La noticia aparecida en los diarios dice que en nuestro país, casi 6 de cada 10 chicos menores de 18 años son pobres, según estudios realizados por la UCA. “Esto se traduce en que 7,6 millones de niños -prácticamente, el 59%- no cubre las necesidades básicas como alimentación adecuada, vivienda, educación y asistencia médica.”
En la nota que publicamos en esta página en fecha 04-07-2017 dábamos cuenta de las estadísticas del INDEC sobre ingresos en el país. En ella se destacaba que 8.000.000 de la fuerza laboral perciben ingresos promedios de $ 2.647 y otros 8.000.000 perciben ingresos promedios de $ 6.982. Además, el ingreso promedio de todo el país es de $ 7.529.
Según la propia UCA, la canasta básica es de aproximadamente $ 15.000. Es evidente que tanto las estadística del gobierno como las de la UCA mienten o al menos están acomodadas para servir a intereses que no son los de informar con objetividad la situación real que vivimos los argentinos. Sólo nos resta agregar que estamos convencidos que cuando algunas de estas instituciones, o ambas, arreglan las cifras, no lo hacen con el fin de exagerar las atrocidades del sistema capitalista basado en que la gran mayoría trabaja para una pequeñísima minoría que se adueñó de todos los medios de vida existentes en el país.
Independientemente de las mentiras y las confusiones que pretenden, lo cierto es que cerca de 40.000.000 millones de habitantes, o más, somos pobres. Porque el concepto de pobreza no incluye solamente a quienes no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de vivienda, salud, educación, y alimentación. Más bien en él se incluyen los indigentes.
El concepto de pobreza abarca a todas las personas que para poder acceder a los bienes básicos que nos permiten vivir debemos aceptar ser explotados por los dueños del capital y servir a la reproducción de la mano de obra o fuerza de trabajo que la burguesía requiere para incrementar su capital.
No importa los bienes que adquiramos con nuestros ingresos, lo que importa es que nuestras vidas están condenadas a servir diariamente a los dueños del país para que ellos acumulen más capital. Tienen la desvergüenza de ofrecer trabajo como solución a nuestras carencias, cuando en realidad somos nosotros quienes nos vemos obligados a darles nuestro trabajo y el resultado de ello es nuestro propio perjuicio.
El PIB (producto interno bruto) ha crecido y crece constantemente. Y si no crece más es porque los capitales son llevados por sus dueños hacia otros destinos. El mismo alcanza hoy unos 700 mil millones de dólares. Dividiendo esa cifra por 42 millones de habitantes, correspondería por cada uno la suma promedio de 1.388 dólares por mes. Pensemos que una familia tipo de 4 miembros tendría un ingreso de 5.555 dólares por mes o sea, equivalentes a $ 94.000.
Alguien observaría que ese cálculo no tiene en cuenta que una parte de la producción debería destinarse a un nuevo crecimiento y a un fondo de contingencia. Pues bien, vamos a cederle a ese observador, que la mitad del ingreso mencionado la destináramos para dicho fin. Así la familia tipo alcanzaría la suma de $ 47.000 mensuales.
Pero esto sería imposible en nuestro país si las cosas se mantienen como hasta hoy, sencillamente porque ese PIB es privado. Sus dueños son un puñadito de burgueses que se esconden detrás del anonimato de las acciones de las empresas monopolistas y cuentan la inestimable colaboración del ejército de funcionarios del Estado y los funcionarios de sus empresas, sindicalistas gerenciales y etc.
Mientras dure el sistema capitalista, nuestras luchas y conquistas paliarán momentáneamente nuestra situación. Detrás de los planteos económicos, las cifras, las disputas por los pedazos de la torta global del PBI, se esconden relaciones sociales que son las que dominan los hilos de todo lo que se teje en el país. Esas relaciones sociales están regidas por el capital y el trabajo asalariado. Por los dueños de todos los recursos y los que solo tenemos nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir y luchar contra esa dispar situación.
En consecuencia, nuestra mirada tiene que dirigirse a romper esas relaciones sociales de producción, dado lo cual tenemos ante nosotros un objetivo político. Y comprender que la conquista de bienes materiales y mejoras en el reparto de la torta constituirán mejoras de nuestras condiciones hasta el momento que logremos conquistar el poder y, con él tomar en propiedad social los recursos que garantizarán nuestras vidas y desarrollo humano.