A escasos días de un nuevo circo electoral de la burguesía y sus amanuenses, en un marco de sensibilidad muy grande en la población debido a la aparición de un cadáver que se relaciona con la desaparición forzada de Santiago Maldonado, nuestro pueblo no tiene respiro y la frase “no hay sueldo que alcance” es lo que se escucha decir cada día en los lugares de trabajo: todo aumento conquistado con la lucha fue dinamitado por la permanente estampida de precios e impuestos.
La plata que cobramos se nos desintegra entre las manos, cada vez hacemos menos con más, tenemos que trabajar más y más horas, y el derrotero por llegar a fin de mes es el tema en cada mesa familiar.
Éste, que es el principal tema de preocupación de millones de compatriotas, no es un problema que ocupe ni preocupe al gobierno de los monopolios y todas las bancadas parlamentaristas disfrazadas de oposición, muy ocupadas con sus discursitos electorales. Mejor dicho, es justamente el tema sobre el cual el gobierno y toda la burguesía prefieren no hablar, a excepción de cuando tratan de meter como sea el debate de la tan mentada Reforma Laboral en ciernes. Que si tiene que ser a la francesa, que si será a la brasilera, que si tendrá un toque “argento”… que mejor no pase por el Congreso… en definitiva, este es un tema que para la burguesía en este momento pasa a ser la madre de todas sus batallas. Porque se trata de la explotación y el saqueo, se trata de salarios, de horas y condiciones de trabajo. Y como el que el horno no está para bollos, lo mejor para ellos es tratar de no agitar el avispero por ese lado.
Los “economistas” de la burguesía hablan de inversiones… de que “mejoran las cuentas”. Pero a los economistas del pueblo, a cada madre trabajadora, a cada ama de casa, las cuentas no le funcionan de la misma manera. La realidad demuestra que los salarios de los que trabajamos se licúan rápidamente al ritmo de una inflación que no ha parado desde hace años.
Y esto es un aspecto que materialmente golpea las aspiraciones de vida digna del conjunto del pueblo. Para desgracia de los monopolios y sus gobiernos, hay situaciones que van cambiando. Ya nadie se come el verso de que “veremos el año que viene”, porque la cosa no da para más.
Los trabajadores en todo el país vamos experimentando y ganando confianza en nuestras propias fuerzas en la lucha, poniendo blanco sobre negro nuestras aspiraciones y necesidades frente a la apropiación de los poderosos. No sin dificultades, es cierto, pero comienza a alumbrar un camino en verdad independiente de la tutela burguesa.
Ya nada está escrito de antemano y es la lucha de clases la que rompe con la tranquilidad de los monopolios para aplicar sus planes. Cuando aparece la movilización y la organización desde el abajo que confronta, sumado al estado deliberativo al que hemos llegado como clase y como pueblo, se condicionan las decisiones de la burguesía.
Pero como ya lo hemos mencionado, esto es muy importante pero ya no es suficiente. La creatividad en cada una de las fábricas y lugares de trabajo a la hora de movilizarnos y organizarnos es fundamental, no tiene límites. Masivamente y con la lucha concreta como herramienta, tenemos que ir consolidando las diferentes organizaciones que, con la democracia directa como ejercicio cotidiano, empiecen a tener más peso real en el enfrentamiento a las decisiones de la burguesía.
Levantar la mirada y plantearnos como trabajadores esa tan necesaria unidad política como clase en nuestro propio establecimiento, y con otras fábricas, con hospitales, escuelas, barrios… donde los problemas tienen la misma esencia y muchas veces son los mismos, es uno de los desafíos políticos que sobresalen en este momento.
Desde la acción resolvemos los desafíos que nos plantea el problema de la unidad. El viento corre a nuestro favor como clase y como pueblo.