El conflicto con la comunidad mapuche en la región patagónica no es nuevo. La desaparición de Santiago Maldonado, luego de una de las tantas represiones de las fuerzas del Estado en la zona, lo ha puesto sobre la mesa; y, como siempre pasa, cuando la burguesía se encarga de contar los hechos, lo hace contándolos de la manera que más conviene a sus intereses.
Los mapuches son sólo un parte del movimiento de resistencia contra la minería a cielo abierto y el fracking que existe desde la Patagonia hasta el noroeste y en otras regiones del país. En Esquel mismo, en la provincia de Chubut, un amplio movimiento denominado “No a la mina”, viene dando una pelea autoconvocada desde hace años. Incluso, con importantes triunfos como el plebiscito del 23 de marzo de 2003 que determinó por una inmensa mayoría la negativa del pueblo de Esquel y de toda la provincia de Chubut a la instalación de la canadiense Meridian Gold. Esa lucha sigue adelante ya que el poder político y económico provincial, nacional y trasnacional no se ha quedado quieto y busca las mil y una artimañas para seguir adelante con sus proyectos.
La desaparición de Maldonado despertó “fuerzas dormidas” que desde el poder monopolista aprovechan para desvirtuar y engañar sobre el trasfondo político de una lucha absolutamente desigual entre lo más concentrado de la oligarquía financiera internacional y las poblaciones afectadas por sus proyectos de explotación y saqueo de los recursos naturales.
Entonces ¿qué hace la burguesía? Uno de los argumentos es entrar en disquisiciones históricas, y hasta filosóficas, para concluir que los mapuches no son argentinos y, por lo tanto, no tienen por qué protestar. Intentan volver a la carga con un nacionalismo de opereta que nos indica quién estaría en condiciones de reclamar por sus derechos de acuerdo a su nacionalidad. De allí a querer acusar de “apátrida” a todo movimiento de resistencia contra los planes de saqueo las multinacionales, hay un paso.
En esa intentona, los nacionalistas de opereta “olvidan” que terminan defendiendo los intereses de Benetton, Lewis, Meridian Gold, Chevron y otras tantas empresas trasnacionales que de argentinas no tienen absolutamente nada. Y que, como ha quedado demostrado en las regiones del país donde los emprendimientos sí pudieron realizarse, la explotación de nuestros recursos por parte de estos verdaderos saqueadores internacionales no le deja ningún beneficio a nuestro país ni a sus habitantes. Si no, basta con ir y preguntar en San Juan a las poblaciones afectadas por le proyecto Pascua Lama o a Catamarca por el proyecto minera La Alumbrera.
Eso también es la Argentina, señores nacionalistas.
Como sucedió durante la llamada conquista del desierto emprendida en el siglo XIX, con el cuento del progreso y de la defensa de la nación se le abren las puertas a los intereses monopolistas mundiales que, por definición, lo que menos tienen es patria. Así hicieron los Roca y sus facinerosos masacrando poblaciones enteras con el dinero y las armas que “gentilmente” les facilitaba la corona británica.
Es lo mismo que propuso ayer nomás el senador por el PJ de Río Negro, Miguel A. Pichetto, de instalar al ejército en la Patagonia. Le recordamos, señor Senador, que en la Patagonia ya hay bases militares y no son argentinas justamente, sino chinas. Y fueron instaladas durante el anterior gobierno del que usted formó parte.
El nacionalismo es el engaño de la burguesía monopolista en el poder que viste sus intereses de clase con los intereses nacionales. Es un recurso que a través de la historia, en nuestro país y en el mundo, la clase dominante enarbola para disfrazar los antagonismos clasistas que son la verdadera divisoria de aguas.
Los intereses nacionales no los defiende una burguesía monopolista trasnacionalizada en cuerpo y alma, sino la clase obrera y el pueblo movilizados en la defensa del interés más supremo que pueda existir, que es el de la defensa de la vida y el destino de sus habitantes en contra de toda explotación.