Cuando Corea del Norte lanza sus misiles, automáticamente algunas bolsas del mundo caen y otras suben… pero –curiosamente- las acciones del complejo militar industrial- financiero (ya globalizado) obtiene jugosos dividendos. EEUU, Europa, China, Rusia y Japón lideran el mundo de la guerra, junto a Israel y otras potencias militares menores.
Hay muchas cifras que se manejan, pero seríamos muy ilusos en pensar que las mismas son ciertas, no solo hay secretos de Estado, o lo que es peor, hay secretos de empresas.
La carrera armamentista está subordinada a la disputa de intereses monopolistas, el disciplinar unos a los otros conlleva el negocio. La creación de bases militares, como la creada ayer en Corea del Sur por EEUU, es la antesala a una presencia de disputa en el terreno comercial. La explotación del trabajo del Hombre y explotación de nuevos recursos naturales requieren de una política militarista acorde a tales objetivos.
Pero el planeta está en vilo porque los riesgos de una guerra mundial se incrementan en la medida que se incrementa la voracidad del negocio por esas conquistas.
La lucha de clases impone un freno a la agresividad Imperialista.
Una vez más, son los pueblos del mundo los que reclaman por la paz, se suceden infinitas formas de expresión que conllevan a un freno de esa escalada guerrerista.
En muchos análisis de las cuestiones internacionales y particularmente en el caso de Corea, se trata de ocultar la verdadera génesis del problema. Recordemos al pasar que mano de obra barata proveniente de Corea del Norte se cruza a Corea del Sur para abastecer de esa fuerza de trabajo a empresas monopolistas radicadas en esa nación.
No se trata simplemente de adjudicar tamaña situación política internacional a decisiones tomadas por una dirigencia descontrolada. Se trata -en todo caso- de cómo se queman fuerzas productivas cuando –simplemente- ante el lanzamiento de un misil se renuevan y perfeccionan nuevas armas de destrucción masiva. Millones de horas de fuerza de trabajo caducan indefectiblemente cada día, se produce para la nada, castigando a la naturaleza y exponiendo la vida de la humanidad.
Antes de ayer se reunieron Putin y el presidente de Corea del Sur y en plena conferencia de prensa cada uno marcó su posición ante la gravedad de la situación, “que si hay sanciones o no las hay” sanciones para el agresor… Mientras tanto, tiempo atrás, el parlamento japonés tomaba una resolución histórica: participar con sus fuerzas armadas fuera de su país ante cualquier conflicto internacional que requiera de su presencia. Imaginemos la tensión en ese territorio y en el mar de China y el rearme de Japón, en un continente plagado de conflictos de intereses.
La clase obrera y los pueblos necesitan de la paz para crecer, el sistema capitalista -por el contrario- aprisiona a las clases desposeídas, la burguesía monopolista necesita de la guerra para sostener su ganancia. Como dijimos anteriormente, quema fuerzas productivas incesantemente, y utiliza desde sus Estados la fuerza militar para reprimir y oprimir a las clases explotadas y oprimidas de esos mismos países.
La cuestión de Corea y la de todos los focos de guerra abiertos en el planeta, requieren de la clase obrera mundial luchar en cada uno de esos Estados burgueses por los intereses políticos y económicos y empujar a la clase dominante al terreno en donde es posible hacerlos retroceder y descomprimir la agresividad imperialista de los negocios.
Las guerras imperialistas de hoy están signadas por ver qué sector de la oligarquía financiera internacional disciplina a otros para contener la caída de la tasa de ganancia en los marcos del sistema capitalista. En ese pensamiento, los pueblos del mundo deberemos asimilar que esos enfrentamientos interburgueses nos llevan a un exterminio del planeta, la verdadera Guerra es la guerra de clases y la misma se expresa en la contienda cotidiana esencialmente en el plano político y que en cada realidad la misma adquirirá formas pacíficas o violentas según el grado de desarrollo de la lucha de las clases en disputa.
La cuestión de Corea y la “guerra” de misiles no es más que la expresión burda y chabacana de la política imperialista en la fase de crisis estructural del sistema capitalista, lo cual lo hace más peligroso y aventurero.
En la medida que los pueblos del mundo vayamos por nuestros derechos políticos, por los intereses que son independientes de los negocios interburgueses, abriremos nuevas compuertas para garantizar la paz mundial, a la vez que concentraremos las fuerzas mayoritarias a castigar duramente a las burguesías monopolistas aferradas al poder de cada Estado.