Hay ciertas características de las personas que se van forjando a lo largo de los años a través de prácticas repetidas que terminan configurando una conducta que el conjunto social sintetiza con determinadas definiciones identificadas en palabras.
La falsía, la mentira, el cinismo son algunas de esas conductas expresadas en palabras.
Estas conductas, si bien se expresan en las personas, son productos sociales y tienen su origen en un sector social que, frente a determinados situaciones, actúa en forma similar a fin de obtener determinados objetivos. En síntesis, las conductas de las personas son sociales y responden a intereses definidos de determinadas clases frente al resto de la sociedad.
Una clase que está en el poder, que es parasitaria, y se sirve de la mayoría de la población laboriosa para sostener y acrecentar dicho poder, debe mentir, falsear y actuar cínicamente camuflando sus verdaderas motivaciones para evitar quedar expuesta.
Por el contrario, la clase laboriosa, los obreros y trabajadores, no necesitan la mentira pues no tienen nada que esconder. Independientemente de las características personales de los individuos que adoptan conductas propias e impropias de su clase, lo que estamos planteando es que las conductas son expresiones de clases sociales que se originan en el papel que desempeñan frente a su actividad cotidiana cual es la producción y reproducción de la especie humana.
La especulación, el ocultamiento deliberado, la mentira, el cinismo, etc. que advertimos fácilmente en los profesionales de la política, los dueños del capital, y todos los que componen su ejército de serviles, constituyen conductas que se transforman en herramientas de la clase en el poder: la burguesía. Ésta las usa para prolongar su mandato sobre la sociedad.
En el momento actual, esta clase está empeñada en bajar la masa salarial para lo cual impulsa la productividad, la baja y desaparición de los convenios colectivos de trabajo levantando como ejemplo la reciente reforma laboral aprobada en Brasil, todo ello para lograr mayores ganancias y acumular más capital.
Quieren: eliminar los convenios colectivos de trabajo y hacer convenios por empresa y hasta por cada trabajador; flexibilizar horarios de trabajo y rotarlos según su antojo (12 hs. dos días seguidos y 36 hs. de descanso); bajar abruptamente los llamados “aportes patronales”; eliminar el concepto de “a igual trabajo, igual salario”; eliminar las vacaciones en bloque (todos los días juntos) y otorgarlas según convenga a la empresa dividiendo la cantidad de días que el trabajador tomará; aumentar los ritmos de trabajo o productividad; someter el volumen del salario a los resultados que la empresa determine (presentismo, salario según productividad, etc.) eliminar los llamados “aportes patronales” o llevarlos a su mínima expresión; a eso debemos sumarle la intención de transferir el PAMI a las obras sociales.
Si toman estas medidas que tienen la idea de decidir luego de las elecciones de octubre, los trabajadores sufriremos: con los cambios de horario y rotaciones en el trabajo, según esa modalidad descripta trabajaremos 48 hs. más por mes con el mismo salario; al eliminarse los “aportes patronales” se recaudará menos para las obras sociales y se destinarán menos fondos a la jubilación; si se elimina el concepto de “a igual trabajo igual salario” de hecho se establecerán categorías laborales dadas por la importancia de la empresa y no por la tarea; eliminando las vacaciones en bloque, el trabajador nunca podrá disponer de un descanso reparador con su familia ya que al fraccionarse todo queda sujeto al arbitrio del patrón; al aumentar la productividad y sujetar el salario a resultados de producción el desgaste del trabajador será mucho más intenso perjudicando su salud y tiempo de vida; si se transfiere PAMI a las obras sociales, se condenará a los jubilados y trabajadores a una atención de la salud mucho más deficitaria que la actual.
Para legalizar tales medidas, el gobierno, la burguesía monopolista y el aparato sindical a su servicio, seguramente se sentarán a la mesa de las negociaciones y le darán forma a espaldas de los trabajadores pretendiendo imponérselas mediante leyes que dictarán para implementarlas. Siendo que todo esto es inconstitucional, es decir contrario a la letra que ellos mismos acordaron y, además, va en contra de todas las conquistas logradas mediante luchas que significaron muertes, cárceles, persecuciones, etc., de varias generaciones.
Intentando engañar, prometen que si se hacen las reformas laborales, habrá inversiones de capital y así se generarán puestos de trabajo para las mayorías populares que entonces accederán a mejores niveles de vida.
Pero si la condición para que inviertan capitales es la disminución de los ingresos para los trabajadores y el empeoramiento en las condiciones laborales y de vida, ¿cómo es que se logrará una mejora para los sectores populares?
La mentira, el cinismo, y la falsedad quedan expuestos claramente y ponen a los sectores populares frente a la disyuntiva de caer en el engaño o enfrentar y torcer la voluntad de la burguesía.
No dejarlos gobernar es la propuesta política que nuestro Partido esgrime para frenar esos planes macabros contra el pueblo. Unificar todas las fuerzas posibles para enfrentarlos e ir construyendo la organización que vaya fogueándose en la lucha hasta alcanzar la meta de la liberación definitiva del poder de la clase que nos somete.
Por eso es más necesario que nunca un nuevo sindicalismo independiente y revolucionario que exprese la unidad de todos los trabajadores independientemente de a qué gremio pertenece, y que unifique todas las luchas nacionales en el único objetivo político de plantarse ante este brutal intento, haciéndolos retroceder y empujarlos sostenidamente hacia la derrota definitiva.