Los resultados electorales reafirman la idea que los revolucionarios tenemos que persistir actuando una y otra vez en las políticas independientes de los intereses de la clase dominante.
Hay mucho por hacer.
La crisis política de la burguesía no se cura con una aspirina de votos.
La campaña electoral, que lleva meses, ha servido para intentar frenar la movilización. Todo el concepto de democracia representativa, en donde “te delego” para ejecutar, está estructuralmente erosionado. Se lleva a cabo pero las instituciones del Estado no dejan de estar cuestionadas.
La lucha de clases se expresa en varios planos. Las elecciones, como nunca antes, son un acto momentáneo, pasajero, aunque sus campañas para ganar un puesto en la administración sean interminables.
Lo que queda el día después es lo que importa, y es allí en donde hay que persistir. No hay un cheque en blanco. El pueblo fue a votar, no quiere más de lo vivido y golpeó con lo que tuvo a mano.
¿Pero qué pasará con el día después? ¿La burguesía monopolista trastocará sus objetivos de concentrar políticamente lo que ha concentrado en la industria, los servicios, las finanzas? ¿Será condescendiente con la clase obrera y el pueblo y dejará a un lado sus planes de achatar el salario e incrementar la productividad? ¿Invertirá en educación, salud y vivienda?
Hoy es el día después y con el caudal de votos logrados intentarán golpearnos una y otra vez.
Pero la lucha de clases no es una ciencia exacta, cada instante que se vive está cargado de historia y nuestro Partido confía en la clase obrera y el pueblo. La memoria no se pierde por un acto electoral, la memoria erosiona, golpea en los grises de la vida cotidiana, acumula el dolor, ennegrece el colorido con que la burguesía adorna su desenfreno.
Los revolucionarios confiamos en nuestro pueblo y por ello persistimos una y otra vez en profundizar las tareas que hay que hacer. Un proceso revolucionario que incluye a la gran mayoría de nuestro pueblo no puede estar basado en la “grieta” que propone el arco electoral. Por el contrario, la debilidad aún de una alternativa de cambio revolucionaria exige una responsabilidad mayor que trasciende cualquier “juzgamiento” de la conciencia de nuestro pueblo.
Las tareas de los revolucionarios no se detienen. A este gobierno no hay que dejarlo gobernar sobre la base de la movilización, unidad y masividad de toda acción. Hoy como nunca debemos aferrarnos al terreno concreto, es allí en donde no deberán pasar. Para que desde la lucha elevemos en nivel de conciencia política e ideológica, así como de las herramientas políticas de cambio, muy lejos de lo electoral.
Una vez pasada la “borrachera” del “éxito” la vida pesará y la apuesta a la confianza a nuestro pueblo será determinante. La burguesía hizo todo lo posible para desmovilizar parados desde el acto electoral. Dieron asco, tanto el gobierno, el kirchnerismo, y las variantes del PJ ante lo sucedido con Santiago Maldonado. Escupieron el asado una y otra vez, y no pudieron silenciar la denuncia al Estado y a todas sus instituciones.
Por allí pasa el camino de la lucha: sostener la independencia política y no obnubilarse por lo que se expresa por arriba. El abajo no se detendrá como lo demuestra la historia política de nuestro pueblo.