El ataque al nivel de vida del pueblo trabajador es la única solución que la burguesía monopolista tiene a la hora de sobrellevar su crisis estructural. El sostenimiento de su tasa de ganancia (o evitar que ésta caiga en demasía), sólo es posible si los trabajadores vivimos cada día un poco peor, para que ellos sigan concentrando la riqueza.
Por eso levantamos la idea política de NO DEJARLOS GOBERNAR como ellos quieren gobernarnos. Cualquier proyecto político de la burguesía, más allá de su «color», forma o denominación, apunta a ese objetivo. De allí que los trabajadores nunca podemos esperar soluciones a nuestros problemas de vida si provienen de la clase dominante.
Necesitamos, desde nuestros intereses y desde la posición que ocupamos en la sociedad (s omos los que ponemos en marcha al país todos los días) erigir una propuesta política propia, nacida al calor de la lucha y la organización, que rompa definitivamente con cualquier tutela burguesa, para construir un horizonte de salida real para todo el pueblo argentino.
La burguesía monopolista hace lo que tiene que hacer. Defiende sus intereses de clase y desde su gobierno, todos han cerrado filas a la hora de poner en marcha su plan de aumentar la productividad y achatar la masa salarial. La reducción de planteles en las empresas no va acompañada de una reducción en la producción, esto implica que menos trabajadores producen lo mismo o más que antes, pero con menos personal.
En el plano salarial, empujaron las paritarias a la baja. Se ha perdido poder adquisitivo ante la inflación pasada, al tiempo que el aumento de los precios de la canasta básica no cede, lo que implica un deterioro del salario real. Todo esto «matizado» con cierres de empresas y suspensiones, en el marco de una reconversión de negocios en donde el capital vuelve a concentrarse en un nuevo ciclo, descartando mano de obra. Una situación que en la práctica, actúa como infame extorsión cotidiana sobre los trabajadores: el temor a perder el empleo no es una sensación sino una realidad que padece cada familia trabajadora. Y ya no es secreto para nadie que el gobierno evalúa una reforma laboral que “legalice” más flexibilidad y explotación.
Situaciones objetivas como esta, pueden dificultar materialmente el avance de la organización independiente de la clase obrera. No tenemos dudas que la experiencia concreta arroja logros en los últimos meses que han sido muy importantes, pero a la hora de ampliar el trabajo de construcción, aparece condicionado por la situación que describimos; y la claridad política que se tiene respecto a lo que pasa no cristaliza aún en avances organizativos de las herramientas que nos permitan frenar el embate.
Sabemos que la lucha de clases tiene altibajos, nunca es una línea ascendente permanente. Y aunque en algunos terrenos la burguesía avance, va dejando girones en el camino, porque -a diferencia de otros períodos históricos- no cuenta hoy con el aval político del pueblo: nadie les cree y su desprestigio no para de crecer.
Es por eso que tiene vital importancia hacernos fuertes desde los avances que se han logrado. Aunque los niveles de organización de los trabajadores aun no alcancen para poner un freno contundente al ataque de la burguesía, la experiencia va dando pasos importantísimos. Por eso insistimos que no hay experiencias chicas ni grandes, sino experiencias que se están haciendo en lo más profundo de nuestra clase.
El proyecto político nacional puesto en marcha el 3 de junio en Villa Constitución, con el objetivo de darle impulso a una política sindical revolucionaria, hay que seguir llevándolo en profundidad en cada lugar de trabajo. Con iniciativa permanente y con las fuerzas que ya están dispuestas; la llama de la rebelión de las bases está encendida. Ni las elecciones, ni ningún fuego de artificio de la burguesía en ninguna de sus variantes, nos desviará de ese camino.
Ir cada vez más abajo y simultáneamente propagandizar y fogonear la propuesta nacional es la tarea central de los revolucionarios. Esto nos dispondrá a una nueva etapa de lucha y organización que, sin lugar a dudas, será de una calidad diferente.
Sostener la iniciativa política entre los trabajadores y abordar todos los temas de organización de los mismos; sin descanso, sin tregua contra el enemigo de clase, con la convicción profunda de que estamos reuniendo fuerza y energía renovadas para el proceso de lucha de clases que se viene. Si hacemos lo que hay que hacer hoy, el proceso será favorable a los intereses de los trabajadores.
Trabajar por la unidad de nuestro pueblo de abajo hacia arriba con una concepción de poder popular; sostener el principio de la movilización permanente del movimiento de masas; impulsar la herramienta política sindical revolucionaria que aglutine el enorme potencial que existe entre los trabajadores, asqueados de las traiciones de todo el aparato burocrático-empresarial del sistema; profundizar las políticas revolucionarias en cada fábrica, barrio, escuela o facultad; y fortalecer las organizaciones políticas de los trabajadores en todos los niveles, respetando la experiencia viva que nuestro pueblo viene realizando, avanzando en las metodologías revolucionarias con la impronta de la democracia directa.
Ese es nuestro compromiso y de allí no nos correremos.