Los terribles padecimientos que sufrimos los trabajadores y sectores populares en todo el mundo, la explotación laboral, las muertes por hambre y desnutrición, las invasiones y guerras por territorios dejando un gran tendal de muertos inocentes, la actual situación de la salud y las muertes y enfermedades evitables, la desocupación y la miseria crónica, etc. Todo, absolutamente todo y en cada rincón del planeta la humanidad padece actualmente todas estas injusticias y pérdidas.
Mientras cada vez somos más los que padecemos estos sufrimientos cada vez más crueles, contrariamente, existe una clase social parásita, cada vez más concentrada y pequeña que es la que genera todos nuestros males.
Todo aquello que producimos a diario y que tranquilamente podría estar distribuido equitativamente lo necesario a cada SER HUMANO, hoy lo concentra la oligarquía financiera con el único fin de la ganancia, la acumulación capitalista y la competencia interimperialista.
¿Cómo puede ser entonces que una clase social tan minúscula en cantidad se apropie de todas las riquezas que genera la sociedad, genere muertes, enfermedades, miserias y pueda sostenerse en el poder y así dominar al planeta entero?
Ellos, con su proyecto político, han generado una maquinaria “perfecta” para mantenerse en el poder, donde los Estados y sus instituciones juegan el rol fundamental de opresión, represión, legislación burguesa, educación, etc. Todo para que se mantenga “un orden, una organización” y que nada sea cuestionado, que nada se salga del renglón. Dentro de la misma maquinaria se encuentran los medios masivos de información, que son los que invaden a los pueblos desde la mentira, el ocultamiento, la tergiversación, la ideología burguesa. Pero donde más empeño y esfuerzo han sabido meter, fue en la división, nuestra división. Entonces tenemos las divisiones de continentes, países, provincias, ciudades y barrios, todos divididos por límites de territorios, la religión y todas sus ramas, los trabajadores y todas sus ramas (gremios, efectivos, contratados, tercerizados), la cuestión de género, etc. Desde la mirada de la burguesía, y con todos los esfuerzos para dividirnos, es “imposible” y no hay nadie que pueda unir todo esto.
A todo esto y a cientos de años de dominación capitalista, las clases oprimidas nunca dejaron de dar batalla. La lucha de clases que se manifiesta en cada rincón del planeta contra los distintos padecimientos que nombramos más arriba, son voces de los pueblos en la lucha por la dignidad.
Esas voces que por “distintos” motivos salen a la calle, que se expresan en una movilización, una huelga o una toma, con prácticas asamblearias, autoconvocadas y de democracia directa, carecen de un proyecto político, de un norte, del por qué luchamos y hacia dónde se dirigen esas luchas. Por ello es que muchas veces las luchas quedan aisladas y no se ven como parte de una misma causa, llegan a un techo -sumado a lo que mencionábamos más arriba sobre la maquinaria de la burguesía-
El proyecto político aúna las luchas a la vez que las potencia, les da un mismo cauce y un mismo sentido por más diferentes que aparenten ser sus causas. El proyecto político revolucionario está a favor de la historia y de la humanidad que es una en todo el mundo y representa cada sentimiento de dignidad, cada aspiración de libertad. Cuando dicho proyecto revolucionario es tomado por las más amplias masas, las fuerzas populares no tienen límites, crece la calidad de la organización y la lucha, y pasa de ser algo aislado de un sector para ser algo general y parte de cada uno y lo de uno pasa a ser algo general, en común.
La instalación de dicho proyecto requiere de los revolucionarios de arte y creatividad, de confianza en las fuerzas que se expresan todos los días y de una gran amplitud de construcción política.