Uno de los aspectos históricos que más llaman la atención de la economía de Estados Unidos, independientemente de su gobierno de turno, es el enorme porcentaje del gasto estatal destinado en concepto de “salud”. Este gasto ronda históricamente el 20% (www.usgovernmentspending.com) constituyéndose en uno de los países a nivel mundial que más destina a la “salud” de sus habitantes.
¿Cómo puede explicarse que el país que cuenta con la tecnología médica más avanzada del mundo, tanto en instrumental como instalaciones, uno de los países con mayor gasto estatal en materia de salud, posea más de 50 millones de personas carentes de seguro médicoaltísima tasa de mortalidad infantil, o que el 75% de sus habitantes posea problemas de salud ligados a la obesidad, por tan solo citar algunas cuestiones?
La “salud pública” en Estados Unidos consiste en un seguro médico que provee el Estado a los mayores de 65 años y a aquellas personas con discapacidades o que acceden a certificados extremos de pobreza. Estos seguros son los famosos “Medicaid” y “Medicare”, de manera que, cuando una persona que posee estos seguros financiados por el Estado necesita hacer uso de un hospital, el financiamiento de su tratamiento se opera a través de esta “obra social del Estado”. Como todo seguro, su cobertura es limitada, por lo que no se puede decir que quien posea dichos seguros tenga “salud pública”. Si el seguro no te cubre la operación o el tratamiento… lo lamento. Así mismo miles de personas no cumplen con las condiciones necesarias para obtener dichos seguros y quedan sin cobertura médica.
Salvando las distancias –que son muchas en kilómetros, pero pocas en cuanto a los intereses económicos que persiguen los grandes monopolios allá y acá- y las diferencias metodológicas, el sistema de salud pública que pretende imponer el gobierno de Macri persigue los mismos principios básicos: la cobertura de la salud pública se desarrolla a través de un seguro social que brinda el Estado.
Pero volvamos al norte ¿Cómo se explica semejante gasto público en salud en un país con tanta dificultad de acceso a la misma? ¿Cómo es posible que la salud es un sacrificio permanente o un sesgo absoluto para la gran masa de la población, siendo tan elevado el gasto estatal en ese segmento?
En realidad, la salud en Estados Unidos es la más cara del mundo, por lejos. Los tratamientos y medicamentos cuestan por lo menos cuatro veces más caros que en cualquier otra parte del globo, además de encontrarse en constante aumento. Dentro de los tratamientos o consultas de rutina se incluyen estudios irrisorios y hasta contraproducentes, con el único objetivo de elevar el número de estudios y sacarle más plata al pueblo. Por ejemplo, cada consulta al dentista viene acompañada de una radiografía, con lo cual los pacientes dentales regulares se someten a la acción de los rayos entre una y dos veces al año. Esto se da, por un lado para aumentar el número de estudios solicitados, y por el otro, como política médica para evitar juicios. Semejante grado de exposición aumenta considerablemente los riesgos de cáncer, y tan solo estamos hablando de la salud dental. Otro tanto sucede con las intervenciones quirúrgicas completamente innecesarias: en realidad son una excusa para facturar, con una pila de análisis de laboratorio detrás, que terminan encareciendo todo el costo general de la salud.
Todo el sistema sanitario se encuentra sobrevaluado, ya sea por el gran costo de los medicamentos, por la cantidad de estudios innecesarios y contraproducentes que se realizan o por el costo de la tecnología de punta y su recambio permanente. El gasto en salud en Estados Unidos es una forma de subsidio indirecto de la industria farmacéutica y de las empresas que fabrican instrumental de laboratorio. Gracias a esa ganancia extraordinaria obtenida por el sector farmacéutico, obtenida del saqueo al pueblo (ya sea a través de los seguros médicos estatales, o de los trabajadores como particulares) es que se financian los desarrollos y patentes en instrumental, nuevas tecnologías y medicamentos en general. De manera que, lo que al principio aparecía en forma de cifras como algo grandilocuente (un gran gasto estatal en salud) en realidad consiste en una estafa al pueblo norteamericano para engrandecer las ganancias de un sector del capital.
Lo mismo sucede en general con todas las cifras de la economía. Desde la educación, la salud, los servicios financieros y contables, el arte, y todo cuanto nos imaginemos que se trata de “cifras” se encuentra cortado por el hilo conductor del ocultamiento. De la misma manera vemos como en nuestro país se construyen, con el presupuesto destinado a salud, hospitales gigantes que luego no son puestos en funcionamiento y terminan constituyéndose en verdaderos elefantes blancos, mientras al hospital vecino le faltan gasas y guantes.
Otro tanto sucede en la construcción de edificios, remodelación de fachadas, compra de maquinaria inservible, o subsidios a“proyectos productivos” privados que se realizan con el presupuesto de ciencia y técnica. O el famoso caso del “pavimento electoral” por parte de las gobernaciones e intendencias. Un mundo de ejemplos se pueden colocar sobre como el dinero que aparece como destinado a una cosa, termina aplicándose para beneficiar algún sector del capital monopólico. Todo, absolutamente todo se encuentra cortado por el hilo del gasto improductivo, de la llamada “malversación de fondos” para beneficiar a uno u otro grupo empresarial en particular y por el ocultamiento real acerca de qué se gasta en qué.
Esta red se encuentra tan estrechamente tejida por el sistema y sus medios de dominación que la adoptamos como lo “normal”. De la misma manera ahora nos quieren pasar como “normal” la supuesta falta de presupuesto Estatal y la necesidad de disminuir el gasto público.
A todas voces, en todos sus discursos, a través de los medios de comunicación tratan de pasarnos como “normal” que aumenten todos los servicios; la necesidad de la reforma laboral; de la reforma educativa, impositiva, previsional, en la salud, etc., etc. Es necesario llevar a cabo todas esas reformas para “estar mejor”, para que “vengan las inversiones” y demás chácharas, pero lo que siempre tratan de ocultar es el trasfondo de todo ello: la disminución del gasto público es para garantizarle las ganancias al sector financiero, gracias a la enorme deuda pública que se viene adquiriendo. Así, el gasto público aumenta por un lado, subsidiando distintos capitales transnacionales. Pero del otro lado, se pide a gritos que hay que disminuir el gasto público. Hoy en la Argentina, “disminuir” el gasto público no es sinónimo de “reducción”, sino sinónimo de saqueo a los trabajadores para alimentar la burbuja financiera.