El gobierno de Macri sigue su camino de embestidas contra la clase obrera y el pueblo.
El aval político para realizarlo es insuficiente, pero el sistema capitalista impone los ritmos. La cosas están muy mal para la gran mayoría de explotados y oprimidos, ni que hablar de lo que se vendrá en el futuro inmediato.
Pero la clase dominante tiene una piedra en el zapato: ese aval político que le falta no es un problema menor. No todo lo que se proponen camina por un lecho de rosas. Nuestro pueblo reacciona de infinitas formas, unas veces se retrocede, otras se resiste, y en sendos enfrentamientos la lucha abierta se los hizo volver a fojas cero.
Profundizar y extender el proceso revolucionario.
La extensión del proceso revolucionario está subordinada a la profundidad que adquiera la misma.
El gobierno, más tarde o más temprano va a sentir en su propia piel lo que gobiernos de la burguesía soportaron cuando las embestidas populares se hicieron sentir. La bronca popular crece y con ella el plan de la burguesía se corroe. Los negocios por arriba relucen, por abajo se mastica una gran impotencia.
Pero también sabemos los argentinos, por experiencia propia, que ya no es suficiente corroer, bronquear, movilizarse, luchar para cambiar el actual estado de cosas. Para atacar las causas de tanto dolor hay que golpear al sistema capitalista y a su Estado burgués.
Estamos frente a un gran desafío y los revolucionarios tenemos que superar algunas vallas de carácter ideológicas instaladas e impuestas por la fuerza de la costumbre de la dominación.
Cuando planteamos profundizar en el proceso revolucionario para extenderlo estamos planteando algunos de los problemas de la revolución.
Profundizar es trabajar a fondo para abajo, es decir el plan revolucionario lo tienen que conocer los compañeros de cada sector de la fábrica, los compañeros vecinos de cada barrio, en cada aula, etc. Eso implica organizar con las metodologías revolucionarias, profundizar en las respuestas políticas, concientizar hacia la revolución. Explicar los por qué de cada movida. Es en ese trabajo en profundidad que simultáneamente se extiende la propuesta revolucionaria, no al revés, en ese trabajo cotidiano, codo a codo con el abajo avanzamos en la idea de participación e involucramiento a nuevas fuerzas que hasta ayer no contábamos. No hay un muro que separe entre profundidad y extensión las tareas políticas a realizar, pero sin profundidad la extensión será débil.
La lucha por el poder exige ir cada vez más abajo, y ese ir abajo comprende extender la oleada revolucionaria. Bien abajo, en el seno mismo del pueblo se debe conocer la política revolucionaria, el plan revolucionario.
Es el gran antídoto al oportunismo reinante, pero para ello es necesario fortalecer los distintos planos de organización política revolucionaria, entre ellas, el Partido revolucionario, la corriente sindical revolucionaria y los embriones de unidad política que devienen de la lucha. Son destacamentos que aún muy aislados han profundizado sus relaciones para abajo pero aún no encuentran por arriba un camino llano para esa unidad.
En la medida que ciertos enfrentamientos contra la clase dominante muestren las aristas de profundidad en todos los planos políticos, ideológicos, orgánicos y metodológicos, el plan revolucionario habría cumplido una etapa necesaria.
En él mientras tanto, al gobierno no hay que dejarlo gobernar, aferrarlo al terreno de la lucha en que ellos no pueden hacer pie, que es cada lugar concreto y perseverar en las conquistas eminentemente políticas.