En la ciudad de Córdoba se encuentra la Fábrica Argentina de Aviones S.A., una empresa con capital estatal, gestionada por los gobiernos y el sector de monopolios dominante de turno.
En su página web puede leerse lo siguiente: “FAdeA apunta a recuperar y modernizar la Industria Aeronáutica Argentina incorporando tecnología de punta, generando socios estratégicos en la región y desarrollando nuevos procesos de producción para alcanzar estándares de excelencia mundial.”
Sin embargo, el proyecto más reciente puesto en marcha es la producción de 40.000 barras de contención antimotines, chalecos antibalas para las fuerzas de seguridad y otras cosas ¿útiles? para resolver los problemas del pueblo argentino.
En esa producción… ¿¡Puede considerarse producción!? Se emplean los conocimientos de ingenieros, técnicos y obreros especializados que cuentan en su haber múltiples cursos de especialización como manejos de máquinas de control numérico, sistemas informáticos de diseño y planificación, tecnología aplicada y otros.
Esto es un ejemplo, sólo un ejemplo, de cómo la burguesía monopolista, con su gobierno de turno a la cabeza, destruye fuerza productiva social, malversando la utilización de las instalaciones y mano de obra especializada de la fábrica más sofisticada del ámbito estatal, para fabricar elementos toscos y burdos que, además, serán destinados a ser usados contra el propio pueblo.
Aquí están reflejadas también las mentiras de toda la burguesía. Ésta es la “cultura del trabajo” de la que hablan, ésta es la producción inútil para el pueblo y muy útil solamente para la defensa del poder de los zánganos que viven a nuestra costa, éste es el famoso “agregado de valor de la producción nacional”, ésta es la inversión de los recursos estatales que tanto sacrificio representan para los trabajadores y pueblo en general a través del pago de impuestos cada vez más altos. Mientras nos dicen que deben venir capitales, destruyen capitales. Y esto es sólo un ejemplo.
Pero no hay que equivocarse. La burguesía no tiene un pelo de zonza. Los errores, desaciertos y decisiones erráticas, los cuales se han multiplicado recientemente, así también como este claro ejemplo de torpeza incalificable, no se deben a incapacidades políticas de sus mentes o a ineficiencias intelectuales. Son, más bien, expresiones de incapacidades materiales impuestas por la propia realidad y la naturaleza humana que la imposibilitan en su afán de contener la lucha de clases de un pueblo indómito que no se disciplina a sus mandatos.
Las razones hay que buscarlas en el cúmulo de contradicciones irresolubles que el sistema capitalista reproduce constantemente y que no encontrarán solución en el marco de su propio funcionamiento, porque el sistema es cerrado y sus límites están firmemente acotados a la capacidad de compra, cada vez más reducida, de las mayorías populares.
Esas imposibilidades materiales son también la causa de la incapacidad política para ocultar el verdadero fundamento del sistema basado en la explotación del trabajo asalariado de masas para beneficio de una clase social burguesa cada vez menos numerosa y más rica. En ello radica su incompetencia para el engaño, la mentira que no deja de practicar diariamente, pues es su fuente de subsistencia, los chanchullos de corrupción y miseria antihumana, sus frustrantes intentos de disciplinamiento social, su crisis de gobernabilidad, etc. En pocas palabras, se trata de una burguesía en su última y más impúdica fase histórica que pretende sostener a toda costa el sistema de organización de la producción y de la sociedad que le otorga los privilegios que no quiere perder.
Esta producción de elementos antimotines, que no es otra cosa que un modo de destrucción de fuerza productiva social, es un intento burdo, entre otros de igual calaña, de aventar su miedo y prepararse para enfrentar las grandes batallas que este pueblo va a seguir dándoles, profundizando el enfrentamiento a sus políticas de privaciones y generalizándolas para lograr mejoras en su vida hasta conquistar sus aspiraciones políticas.
La burguesía no tiene “razones”, en el sentido intelectual y moral de la palabra, para sostener el sistema capitalista y supervivir como clase parásita, sólo tiene avidez irracional de acrecentar su capital y, por ello, está y estará dispuesta a hacer todo lo necesario, y aún más, para lograrlo.
A esa irracionalidad debemos oponerle la racionalidad proletaria de nuestros sueños revolucionarios de conquistar una vida digna, libre de toda explotación y privilegios de clase, en donde las fábricas y todos los esfuerzos productivos de nuestro país tengan como objetivo la satisfacción de nuestras necesidades y aspiraciones de vivir dignamente el presente hacia un futuro mejor.
Ésa es una lucha día por día.