Ayer hubo grandes debates dentro de la CGT para frenar el estado de movilización de los trabajadores. “No tuvieron” más tiempo para enfrentarse unos y otros sectores intentando encontrar fórmulas que den respiro al hervor que viene por abajo.
Parecería ser que ésta discusión se dirime si es que se va al paro o no.
Los dialoguistas, llamados los gordos, rechazan la medida; los Moyanistas supuestamente la avalarían con las características propias que le imprimen los empresarios-sindicales, y con el objetivo de “descomprimir” la lucha de clases. Allí radican sus principales diferencias.
A esta altura de los acontecimientos, en donde de hecho el gobierno avanza en la flexibilización laboral, no se trata solo de ir a un paro, se trata de elevar el enfrentamiento fundamentalmente en el terreno político.
Mientras éstas lacras esperan el Confederal para decidir vaya a saber qué “no medida”, el pueblo trabajador debe seguir tomando medidas políticas que comiencen a dar respuestas contundentes a la clase dominante y a todo el aparato burocrático que lo cobija.
Esas respuestas políticas de la clase obrera y de todos los trabajadores no pueden esperar.
Para el rechazo a las medidas de gobierno, cuyo eje central es flexibilización laboral que garantice el achatamiento del salario, se necesita de un plan de lucha sobre la base de dos aspectos centrales. Por un lado, la necesaria unidad por abajo y por el otro, la masividad con que éste plan se despliegue para lograr entre otros objetivos un paro político.
Un paro político significa poner sobre la mesa la acción independiente de la clase, en donde un plan de lucha ocupe el escenario fundamental.
Los trabajadores estamos construyendo la unidad política y en ello tenemos que perseverar una y otra vez. El estado de esa construcción es embrionario en el sentido estricto de la organización, pero no así en el sentido potencial de la propuesta. La gran mayoría está asqueada de la podredumbre dirigencial, la gran mayoría no se deja engañar respecto al papel traidor que ellas juegan. Pero falta una alternativa política sindical robusta e independiente de todo eso, que sea capaz de dirigir el caudal de bronca, para asestar un duro golpe a la dominación de la clase dominante.
Frente a esta situación, el enfrentamiento político contra los planes gubernamentales hay que localizarlo en cada establecimiento y en cada sector de trabajo. Bien abajo se debe saber lo que significa para el Estado de la burguesía la concreción de su plan político. En ese mismo andarivel y mientras la burocracia dirime sus traiciones por arriba, tenemos que desplegar éstas políticas por abajo llamando a reuniones, asambleas de nuevo tipo, garantizando el debate e inquietudes para desplegar acciones directas. Es allí en donde garantizamos los caminos de unidad por abajo y es desde allí –fundamentalmente- que se hace perentorio que esas asambleas o reuniones impulsen a nuevos compañeros de base para gestar la unidad con establecimientos linderos, que aunque cercanos, muchas veces no saben de la disposición de lucha existente entre vecinos.
Como parte de esa unidad política por abajo hay que ir tejiendo la unidad por arriba, aunque ese arriba debe estar sometido a las decisiones del abajo y es aquí en donde la asamblea, en sus diferentes niveles, es la institución política por excelencia de los trabajadores.
Es desde este plan político que el paro tiene que ser político, y a ello es a lo que el gobierno le teme, porque las condiciones se están desarrollando rápidamente.