El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires impulsa una reforma educativa integral de la escuela secundaria que habría de implementarse el año entrante en 17escuelas piloto (6 Medias, 2 Artísticas, 2 Técnicas, 7 Normales). La llamada “Escuela del futuro” pretende reformar integralmente la educación secundaria, introduciendo cambios en la metodología de enseñanza. La idea central es incorporar el trabajo colaborativo, en equipos o células de trabajo áulico, y por proyectos, cuyo objetivo central es el aprendizaje por parte de los alumnos en la resolución de problemas específicos. Sin embargo, el propio Ministerio de Educación de CABA no tiene ni idea de cómo implementar estos cambios, situación por la cual se ven obligados a convocar a los propios docentes que obligatoriamente van a ser partícipes de estas modificaciones metodológicas. Convocan a los docentes para resolverle los problemas al ministerio, pero sin abrir la discusión a la comunidad educativa.
Que el sistema educativo como está se encuentra perimido, que no le da las herramientas a docentes y alumnos para desempeñarse, no digamos con plenitud, sino ya para transmitir unos y otros adquirir conocimientos mínimos, es algo que salta a la vista de cualquiera que se encuentre ligado a la educación. Pero sobre todo estas prácticas de enseñanza-aprendizaje responden a otras etapas del capitalismo y no precisamente a la actual. El capital hoy necesita que la escuela forme mano de obra acorde a las formas de organizar la producción: trabajo en células, resolución colectiva de problemas, planificación por equipos de la producción, polivalencia, flexibilización laboral, versatilidad y rápida adaptabilidad del trabajador.
Entonces, no se trata de una discusión de principios, ni de imaginarse cuál es el sistema educativo ideal. Sencillamente, las metodologías de trabajo en la producción –sobre todo en la industria de punta- han cambiado en los últimos años, y ese cambio no se corresponde con las actuales formas de enseñanza. El viejo sistema “Fordista”, donde cada operario ejecutaba una operación en forma aislada del resto de la línea de producción, en donde la organización y las directrices de producción se daban a través de una red infinita de capataces, están siendo paulatinamente desplazadas por el llamado “Toyotismo”, donde la organización puntual del trabajo se desarrolla a través de equipos de trabajo, denominados células. Estas células de trabajo se transforman en un organismo polivalente, flexible y resolutorio de los problemas que surgen durante el proceso productivo. La educación como hoy es impartida, desde el ámbito secundario hasta el universitario inclusive, ha quedado atrasada con respecto a las necesidades de la producción. Los conocimientos y el tipo de disciplinamiento que se imparte –puesto que la educación, en este sistema, no es más que una forma de disciplinar a la clase trabajadora- ha quedado desfasado. El disciplinamiento que hoy necesita el capital debe contemplar cada vez más el trabajo colectivo; que los trabajadores resuelvan los problemas en forma cada vez más socializada (en grupos de trabajo) optimizando los conocimientos de cada materia –es decir “cruzando” el contenido de las distintas materias o módulos que hoy se dan por separado-.
En la producción, el capital utiliza estas formas de trabajo en grupos o células para optimizar la producción y ganar en productividad. Es una forma de exprimir mejor al trabajador, haciendo uso no solo de su fuerza física, sino también mental. Estas formas de trabajo implican una sociabilización de la producción cada vez mayor (es decir que la clase obrera interviene cada vez más activa y conscientemente en la resolución de los problemas de producción), sociabilización que las empresas introducen para obtener más ganancia, para exprimir más a sus trabajadores. Esa misma sociabilización es la que pretenden introducir en la escuela secundaria para producir trabajadores acorde a las nuevas necesidades con las que tropieza el capital. Pero este proceso encierra una contradicción de la cual no se puede escapar en los márgenes de este sistema económico: se sociabiliza cada vez más la metodología de producción, y en este caso, de educación, pero la apropiación de lo producido es cada vez más individual. En las empresas, el trabajo en equipo contrasta con salarios cada vez más bajos y ganancias cada vez más altas para los empleadores, y en la educación pretenden implementarlo de la misma manera: a costa de docentes y estudiantes.
Pero resulta de todo punto de vista inviable introducir cualquier cambio metodológico con las condiciones de precarización laboral que existen en el sistema educativo ¿Cómo hablar de introducir este tipo de cambios en colegios que sufren cortes de agua, de electricidad o de gas al menos una vez por semana, resultado de la falta de inversión en el mantenimiento de los edificios? ¿Cómo implementar cambios metodológicos en colegios donde el hambre le impide a los chicos pensar o concentrarse, y donde para colmo las viandas del gobierno resultan tan repugnantes que ni aquellos a los que le falta un plato de comida en la casa pueden digerir? ¿Está la capacidad de “trabajo en grupo”, de “iniciativa y emprendedurismo” por encima de las necesidades más básicas de los hijos de nuestro pueblo? ¿Es posible, no digamos introducir cambios metodológicos, sino ya trabajar como estamos trabajando con estos problemas estructurales? La circular del gobierno también hace hincapié en la necesidad del uso de tecnologías, según ellos los estudiantes deben ser “tecnológicamente alfabetizados”. Lejos de eso, los colegios públicos no tienen ni redes de wifi, ni instalaciones eléctricas para poder desarrollar esas tareas. Mucho menos plataformas web ni capacitaciones docentes que permitan aprovechar esos recursos. Ni hablar que, en las condiciones de pobreza de una inmensa masa de estudiantes, el mejor uso que esos chicos le pueden dar a la mejor computadora del mundo otorgada por el gobierno, muchas veces es venderla.
Demás está decir que implementar esa serie de cambios requeriría capacitaciones docentes –y nos referimos a capacitaciones en serio, no a los cursos truchos que dan los sindicatos como forma de seguir incrementando su parasitismo y engordar sus bolsillos-, pago de horas extra clase por curso para invertir en planificación, reducción de la cantidad de alumnos por curso -¿Cómo puede un docente concentrarse en trabajo interdisciplinario con cursos de 30 o 40 alumnos? Y esto va tanto para la escuela secundaria como para la universidad-. Todas estas condiciones de precarización docente se vuelven insostenibles si le agregamos la inestabilidad laboral por la falta de titularizaciones (que no se realizan hace más de 6 años) y las famosas “horas taxi” donde miles de docentes tienen repartidas sus horas en una decena de escuelas: Tres por aquí, tres por allá, y así van juntando horas para un salario digno , tema que está directamente relacionado con el paupérrimo salario de base y que hace que inevitablemente un docente tenga que tener un sinnúmero de horaspara acceder a un salario con el cual mantener a su familia y llegar a fin de mes.
¿Qué tipo de “concentración en el trabajo interdisciplinario” o en la elaboración de proyectos por materias puede tener un docente que trabaja en estas condiciones que atentan verdaderamente contra la educación? Sin la resolución de estas cuestiones que hacen a la precarización laboral existente no se puede ni pensar en semejante reforma…
Pero la precarización laboral no se limita solamente a las condiciones precarias de trabajo ya existentes, sino que la reforma que impulsan apunta a profundizar el grado de explotación del trabajo de docentes y alumnos.
Por un lado, el planteo de la reforma incorpora la realización de pasantías obligatorias durante el último año de formación secundaria. En principio dichas pasantías no serían pagas, pero supongamos, en el mejor de los casos, que lo sean. Nos detendremos entonces en por qué debemos rechazar rotundamente las pasantías obligatorias. Por un lado hay quien podría justificar la realización de pasantías alegando que le dan más herramientas a un estudiante para adquirir experiencia laboral antes de ingresar al mercado laboral ¿Quién no ha tenido problemas para encontrar su primer empleo resultado de la famosa “falta de experiencia”? Por otro lado, dada la necesidad de obtener mayores ingresos por parte de muchas familias de trabajadores, pasantías pagas obligatorias, aunque sean mal pagas, implicarían un pequeño alivio para el bolsillo doméstico. Estos son, fundamentalmente, los dos argumentos para sostener las pasantías. Ahora bien, veamos de qué se trata en realidad.
En lo que respecta a la experiencia laboral, ésta quedaría anulada desde el momento en que toda la masa de estudiantes pasa a tener “la misma experiencia laboral por la pasantía obligatoria”. Con lo cual, la pasantía, desde un punto de vista de la facilidad posterior para obtener trabajo (es decir, para vender su fuerza de trabajo, o aumentar su precio) no beneficia en nada al estudiante. Por otro lado, desde el punto de vista salarial, al tratarse de mano de obra más barata beneficia directamente al empleador, aumentando su ganancia. Pero desde el momento en que se incorpora una masa enorme de estudiantes a las filas del mercado laboral aumenta la competencia entre los trabajadores para ocupar un puesto. En lugar de tener 10 trabajadores detrás de un puesto de trabajotendremos, al sumar a los estudiantes, digamos, 15 trabajadores. Eso aumenta la oferta de mano de obra, disminuyendo el salario general. Además, al tratarse de mano de obra más barata (por ser pasantías obligatorias) los 10 trabajadores iniciales deberán bajar su salario para competir con los 5 estudiantes que se ven obligados a vender su trabajo por menos dinero que el salario actual. Como vemos, esa medida disminuye la masa salarial total de toda la clase trabajadora, con lo cual, la familia para la cual al principio implicaba un alivio el “sumar unos pesos con la pasantía del chico”, se verá luego perjudicada, puesto que el ingreso del resto de los trabajadores de la familia disminuirá.
El otro aspecto fundamental de la reforma es eliminar el régimen de “repetir de año”. Bajo la nueva forma de evaluación por créditos que se propone (la cual, como ya dijimos, ni ellos tienen idea de cómo implementarla) se elimina la repitencia, llevándola a cero. Esto de eliminar la tasa de repitencia responde a dos factores. En primer lugar es una mentira para dibujar las estadísticas ante los organismos internacionales. Mejorar las estadísticas internacionales hace a la posibilidad de catalogar mejor a la Argentina ante los organismos crediticios (eleva el grado de “confianza”), permitiendo acceder a más créditos (es decir, endeudar más a nuestro pueblo a costa de una peor educación). Por otro lado, se ha producido una disminución histórica del salario en los últimos años, donde hoy tanto padre como madre deben trabajar a la par a jornada entera para poder mantener a la familia (cuando décadas atrás la media era que tan solo un miembro de la familia trabajase de esa manera). El capital hoy necesita hombres y mujeres trabajando a la par a brazo tendido durante todo el día, y para ello la escuela no debe ser solamente un lugar de disciplinamiento, sino también un contenedor de chicos, una inmensa guardería que permita a los padres trabajar durante todo el día. Llevar la tasa de repitencia a cero implica liberar por completo a los padres de la responsabilidad en educación de sus hijos; implica liberarlos “mejor” para que se la pasen el día trabajando.
Como vemos, las dos medidas puntuales que plantea la reforma (fuera de lo metodológico), la tasa de repitencia cero y las pasantías obligatorias, significan más flexibilización laboral, no solo para los docentes, sino para toda la masa del pueblo trabajador. Es una forma más de aumentar el grado de explotación del trabajo y por eso debemos rechazarlas de lleno.
Ante la reforma educativa, le proponemos a la comunidad educativa:
- Titularización de todos los cargos docente antes de cualquier implementación de profesores por cargo y concentración de horas docentes en una escuela.
- La eliminación de las “horas taxi”antes de aplicar cualquier otra reforma metodológica.
- Aumento salarial ya y eliminación de las sumas en negro. La sobrecarga de trabajo que tenemos los docentes es producto de nuestros bajos salarios.
- La discusión, elaboración y aprobación de cualquier reforma educativa debe llevarse a cabo por la comunidad educativa misma (docentes, estudiantes y padres). Ya hemos realizado experiencias de este estilo con la reciente reforma de las currículas de las escuelas técnicas durante el 2012. Allí, tras la toma de las escuelas técnicas en CABA, hemos demostrado que la comunidad puede y debe organizarse para discutir sus propios planes y metodologías de estudio con democracia directa, sin intermediarios.
- Garantizar las condiciones mínimas de estudio: mantenimiento edilicio, viandas dignas, inversión en infraestructura, en tecnología y resolución de demás reivindicaciones puntuales por las cuales la comunidad educativa ya viene luchando hace años.