Como inicio de esta nota publicamos un texto muy poco conocido en el país, por no decir inédito. Se trata de un escrito de nuestro Partido, editado en el mes de Octubre de 1977, a 10 años de la caída del CHE. Luego del mismo, algunas apreciaciones que consideramos de vital importancia para el momento que hoy transita la lucha de clases.
«El Che Revolucionario. Hace ya 10 años, en una quebrada de la semidesértica selva boliviana, caía el Che, luego de 11 meses de lucha diaria contra el enemigo imperialista y contra el medio hostil, contra los militares contrarrevolucionarios y contra el hambre y la sed, las enfermedades, al frente de un grupo de sacrificados revolucionarios como él, sin contactos, sin recursos.
En su estilo sobrio y sin grandilocuencias, el diario de la última campaña da testimonio de esta epopeya magnífica y desolada.
Su lucha allí, o en África o en la propia Cuba, resultó el ejemplo más vivo de internacionalismo proletario para los revolucionarios que le siguieron. En la velada solemne que siguió a su muerte, Fidel dijo al pueblo: Y cuando se hable de internacionalismo proletario, ese ejemplo, por encima de cualquier otro ejemplo, es el ejemplo del Che.
Pero no debemos olvidar que la experiencia boliviana terminó en un fracaso, eso nos obliga a analizar sus causas en el contexto de las ideas del Che.
El Che era consciente de que no podía intentarse una revolución donde las condiciones objetivas para hacerla no estuvieran dadas. Dice en 1961: Las condiciones objetivas para la lucha están dadas por el hambre del pueblo, la reacción frente a ese hambre, el temor desatado para aplazar la reacción popular y la ola de odio que la represión crea.
Pero de hecho, la lucha guerrillera boliviana carece de vinculación con las masas y no se nutre de la contradicción de las clases, por lo que no pudieron aprovecharse las condiciones objetivas que debieron existir para iniciar la lucha revolucionaria.
De esta experiencia, llevada hasta sus últimas consecuencias, no puede deducirse que el Che hubiera dado por tierra con sus convicciones anteriores, como parecen creer quienes hicieron de él un apóstol de la violencia. Debe deducirse, en cambio, que hubo errores de concepción o de preparación o defecciones de último momento (particularmente la inconsecuencia de Monje, quien estaba comprometido a facilitar una vía de comunicación entre la guerrilla y la vanguardia del proletariado boliviano).
Este breve comentario sirve para salir al paso a la idea de que para el Che bastaba con abrir un frente guerrillero en cualquier lado, para llegar finalmente al poder. El mismo advirtió del peligro de este optimismo superficial, «porque el imperialismo, al contrario de algunos grupos progresistas, sí aprende con sus errores».
En realidad, el Che fue un estudioso y práctico del marxismo leninismo, él había comprendido el valor de la violencia revolucionaria en América, para concientizar a las clases explotadas, pero sobre todo para remover el obstáculo que el poder imperialista y los ejércitos locales significaban para una situación revolucionaria ya madura. El Che rescató la importancia que Marx daba a dicha violencia como «partera de la Historia», pero consciente de que ella podía ser aplicada cuando los elementos objetivos estaban dados y no antes.
La característica principal del pensamiento del Che era el «humanismo revolucionario» que revitalizaba la importancia del Hombre en el proceso de la lucha revolucionaria y en la construcción del Socialismo.
Daba al «elemento subjetivo», el lugar destacado que le había otorgado Lenin y que aparecía olvidado en nuestra América Latina, donde muchos marxistas pensaban que había que esperar pacientemente la revolución que habría de llegar, sin ninguna duda, cuando fuera el momento.
Las tesis leninistas del eslabón más débil de la cadena imperialista y de que, una vez producida una situación revolucionaria, el Partido de vanguardia puede aprovechar las coyunturas para llevar al proceso revolucionario por caminos más cortos, mediante la acción consciente y decidida de sus militantes, fue estudiada, profundizada y puesta en práctica por el Che y por el grupo dirigente de la Revolución Cubana.
El Che destacaba la importancia de la conciencia revolucionaria, concebía al ser humano en el socialismo como un «Hombre Nuevo». En ese convencimiento impulsó decididamente el trabajo ideológico sobre el conjunto de la población.
Del pensamiento y del ejemplo del Che han nacido muchos movimientos revolucionarios. Algunos de ellos pecaron de militarismo, olvidando la necesaria combinación de las formas de lucha. Otros, depurándose en el choque con la realidad y en la práctica de sus aciertos y de sus errores, buscaron su inserción en las masas, combinaron las formas de lucha, adecuaron las acciones militares al nivel de la lucha de clases.
El PRT es heredero directo de la Revolución Cubana y de las ideas del Che. Como marxista leninista, el Comandante Santucho fue un estudioso y un analista de excepción. Profundo conocedor de las ideas del Che, aspiraba a la aplicación creadora de ellas en nuestra realidad. Fue así que –tempranamente- el PRT definió su estrategia a través de la Guerra Popular Revolucionaria, al mismo tiempo que, creadoramente, buscaba y lograba su profunda inserción en la clase obrera, especialmente en el proletariado concentrado en las grandes fábricas. Sintetizó así la combinación dialéctica entre la lucha armada y no armada.
La dictadura fascista que hoy ensangrienta nuestra Patria es la respuesta que el imperialismo da a las aspiraciones de los pueblos. A diez años de su muerte, el Che sigue guiando los pasos de toda una generación de revolucionarios. Su ejemplo y el de quienes cayeron alzando su bandera, como el Comandante Santucho, Inti Peredo, Miguel Enríquez, el Negrito Fernández, Benito Urteaga, Juan Pablo Eliseo Ledesma, y tantos otros, han de servirnos de guía para infligir una vez más, una dura derrota a las fuerzas de la reacción y el imperialismo. Hasta la victoria siempre, Comandante Ernesto Che Guevara.»
Aquellas palabras, escritas hace 40 años, con muchísimos compañeros caídos, desaparecidos, presos y en el exilio, fortalecen nuestras ideas de hoy.
Este domingo 8 de Octubre, se cumplen 50 años de la muerte del gran político revolucionario que fue Ernesto Che Guevara. Qué decir de la gran indignación que nos produce ver cómo la prensa burguesa se hace eco de ello, tergiversando y tomando aspectos secundarios de su figura (como no podía ser de otra manera), olvidando el tremendo significado que constituye el legado político-ideológico del Che.
Lo embelese la burguesía, como si fuera una estrella del mundo del espectáculo, presentándolo como una figura mítica… pareciera que da lo mismo hablar de él que de El Principito, o algún excéntrico aventurero, pretendiendo reducirlo a un simple producto comercial. No menos grave son algunas posiciones pequeño burguesas que presumen de marxistas y que tratan de reducir su figura a la de “guerrillero heroico”, al tiempo que desde el oportunismo siempre rechazaron los cambios violentos que toda revolución encarna en los marcos decisivos de la lucha de clases. Aquellos que se escandalizaron con la gesta del Che en aquel momento, son los mismos que hoy lo colocan como una figura ensalzada en el bronce.
Lo que se busca, en esas diversas expresiones, es disfrazar y esconder lo que en realidad se constituyó en una de sus más extraordinarias virtudes, que fue su capacidad política y teórica, con un compromiso científico, en la búsqueda y defensa constante de cómo la clase obrera se iba dotando cada día, en todos los cambios y procesos, de una aproximación cada vez mayor, para generar una sociedad socialista capaz de sentar las bases materiales para arribar al comunismo.
Él fue capaz de dar su vida en pos de sus convicciones. Pero no en su muerte, sino en su vida, la que entregó en horas y horas de sacrificio, en el estudio, en los escritos, en largos debates y agotadoras jornadas de trabajo, despojado de todo tipo de privilegios.
Sus debates sobre el incentivo moral como un aspecto esencial en el avance y desarrollo de la producción, con el intento constante de profundizar cada vez más en el involucramiento de las masas en la construcción, participación y decisiones de la nueva sociedad, donde constantemente planteaba que la realización del individuo en una nueva sociedad se daba cuando su esfuerzo se centraba en la realización del colectivo.
Estas virtudes del Che estuvieron impregnadas de un sello característico, que fue la unidad entre el pensamiento, palabra y acción, partiendo que la mejor enseñanza era la práctica.
Nos dejó un ejemplo de lo que debe ser un comunista, siendo su preocupación central y por sobre todas las cosas, el hombre por sobre cualquier otra cuestión.
Visiones éstas que lo llevaron a criticar a la URSS porque se había desviado de la concepción socialista (en momentos en que nadie desde el “campo revolucionario” lo hacía). El Che no compartía la concepción del Partido Comunista Soviético, que partía del cálculo económico y desde la teoría del valor en la economía, en una supuesta sociedad donde el objetivo era la eliminación de la explotación del hombre (crítica largamente fundamentada en los “Cuadernos de Praga”, que muchos años después fue hecha pública en algunos libros editados desde Cuba). Dichas críticas lo llevaron a vaticinar, con mucho pesar, la caída de la URSS, y a terminar enfrentado duramente las concepciones estalinistas.
Pero más allá de que los hechos históricos le hayan dado la razón, sus aportes y premisas teóricas hoy tienen más vigencia que nunca, lo cual se constituye en un deber de todo revolucionario, profundizar y estudiar al Che político.
Porque nos encontramos en una etapa de la lucha de clases en el mundo entero donde se hace imprescindible abrazar los legados de este hombre que, al igual que Marx, Engels y Lenin, han dotado al proletariado mundial de una ciencia que, sin duda, nos arma para encontrar más rápidamente, caminos certeros que lleven a la humanidad hacia su emancipación.