Después del acto electoral del 22 de octubre los medios del sistema han instalado que llegó la “ola amarilla”; la burguesía intenta de esta manera mostrar una fortaleza política que, supuestamente, permitiría llevar adelante las reformas que el conjunto de la burguesía monopolista tiene como objetivo central, en su búsqueda permanente por paliar su crisis estructural a través del agravamiento de las condiciones de vida dºe las masas populares.
Sin ir más lejos, el día después de las elecciones, se concretó un nuevo aumento de los combustibles y aun queda pendiente uno más antes de fin de año. También se anuncian aumentos en el transporte, la luz y el agua, la medicina prepaga y los peajes. Todo ello recalienta el aumento de los precios de la economía en general, por lo que acelera el proceso inflacionario que, según el propio gobierno afirmaba, comenzaba a dar señales de descenso. Por el contrario, la consecuencia directa de los nuevos aumentos significará un nuevo golpe a los ingresos de la población.
Argentina tiene un déficit fiscal (diferencia entre ingresos y egresos) que en lo que va del año ya suma 347.826 millones de pesos (unos 20.000 millones de dólares), que representan un aumento del 85% en relación al mismo período del año anterior. De esos 20.000 millones de dólares de aumento, 11.300 se deben al pago de los intereses de la deuda.
Desde la asunción del gobierno de Macri la emisión de deuda fue la estrategia elegida para financiar el déficit fiscal. Es sabido que la política de endeudamiento permanente es insostenible en el tiempo. Por lo tanto, parte de la estrategia es la reducción del déficit a través de la reducción de los gastos estatales para volcar esos recursos a las necesidades de concreción de nuevos negocios para los monopolios. Estas necesidades del capital monopolista necesitan un respaldo político que la propaganda oficialista asevera que existe. Nosotros afirmamos que un gobierno que cuenta con el 40% del electorado nacional (que si le restamos la abstención y el voto blanco o anulado, apenas supera el 30%) está muy lejos de tener un respaldo social que le permita avanzar como ellos desearían avanzar y, como algunos sectores de la oligarquía financiera, le reclaman.
A este problema político objetivo que la burguesía monopolista tiene, y que es reconocido más allá de la euforia electoral, se le suma un problema económico. Efectivamente, el endeudamiento permanente es insostenible pero además la situación económica mundial atraviesa por turbulencias que ya no pueden ser ocultadas y que preanuncian nuevas debacles que pueden dejar a la crisis de 2008, iniciada con la caída de la Lehman Brothers en Estados Unidos, como un episodio absolutamente menor ante los que pudieran sucederse.
Hay en ciernes una nueva crisis de endeudamiento a nivel planetario. Al día de hoy, la deuda mundial supera en más de tres veces el PBI mundial. Este crecimiento del endeudamiento global tiene como protagonistas a los llamados “países emergentes” y también a los países imperialistas centrales. En Estados Unidos, la deuda no ha dejado de parar sumando en la actualidad 14,4 billones de dólares; al mismo tiempo, ha crecido en forma exponencial el mercado de deuda inmobiliario (las llamadas hipotecas basura) aun peor de lo que fue el preludio de la crisis de 2008. Por el lado de la otra principal economía mundial, China, las cosas no van mejor. El país asiático tiene una deuda que representa el 255% de su PBI. El último cálculo del producto bruto chino fue de 11,2 billones de dólares es decir que estamos hablando de casi 30 billones de dólares. Esto justifica la advertencia realizada por el titular del Banco Central de China en el último congreso del Partido Comunista de ese país, el que advirtió: “El endeudamiento excesivo de empresas y familias chinas después de años de optimismo económico podría suponer un gran riesgo… Se debe evitar una corrección aguda como consecuencia de una burbuja de activos. Esta burbuja podría darse en el mercado de valores, en la banca en la sombra y derivados financieros”. Esta declaración fue comparada por el Financial Times de Londres como “si alguien en un teatro repleto de gente gritara ¡fuego!”.
A nivel mundial las noticias económicas no son muy buenas. La economía capitalista está “agarrada con alfileres”. Una nueva crisis de deuda planetaria significaría que la política de endeudamiento del gobierno argentino estallara por los aires. Los capitales que hoy tan ávidamente se ofrecen para ser prestados dejarían de ofrecerse como tales. De allí que la alta exposición de la economía argentina ante estos vaivenes de la economía mundial es un agravante de la crisis política burguesa, muy lejos de los globos y las serpentinas con la que se intenta vender una imagen triunfalista.
La economía del mundo está resfriada y, en cuanto comiencen los estornudos, las consecuencias sobre la economía doméstica serán gravísimas. En ese escenario, la burguesía y su gobierno intentarán afrontar el temporal haciendo caer aun con más virulencia sus políticas de recortes a los sectores populares.
Debemos saber advertir esta situación y no dejarnos llevar por las sirenas del optimismo oficialista.
La situación política se verá agudizada como resultado de la agudización de la situación económica; la lucha de clases entrará en nuevas tensiones y las fuerzas revolucionarias tenemos que prepararnos junto al movimiento de masas para nuevos combates en el terreno político, por lo que las tareas de organización de las fuerzas obreras y populares no pueden saber de descanso. Hay que seguir elevando los niveles de organización difundiendo y explicando ante qué situación nos encontramos y cómo nos preparamos para enfrentarlas.