Cuando los trabajadores y el pueblo ponemos por delante de cualquier cosa nuestros intereses, la clase en el poder -la burguesía monopolista- pierde la calma. La acción independiente desde abajo golpea los gobiernos, las superestructuras estatales y sindicales, los partidos políticos y todos los aparatos del sistema de dominación. Esto agudiza la lucha de las clases, ensanchando la fisura entre los intereses de los monopolios y el pueblo trabajador.
Por eso, más allá del nuevo circo electoral en el que nos tratan de embretar, tenemos que profundizar la huella y continuar impulsando el proyecto revolucionario, la única solución real que tenemos para terminar con toda esta podredumbre.
En las fábricas recurren al chantaje y la extorsión, utilizando a los sindicatos como gendarmes, atacando las organizaciones que se comienzan a construir con fuerza por fuera de las instituciones ya caducas.
Esto eleva las responsabilidades de la acción revolucionaria que, a las tareas de difundir el proyecto, impulsar el enfrentamiento con la burguesía y su Estado a nivel nacional, planificar y organizar la lucha por los reclamos, debe generar iniciativas para fortalecer la dignidad colectiva de la clase obrera, su pertenencia e identidad de la misma.
Las actitudes espontáneas -y no tanto-, de personas o grupos que cada día y heroicamente resisten los atropellos, maltratos y arbitrariedades de las empresas y sus siervos, nos están marcando –a pesar de las dificultades- la disposición de importantes sectores de la clase obrera a transitar otro camino, que es por dónde debemos avanzar.
Pero esas actitudes no alcanzan. Hay que organizarse -de lo pequeño a lo grande- para enfrentar todo lo que genera indignación y repudio; contra este salvaje y antihumano régimen laboral, el traslado indiscriminado de sector en sector, el aumento de los ritmos, las condiciones generales del ambiente de trabajo, la salubridad, etc. Hay que hacer tronar el escarmiento a los verdugos de la empresa, involucrando a la mayoría de nuestros compañeros, creando un nivel inicial de organización de masas.
La solidaridad de clase es otro fenómeno para avanzar en nuestra pertenencia como clase. La misma debemos desarrollarla y organizarla en todos los planos, en cada suceso de la vida misma, acompañando y apoyando a las fábricas vecinas en sus luchas, acompañando y resolviendo las dificultades de los compañeros en momentos dramáticos de su vida, ayudando a resolver problemas prácticos de la vivienda, la salud, la seguridad, etc. Todo eso nos reencuentra con la naturaleza de nuestra clase y fortalece la sensibilidad revolucionaria.
Impulsar actividades sociales, deportivas o culturales entre los diferentes sectores y entre diferentes fábricas, conocernos, confraternizar y conocer nuestros problemas comunes, sumarán a este camino. En esos espacios deben aparecer las razones y los motivos de la situación en que nos encontramos, el debate en torno a los problemas nacionales y el lugar que como clase ocupamos en la solución de dichos problemas.
La unidad e identidad de clase, es un paso necesario para la conciencia de clase. Ver, palpar las causas de fondo de la indignidad a que nos someten desde el poder, pone blanco sobre negro el papel que el proletariado tiene en la sociedad: ponerse como avanzada al frente y ser el ejemplo en la lucha contra este sistema, conduciendo a todo el pueblo a una solución definitiva a sus problemas, destruyendo al capitalismo y edificando un sistema socialista.