En fecha 19 de octubre de 2017, el diario El Cronista publicó una nota escrita por un tal Sr. Javier Milei. La misma hace apología del sistema capitalista y, entre otras cosas, afirma lo siguiente:
“La propiedad privada no se trata de una institución reciente ni arbitraria y sus raíces son tan antiguas como la historia misma. Cuando los derechos de propiedad de un hombre están protegidos, ello significa que puede conservar y gozar en paz de los frutos de su trabajo. Esta seguridad es el principal, si no el único, incentivo para el trabajo mismo. Si cualquiera pudiera apoderarse de lo que el agricultor ha sembrado y cultivado, éste carecería de incentivo para dedicarse a esas tareas. Así, toda producción descansa en el reconocimiento y respeto de los derechos de propiedad. Por ende, un sistema de libre empresa es imposible si no existe seguridad para la propiedad y la vida. Por lo tanto, la empresa libre es solamente posible dentro de un marco de derecho, orden y moralidad cuyo centro de la escena es ocupado por los derechos a la vida, la libertad y la propiedad.”
Según este erudito de las finanzas y de la economía, “la propiedad privada es tan antigua como la historia misma…”
La estulticia, palabra utilizada por la jueza Servini de Cubría en el recordado fallo que pretendía censurar el programa del recordado Tato Bores quien la difundió masivamente con su parodia televisiva actuada por decenas de artistas de ese momento, ridiculizando la decisión judicial, es la única que puede calificar semejante afirmación que, además, fue realizada en pleno siglo XXI caracterizado por una profusión enorme de datos, información, estudios, etc. muy accesibles para personas de la posición del articulista. Investigadores e historiadores de todo el mundo rinden sus armas ante semejante virtuosismo intelectual que borra de un plumazo todo tipo de propiedad y sociedad que no haya sido sostenida sobre la propiedad privada. El Sr. Milei, así lo ha decretado.
“Esta seguridad (la protección jurídica del derecho de propiedad) es el principal, si no el único, incentivo para el trabajo mismo.” Continúa diciendo.
Miles de millones de proletarios en el mundo y más de 20 millones en nuestro país quienes no tienen propiedad sobre nada de lo que producen, miran perplejos y siguen produciendo 8, 10, 12 y más horas diariamente, sin que el mencionado articulista se despeine.
Pero para respaldar con un argumento de peso su afirmación, dice seguidamente: “Si cualquiera pudiera apoderarse de lo que el agricultor ha sembrado y cultivado, éste carecería de incentivo para dedicarse a esas tareas.”
Los perplejos trabajadores, ahora con estupor, no reparan en el agricultor individual imaginado en forma absurda e infantilmente por el destacado economista y mientras trabajan en la producción colectiva que caracteriza la actual sociedad, meditan sobre los destinos de los valores de su producción al cabo de las agotadoras jornadas de la que sólo obtienen los medios necesarios para reponer energías más los consumos básicos para volver a trabajar repetidamente para los capitalistas que se llevan toda la riqueza que producen.
Pero el eximio profesor no descansa y remata su idea: “Así, toda producción descansa en el reconocimiento y respeto de los derechos de propiedad.”
Sólo para hablar de nuestro país, diremos que poco más de 20 millones de trabajadores producen anualmente un PBI de 750.000 millones de dólares que les pertenecen a un puñado de monopolios, mientas que a los mencionados trabajadores les corresponde un salario promedio de menos de $ 7.200. Ello es la muestra evidente que el derecho de propiedad privada capitalista se basa en la expropiación del producto del trabajo ajeno. ¡Bonito derecho el que defiende el escriba!
Incansable, el editorialista sigue con sus verdades: “Por ende, un sistema de libre empresa es imposible si no existe seguridad para la propiedad y la vida.”
No entendemos el “por ende”, pero en lo referido al resto de la “verdad” enunciada, diremos que ni los 20 millones de trabajadores, ni sus correspondientes familias, nos sentimos seguros respecto a la posibilidad de vender diariamente nuestra única propiedad cual es la fuerza de trabajo para poder subsistir ya que se ha perdido toda seguridad de permanencia laboral y ni hablar de nuestra vida sometida a la exposición de riesgos laborales dados por falta de protección a causa de reducción de costos, por estrés, por fatiga, por rotura del ritmo circadiano, por trabajos insalubres y por el estado social decadente en que vivimos. A pesar de todo ello, se sigue produciendo día a día en favor del capital.
La última frase del párrafo corona el lúcido razonamiento del talentoso pensador: “Por lo tanto, la empresa libre es solamente posible dentro de un marco de derecho, orden y moralidad cuyo centro de la escena es ocupado por los derechos a la vida, la libertad y la propiedad.”
¡Al fin una verdad absoluta!… aunque expresada en forma incompleta. Por todo lo dicho habría que hacerle algunos agregados los cuales resaltamos y que seguidamente transcribimos: “La empresa capitalista libre es solamente posible dentro de un marco de derecho, orden y moralidad burguesas cuyo centro de la escena es ocupado por los derechos burgueses exclusivos a la vida parásita, la libertad de explotación y apropiación del trabajo ajeno y la propiedad privada capitalista defendida por el Estado al servicio de los monopolios.
Valga la presente nota como ejemplo de la notabilísima “profesionalidad” de los intelectuales de la burguesía, con sus “talentosos” razonamientos y fundamentos “profesorales”. Son estos señores quienes asesoran y preparan, en las universidades de la usura y la degradación, a los burgueses que nos gobiernan. De la misma madera están hechos los autodenominados “líderes” de esta sociedad.
Para aventar cualquier subestimación, seguidamente transcribimos parte del currículum del autor del artículo: Licenciado en Economía de la UB (Universidad de Belgrano), con posgrados en el instituto del Desarrollo Económico y Social y la UTDT. Fue economista jefe de Máxima AFJP, coordinador del Estudio Broda y asesor del gobierno argentino en el CIADI. Actualmente es economista jefe de la Fundación Acordar, miembro del B20, del Grupo de Política económica del ICC Internacional (asesor del G20) y del Foro Económico Mundial. Es autor de más de 50 artículos académicos, cerca de un centenar de artículos periodísticos y de 7 libros.