La tentación es tan fuerte que la burguesía opta por transitar el camino que considera más corto y cómodo para continuar intentando llevar adelante sus proyectos de negocios.
A pesar de haber difundido que la desaparición forzada de Santiago Maldonado, y luego la confirmación de su crimen, serían motivo de que no se iba a realizar ningún festejo por el resultado electoral, tanto el partido oficialista como el resto de las organizaciones que participaron de las elecciones no se privaron de dar rienda suelta a la algarabía de haber obtenido los resultados que les permite arribar a los puestos deseados.
Pero lo que más festejaron, fue la tan ansiada base que se genera a partir de la profusa difusión de porcentajes amañados con los que pretenden demostrar la adhesión del pueblo a sus propuestas políticas.
Desde izquierda a derecha, el comportamiento es el mismo. Los unos y los otros afirman que los votantes han expresado en las urnas la voluntad de apoyar las políticas que enarbolan. Todos omiten igualmente que durante el proceso electoral nadie habló de dichas políticas y que lo que metieron a través de carteles, pasacalles, spots televisivos, mensajes radiales, etc., fueron llamados vacíos a votarlos. Algunos llegaron al colmo de afirmar que no tenían causas judiciales y que ésa era una razón de peso para votarlos.
Todos, han olvidado o querido ocultar las experiencias históricas sobre la lucha de clases y de cómo ella se impone sobre cualquier resultado electoral. Desde ejemplos más recientes como el de De La Rúa, que se impuso con porcentajes ventajosos sobre sus oponente (hablamos de porcentajes y no de cantidad de votos), como ejemplos más antiguos tales como el del Perón en el año 1973 que arrasó con un caudal de votos inéditos en la historia.
Sabemos en qué terminó el gobierno del radical. Pero recordemos en esta nota que cuando Perón quiso implementar, sobre la base de la cantidad de votantes (y ahora sí hablamos de cantidad y no de porcentajes) el pacto social, la clase obrera y trabajadores en general salieron masivamente a las calles cantando “duro, duro, duro, el pacto social se lo meten en el c…”, aunque muchos, al mismo tiempo, levantaban los dedos en V. Así, el gobierno de Perón no pudo imponer el pacto social.
Es que de la lucha de clases, aunque pretenda desconocerse, ocultarse, postergarse o negarse, nadie escapa.
La realidad aparece contundente a pesar de la fantasía, las creencias o las mentiras que se quieran construir sobre ella.
La burguesía monopolista con su gobierno y la fuerza del Estado intentará avanzar sobre la profundización de la llamada flexibilización laboral que no es más que la superexplotación de los trabajadores, la reforma previsional, la modificación impositiva, la ley de educación y otros castigos sobre las espaldas del pueblo.
En ese terreno la clase obrera y el pueblo, sin distinción de banderías, deberán prepararse para enfrentar esas políticas que no saben de adhesiones electorales y que golpearán a todos por igual.
Es por eso, que los revolucionarios debemos mantener firmes el timón en la unidad, la construcción, desde lo más profundo del movimiento de masas, de las herramientas políticas más amplias que frenen el intento y los haga retroceder. Pero por sobre todo, deberemos fortalecer el partido revolucionario que muestre el camino de la toma del poder y el socialismo, única vía para deshacernos de esta vida oprobiosa que nos impone el capitalismo decadente y moribundo.
Las cartas, hace tiempo que están echadas, hay que jugarlas sin vacilación pues de eso se trata esta realidad en nuestro país. Aunque parece decir lo contrario con sus bailes, serpentinas y globos, la burguesía monopolista también lo sabe.