Todos los gobiernos de turno, sean del signo que fueren, como parte de sus políticas de engaño a favor de la burguesía y en contra del pueblo, nos han hablado, nos hablan y hablarán de los costos de producción que asumen los empresarios.
Ante cada situación en donde se traban los negocios comienza la cantinela de bajar los costos de producción porque, de lo contrario, se pierde competitividad y es imposible no sólo poder colocar en el exterior los bienes que se producen acá en el mercado nacional sino sostener la producción interna ya que sale más barato importar que producir en el país.
Según la lógica de ellos, impuesta por años de cultura al respecto y de enseñanza impartida en todos los niveles educacionales, el costo de producción empresarial estaría compuesto por los gastos de materias primas, insumos, energía, alquileres o amortizaciones de edificios, máquinas, herramientas y otros conceptos además del pago de salarios.
Debido a que el pago de materias primas, insumos, energía, alquileres o amortizaciones de edificios, máquinas, herramientas y otros conceptos se efectúa a otros capitalistas por la compra de los mismos, es inútil pretender rebajar esos “costos” ya que si así lo hiciera, a la hora de vender sus productos a los intermediarios capitalistas, éstos le exigirían la misma rebaja a él, con lo cual todos quedarían a mano. Debido a que cada capitalista es vendedor y comprador a la vez, todo aumento que deba pagar por productos de otros lo agregará a su propio producto.
Entonces los capitalistas, para bajar sus “costos” acuden a rebajar a quienes no están en condiciones de poder cargar el mismo porcentaje sobre la mercancía que venden: obreros y trabajadores en general que venden su fuerza de trabajo. Ningún obrero está posibilitado de cargar en la venta de su fuerza de trabajo el porcentaje de incremento que deba pagar por los bienes que consume, salvo que lo haga en forma masiva en una lucha con sus compañeros de clase.
Por lo anterior, cuando los capitalistas y los gobiernos de turno hablan de bajar los ”costos de producción”, todo se reduce a la baja de la masa salarial que, como hemos detallado en diversas notas en esta misma página, se puede realizar mediante varias vías: aumento de todos los precios de las mercancías, intensificación de la productividad, eliminación de mano de obra y sostenimiento del nivel de producción, incorporación de nueva tecnología o nueva y más eficaz organización del trabajo, etc.
Pero veamos críticamente el tema del llamado “costo de producción”.
Cuando el capitalista compra materias primas, energía, máquinas, edificios, etc., no pierde un céntimo, sólo cambia un valor en dinero por otro valor igual en bienes. Entonces dichas compras, no significan para él un costo. Más bien constituyen un desembolso de dinero para transformarlo en bienes. Su capital sigue siendo el mismo, sólo ha cambiado de forma.
Dichos bienes formarán parte de su producto final, porque el valor de cada materia prima, amortización de máquinas, herramientas y edificios será cargado a su producto final, con lo cual todos estos elementos transferirán su valor proporcional a cada mercadería que se produzca y salga a la venta. Por su parte el obrero trabajando, agrega valor a todos los bienes mencionados transformando a todos ellos en el producto final. Es decir que el producto final sale con el capital original más el valor del tiempo de trabajo que el obrero incorporó.
El capitalista para obtener ganancias, le paga al obrero sólo una parte del tiempo que estuvo trabajando y el resto se lo apropia. En síntesis, el salario y la ganancia salen de la misma fuente que es el valor incorporado en el tiempo de trabajo que el obrero agrega al producto final. De ello se desprende claramente que si aumenta el salario, baja la ganancia y a la inversa.
Si ganancia y salario salen de la misma fuente que es el tiempo de trabajo incorporado al producto final, es fácil deducir quién asume en realidad el costo de producción: no hay otro que el obrero. Pues por ejemplo, en media jornada el obrero produce el valor de su salario y en la otra media jornada produce la ganancia del capitalista. Bajar el “costo de producción” significa en realidad aumentar el costo de producción para el trabajador o costo de vida ya que, por ejemplo, en cuarta jornada produciría un salario equivalente a la mitad del valor del anterior empobreciéndose irremediablemente, y en las tres cuartas partes restantes de la jornada laboral, produciría más ganancias para el capitalista, enriqueciéndolo aún más.
Como vemos, la reducción de costos es sacrificio exclusivo del obrero y los trabajadores. ¡Nada de sacrificio para el capitalista! ¡Y sin embargo los gobiernos prometen que así nos beneficiaremos! Es por eso, y por otros motivos, que ¡NO DEBEMOS DEJARLOS GOBERNAR COMO ELLOS QUIEREN GOBERNARNOS!
El marxismo nos da la llave para poder comprender la terrible mentira de capitalistas y gobiernos de turno acompañados de su coro de profesores, eruditos, economistas y políticos que nos hablan de “costos empresariales”, y pone de pie lo que está de cabeza, clarificando que el costo de producción es asumido por obreros y trabajadores.