Esta semana la AFIP anunció la Resolución General Nº 4094. Dicha Resolución disponía un gravamen del 15% sobre el 90% de las sumas pagadas por la adquisición de acciones y sobre las ganancias de las mismas. Raudamente, el ministro de economía suspendió la medida “por 180 días para evaluar el impacto de la medida”.
También durante esta semana continuó la seguidilla de despidos y suspensiones en distintas empresas.
En este caso, las medidas no se evalúan ni se suspenden. Se aplican sin más. El futuro de miles de trabajadores no merece la misma importancia que el futuro de los inversionistas.
La igualdad que pregona la burguesía es más igualdad para unos que para otros. Como dice la copla popular: “Toditos somos iguales, para unos los beneficios y para muchos los males”.
La burguesía monopolista y su gobierno han cerrado filas a la hora de poner en marcha su plan de aumentar la productividad y achatar la masa salarial. La reducción de planteles en las empresas no va acompañada de una reducción en la producción, lo que significa que menos trabajadores producen lo mismo o más que antes con menos personal. En el plano salarial, las paritarias han cerrado a la baja. Se ha perdido poder adquisitivo ante la inflación pasada al tiempo que el aumento de los precios de la canasta básica no cede, lo que implica un deterioro del salario real. Todo esto matizado con cierres de empresas y suspensiones que, en la práctica, actúan como una inmensa e infame extorsión cotidiana que sufren los trabajadores. El temor a perder el empleo no es una sensación sino una realidad que padece cada familia trabajadora.
El disciplinamiento político no espera; se da de hecho y se apunta a ir por más. Ya es un secreto a voces que el gobierno evalúa una reforma laboral que “legalice” más flexibilidad y explotación contra los trabajadores.
Atravesamos un momento político muy complejo que requiere de las fuerzas revolucionarias analizar con mente fría y corazón caliente los pasos a seguir.
Esta situación objetiva que se da en la base trabajadora, dificulta materialmente el avance de la organización independiente. La experiencia concreta arroja que los logros dados en los últimos meses en esta materia han sido muy importantes, pero a la hora de seguir ampliando el trabajo de construcción, la disposición de la masa de trabajadores se ve condicionada por la situación imperante. Se conoce lo que pasa, se toma conciencia que los trabajadores estamos sufriendo un ataque en todas las líneas. Sin embargo, esa claridad política no cristaliza en avances organizativos de las herramientas que nos permitan hacer frente al embate.
Como primera medida, no debemos desesperarnos. Debemos saber y aprender que la lucha de clases tiene altibajos, nunca es una línea ascendente permanente. Y que –aunque en algunos terrenos avance- la burguesía va dejando hilachas en el camino, nada es “un lecho de rosas” para ellos.
Luego de ello, debemos valorar muy positivamente los avances alcanzados. Los niveles de organización, si bien aun no alcanzan para poner un freno contundente al ataque de la burguesía, son pasos importantísimos.
Por ello, y aunque lo parezca, no hay experiencias chicas ni grandes sino experiencias que están siendo llevadas a cabo allí donde deben llevarse adelante, en el seno más profundo de nuestra clase.
Allí debemos seguir bregando; nada nos puede sacar de esa huella. Hay que seguir llevando cada vez más abajo el proyecto político nacional puesto en marcha el 3 de junio en Villa Constitución. Ello, y la iniciativa política permanente en cada lugar donde estamos trabajando, con las fuerzas que ya están dispuestas, y aun cuando los resultados no se vean en lo inmediato, es hacer lo que hay que hacer en este momento. Estar donde debemos estar manteniendo la llama de la rebelión encendida, convencidos que cuando la disposición de la masa de trabajadores se revitalice encontrará un camino organizativo que ha sido consecuente y que no se dejó desviar por ningún fuego de artificio de la burguesía en ninguna de sus variantes.
Ir cada vez más abajo y simultáneamente propagandizar y fogonear la propuesta nacional es la tarea central que debemos mantener en esta etapa. Hay que tener plena confianza de que si mantenemos esa llama en alto, nuestra clase sabrá asimilar los golpes y se dispondrá a una nueva etapa de lucha y organización que, sin lugar a dudas, será de una calidad diferente.
Somos parte de esa clase y por eso mismo los revolucionarios también tenemos que saber asimilar la situación actual. Sin descanso, sin tregua contra el enemigo de clase, con la convicción profunda de que estamos reuniendo fuerza y energía renovadas para el proceso de lucha de clases que se viene. El que será álgido y, sin duda alguna, favorable a los intereses de los trabajadores si hacemos lo que hay que hacer hoy.
Los revolucionarios debemos sostener los planes de iniciativa política entre las masas y abordar todos los temas de organización de las mismas.