdadera unidad está determinada por la propia dinámica de la lucha de clases contra el saqueo que realiza la clase que detenta el poder, en nuestro caso, la burguesía monopolista con su gobierno de turno contra los trabajadores y pueblo en general.
Y esa unidad se va tejiendo desde las entrañas del combate contra las agresiones que esa burguesía monopolista va ejerciendo contra la masa de trabajadores y pueblo laborioso. Contra sus mentiras, contra sus falsas promesas…Los colectiveros, docentes, obreros de todas las ramas, habitantes de los distintos barrios, estudiantes, desocupados, jubilados, etc., son víctimas -a tabla rasa- de las políticas de saqueo de los ingresos, recursos y porvenires que hacen a las vidas de las mayorías absoluta de la población argentina.
Los dueños del país y su gobierno de turno, no diferencian cuál es la idea política de cada trabajador, estudiante, jubilado, etc., a la hora de aplicar sus políticas de ajuste para el pueblo a fin de obtener mayores ganancias.
Ése y no otro, es el fin de cada gobierno de turno: sostener a rajatabla las políticas que les permita a la burguesía monopolista sacar mayores ganancias a costa de las vidas de los trabajadores y pueblo en general.
Por eso si a ellos les va bien, a nosotros nos irá mal y peor.
Las rebeliones populares que expresan hoy las luchas que se generalizan a lo largo y ancho del país, es el surco que nos señala el camino de la unidad que debemos profundizar y moldear hasta darle una forma organizativa nacional que exprese las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías populares que aspiramos a un futuro próspero para nuestro país.
A través de este camino es como podremos no sólo frenar las ambiciones de esta burguesía monopolista y sus gobiernos de turno sino, además, hacerlos retroceder y encaminarnos hacia el triunfo contra su sed de explotación y opresión.
Nuestra unidad hoy pasa por no dejarlos gobernar, rebelarnos ante cada arbitrariedad, e ir forjando las organizaciones que nos permitan consolidar las aspiraciones a una vida digna.